Red Rocket, de Sean Baker

M.A.G.A.

Hacía tiempo que no iba al cine después de cenar. Me da miedo quedarme dormido. Pero el buen tiempo, y que se proyectara en V.O.S., me han animado a salir de casa.  No tenía apenas referencias al respecto, pero la sinopsis me la hacía atractiva. Así pues, me animé. Se trata de una peli estadounidense, del año 2021,  Red Rocket, dirigida por Sean Baker y coescrita, como es habitual en ellos, con Chris Bergoch, a quienes no tengo el gusto, a pesar de que no son primerizos y cuentan con títulos anteriores (The Florida Project, Tangerine, Starlet), bien recibidos por la crítica.

Mikey Saber (¡qué descubrimiento de actor, este Simon Rex!), una estrella del porno venida a menos, vuelve de Los Ángeles a un pueblucho de su Texas natal, no sé si atreverme a decir "con el rabo entre las piernas", con unos vaqueros y una camiseta como únicas pertenencias. Pretende ser ayudado por la que todavía es su mujer, quien malvive con su madre, no sé si con algún subsidio, en una de esas infraviviendas que se extienden por los desolados territorios donde lo único que posee una presencia apabullante es la refinería de petróleo que da trabajo a la mayoría de los varones de la zona. Sin embargo no será bien recibido y deberá desplegar todos sus encantos para lograr sobrevivir. 



Miente más que pestañea, pero su desparpajo y su caradura, también la necesidad, ya que no sabe hacer otra cosa, lo llevan a pasar marihuana como forma de conseguir dinero, y a conocer a una cría que todavía no ha cumplido los 18, Strawberry (Suzanna Son), que vende los irrenunciables dónut, tan, tan estadounidenses. Con ella vive una tórrida relación, que se presenta con una naturalidad desarmante, sin moralismos, a la que el espectador asiste pensando que es difícil que pueda acabar bien, dada la diferencia de edad y de intenciones. Tampoco en eso el director resulta complaciente, puesto que deja abierto el final, con enorme sabiduría narrativa.

Con ser toda esta trama una montaña rusa de situaciones desternillantes, a veces duras, siempre vitalistas, lo que más me ha interesado de la cinta es que estamos ante un muy logrado retrato de los EE.UU. que confían en el M.A.G.A (Make America Great Again) que llevaría a Trump en 2016 a la presidencia. Depravación y supervivencia de personajes que pretenden recuperar el esplendor de antaño, que intentan lograr el famoso sueño americano por el que todos pueden alcanzar lo que se propongan, aunque todo eso no sea más que parte de la mitología que venden por allí. Tanto el país como el personaje tienen difícil volver a conseguir la gloria perdida, en medio de tanta desigualdad, la white trash, que le dicen.


Algunos de los actores secundarios parecen no ser profesionales, pero junto al macarra arrollador de Simon Rex, actor porno que fue en la vida real, se mueve Brenda Weiss, una suegra que es todo un carácter, y Bree Elrod, la mujer, quien parece dispuesta a dejarse engañar, pero sólo hasta cierto punto. Por no hablar del vecino, Ethan Darbone, patético en su inocencia. Pero quienes se llevan la peli de calle son, la jovencísima Suzanna Son, una especie de Lolita, llena de aparente inocencia pero cargada de picardía, y el tal Simon Rex, quien se cree su papel y lo vive a tumba abierta, sin complejos ni reticencias, capaz de correr desnudo en medio de la noche y de la ciudad. Un antihéroe que no acaba de caernos mal, a pesar de lo cabrón que puede llegar a ser. Radiografía de sociedad y de personaje, crónica de la sordidez. Una cinta magnífica.

José Manuel Mora.



 

  


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