Copenhague

Sábado capitalino

Hoy toca despedirse. Birgit regresa a su isla. No creo que quiera volver a Alicante, su conciencia ecológica hace que no desee volar. Siempre queda la opción de que seamos nosotros quienes viajemos de nuevo. Nos abrazamos fuerte, emocionados, tras tantos años de amistad a distancia. Es una mujer muy especial. Volver a una ciudad que se conoce, y que además es amable a la hora de pasearla, siempre es un placer. Es cierto que, para quienes vivimos en zonas en las que la bicicleta todavía no se ha impuesto, toca acostumbrarse a mirar para no ser arrollado por la infinidad de gente que pedalea a buena velocidad, aprovechando lo llano de su geografía. Las nuevas líneas de metro ponen Kongens Nytorv a tiro de piedra. La plaza, ya remodelada, luce esplendorosa bajo un sol que parece alicantino, a pesar de los 3º, con los espléndidos edificios decimonónicos que la conforman: el Teatro Real, los grandes almacenes, el Hôtel d'Angleterre... La salida al Nyhavn, el puerto nuevo del s. XVII, ciega con tanta luminosidad. Barcos y fachadas se mecen blandamente en el canal, desde el que parten las excursiones por el puerto. Todo tiene aire de tarjeta postal. Nos sentimos turistas diferentes esta vez. No queremos verlo todo ni subir a todo. Ya lo hemos hecho. Nos tomamos el tiempo de paseo como algo gozoso. 


La gente de aquí ya está dando cuenta del frokost, que es como llaman a la comida de media mañana. Las terrazas están a rebosar. Se nota que es sábado. No se ve ni una mascarilla,  y eso nos sigue sorprendiendo. Sentimos curiosidad por ver el resultado de unas obras que estaban en curso en nuestro viaje anterior. Se trata de la Ofelia Plads, frente al magnífico edificio de la Ópera, una extensión que desciende hacia el agua y que alberga un aparcamiento subterráneo. Hay un grupo de gente que se está lanzando para un baño rápido. Los bañadores contrastan junto a gente con abrigo. De fondo la imponente Marmor Kirke. Otros reman en kayak a ritmo pausado. Es finde previo al domingo de Pascua. 


Y en dirección a la Cinemateca, recomendada por Marie, enfilamos por Strøget, el tontódromo de aquí, siempre lleno de locales y foráneos que entran y salen de las mismas cadenas comerciales que hay en todos sitios, o que se compran un helado o una hamburguesa para comerla mientras siguen el paseo. Al pasar junto a la Trinitatis Kirke, escuchamos música y entramos. J. S. Bach suena con todo el esplendor que un órgano barroco bien temperado permite. Al estar completamente vacía, todavía impresiona más. Un poco más allá la gente entra en la Rundetaarn, la Torre Redonda, desde donde se divisa una de las mejores panorámicas de la ciudad. Nosotros seguimos.













Y encontramos una pizzería, "La Perla Italiana". Poderme entender con el camarero en su idioma nos permite comer unos penne all arrabbiata y unos spaghetti carbonara acompañados de una insalata di rucola, noci e fromaggio,  con una par de Moretti heladas, que nos dejan para cabecear un poco, mientras vemos pasar a la gente endomingada con niños, muchos niños... Ya descansados continuamos el paseo por el parque que rodea el Palacio de Rosenborg, que tiene la particularidad de que sólo se puede visitar con luz natural, ya que no hay iluminación eléctrica. 

Seguimos hacia el Statens Museum for Kunst, el Museo de Bellas Artes, en el que tanto hemos disfrutado en anteriores ocasiones. La entrada cuesta 17€, así que decidimos pasar la tarde en su interior, hasta las 17:45, hora del cierre; hay que tenerlo en cuenta. El museo combina con sabiduría piezas de rabiosa modernidad en su ala nueva, que conviven con otras más clásicas: españolas e italianas de época clásica, pintura danesa, claro,  francesa del XIX, hasta la ruptura de Picasso, Matisse, Munch, Nolde, y más cerca, Kirkeby. Hacemos muchas fotos sin que nos llamen la atención. Dejo aquí tres muestras tan sólo.













Volvemos paseando por la zona de Nørreport, donde hay metro, tren, pantallas informativas que indican destinos y horarios. Todo es rápido, cómodo, limpio. Las caras descubiertas proporcionan sensación de normalidad perdida. En un cuarto de hora estamos en el barrio de Vanløse, al oeste de la ciudad, donde vivimos. Tenemos toda la casa para nosotros. Marie y los chicos han ido a llevar a Birgit a la isla. Cenamos a la danesa: jamón ahumado con tostadas, yogur y galletas. Casi no puedo escribir. Me duermo.

José Manuel Mora. 










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