París, Distrito 13, de Jacques Audiard

 Aires franceses

Nuevamente el diario Información propone un preestreno que nos sitúa a la altura de la cartelera madrileña. Voy por lo tanto al cine sin saber nada de la peli que proyectan. Se trata de París, Distrito 13 (cuyo título en francés no tiene casi nada que ver, Les Olympiades, Paris 13th District), y que hace referencia al barrio parisino con una serie de ocho torres de 104 m. de altura y 34 plantas, que llevan los nombres de las ciudades donde se han celebrado juegos olímpicos), dirigida por Jacques Audiard, quien también ha participado en la escritura del guión, adaptación libre de los cómics de Adrian Tomine. De este director con aires de auteur, vi hace tiempo De latir, mi corazón se ha parado (2005), que me impactó y, más próxima, la conmovedora De óxido y hierro (2012). Filmada la que vamos a ver en un preciosista, cálido, B/N por Paul Guilhaume, que retrotrae a la época de la nouvelle vague. Se proyectó en Cannes 2021 y ha sido seleccionada para cinco César, los equivalentes a nuestros Goya.

Y lo primero que llama la atención, tras la sorpresa del blanco y negro, es justamente el perfil de la ciudad, que es París, y que podría ser cualquiera otra de las grandes urbes francesas. A continuación, la muestra de melting pot que suponen los protagonistas de la historia: una muchachita teleoperadora en un un call center, de origen taiwanés, que todavía habla en chino con su madre y con su hermana; un africano, negro, profesor en un liceo, de exquisitas maneras; una bordelesa que ha llegado a la capital para retomar sus estudios de derecho abandonados desde hace años, y una chavala que se gana la vida como actriz porno en internet. Si tuviera que buscar un denominador común a sus vidas, éste sería el de una profunda soledad que les lleva a actuar como tal vez no desean.

Todos ellos viven una existencia frustrante, con trabajos precarios que no les satisfacen, con pocas expectativas de futuro, como tantos de nuestros jóvenes en nuestro país, los famosos "mileniales". Con una necesidad imperiosa de ligar sus vidas a otro ser humano y con la dificultad que eso comporta, dado el compromiso que supone y que no siempre se está dispuesto a asumir, se sienten desencantados. Se mueven entre edificios que son símbolo de la desolación, con luces que iluminan las colmenas en la noche, en los que los encuentros son fugaces y tristes porque no se corresponden con los deseos que los provocan. Cambian de trabajo y de pareja sin por eso lograr superar el desespero vital que arrastran. No se trata sin embargo de un manifiesto generacional, sino de las vidas de unos seres de carne y hueso a los que llegamos a través de unos diálogos muy bien escritos y de unas situaciones de una cotidianeidad creíble por reconocible, entre móviles y aplicaciones para el ligoteo.


Gran parte del éxito del director viene de la interpretación de un grupo de actores para mí casi todos desconocidos y que se mueven en estado de gracia, tanto si están desnudos, como si van vestidos. Lucie Zhang tiene el desparpajo de su juventud y la tristeza de su asendereada vida; el encuentro con la abuela demente es conmovedor. Makita Samba es el profesor desengañado de su profesión, que no quiere compromiso, pero que pretende compartir piso sin pringarse más de lo debido. Noémie Merlant, a quien admiré en Retrato de una mujer en llamas, aquí temerosa de que le vuelvan a destrozar la vida. Y Jehnny Beth, la impactante belleza de la foto anterior, que es capaz de ceder al diálogo desinteresado al descubrir un alma desolada. Las escenas de sexo están rodadas con una naturalidad impresionante, sin impostación, con desenfado, incluso con humor. Todos coadyuvan a la fluidez narrativa que el director les ha planteado. No la pude ver en V.O., por eso dejo el tráiler subtitulado aquí. Si mi padre la hubiese visto, seguro que hubiera dicho: "muy francesa".

José Manuel Mora. 

P.S. Como se proyectará toda la semana próxima, pienso que es una buena opción.



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