Heartstopper, de Euros Lyn

Normalización

Podría parecer una serie para adolescentes. Y seguramente lo es. Sin embargo, me da la impresión de que podría ser también excelente material pedagógico para ser trabajado con ellos y así sacarle toda la punta que tiene. Heartstopper es una serie británica, de ocho capítulos de apenas media hora cada uno, dirigida por Euros Lyn y realizada a partir de  una novela gráfica y una webcomic de Alice Oseman, quien también ejerce aquí de guionista y codirectora, y algunos de cuyos recursos gráficos mantiene, hojas que vuelan, oscurecimiento de la imagen para trasladar la corriente de conciencia, división de la pantalla... Está colgada íntegra en Netflix desde abril y supone algo de verdad oxigenante. Veamos por qué. 


Un colegio británico, de esos en los que el alumnado va con uniforme y corbata, en los que hay un psicólogo que ayuda a quienes lo necesitan, un colegio exclusivo para varones, con buenos terrenos para practicar deporte, ése es el marco en que se desarrolla la historia de Nick (Kit Connor) y Charlie (Joe Locke), dos tardoadolescentes, el segundo abiertamente gay, y el primero, un jugador de rugby que se mueve en el mundo de la heteronormatividad, y que acaban sentados en el mismo pupitre. De esa cercanía irá surgiendo una historia de amistad cada vez más exclusiva y de enamoramiento claro por parte de Charlie. Hay aristas, naturalmente, el acoso del macho alfa, el forcejeo no aceptado, las burlas, pero no son hirientes, porque el acento se pone en el tratamiento normalizado de la relación, con sus dudas, sus inquietudes, sus necesidades de afecto y aceptación, con los pálpitos de corazón ante una mirada o un roce casual. Esos dramas terribles por cómo se viven a esa edad. 


Y es todo eso lo que me ha parecido pertinente en la serie, pensando en la normalización con que todo ello se trata. Si recuerdo los tiempos de mi adolescencia, no existían los referentes en los que poder mirarse para no sentirse un bicho raro, lo que podría haber ayudado a la autoafirmación, a plantar cara a tanto descerebrado prepotente. Ahora cada vez más la chavalería puede reconocerse en historias humanas, en las que los sentimientos se viven sin sentido de culpa, aunque siempre quepan los miedos ante la propia identidad, o ante la reacción de los otros, las madres incluidas. Incluso uno de los personajes, Elle, es una chica trans, que se ha visto obligada a cambiar a un colegio femenino, donde felizmente encontrará a una pareja de muchachas capaces de plantar cara a quienes las rodean besándose en público.  


Por descontado, no conozco a los actores, que se mueven con una naturalidad a prueba de sofoco, de cercanía, con una química entre ellos muy especial. El cameo de la Coleman es breve, pero antológico, como suele. Mención aparte merece una banda sonora acertadísima. Así pues, se ve en un suspiro, resulta amable pero no ñoña y  puede llamar a la reflexión a quienes quieren que se regrese a lo profundo del armario. 

José Manuel Mora. 






  

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