Los poderosos
El curioso lector puede comprobar, revisando los títulos de la etiqueta "libros recomendados", que me muevo por impulsos, siguiendo recomendaciones, por curiosidad, por una cubierta atractiva, también por fidelidad a según qué escritores. Y, por qué no confesarlo, me apetecía con estos calores leerme una novela "tipo rollo chino", que decía Cortázar. CERCAS, JAVIER. El castillo de Barbazul. Barcelona: Ed. Tusquets (Col. Andanzas), 2022, en la primera edición de marzo. 397 págs. Parece que esta vez sí que estoy un poco al día.
Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) viene referenciado ya varias veces en este blog, así que no voy a repetir la información biográfica que ya dejé al comentar Anatomía de un instante, El impostor, o El monarca de las sombras. He de confesar que, cuando ganó con la primera novela de la actual trilogía, Terra Alta, el Premio Planeta en 2019, del que siempre desconfío, decidí no leerlo. Ya sé que puede sonar a prejuicio tonto, a cliché. A ésta le siguió Independencia, la que tal vez por no haberlo hecho con la primera, pensé que no acabaría de entender y tampoco la leí. Y llega ahora la tercera parte, que he tenido entre manos este caluroso mes de julio, que se sigue con facilidad, dado el uso que el autor hace de la analepsis, perdón, de los saltos atrás explicativos, y a la que parece que le puede quedar una cuarta, y un proyecto de adaptación para televisión. La posible tetralogía tiene a Melchor Marín como protagonista, conocido como el "héroe de Cambrils", trasunto literario del Mosso d'Esquadra que abatió a cuatro de los cinco terroristas que perpetraron el terrible atentado de las Ramblas en 2017. Quien en la realidad es amante de las policíacas, se convierte en ésta en un bibliotecario de pueblo, admirador de V. Hugo y de su novela Los miserables, tanto que a su hija le ha puesto de nombre Cosette, como a la del libro del francés: "Sigue siendo un lector incombustible de novelas decimonónicas" (pág. 23); también tiene entre manos cada vez que se desvela a Turguénev. Dejó de ser policía cinco años antes y es la desaparición de la chica en su viaje a Palma, lo que desencadena la trama, que se desarrolla entre la Terra Alta y Pollença alternativamente, a lo largo de cuatro partes y un epílogo. La foto que sigue es del cabo Formentor, donde tiene lugar el desenlace. La he puesto para que se aprecie lo abrupto de la geografía y lo dificultoso de salir de ahí.
El Barbazul del título resulta ser un muchimillonario de origen sueco, Rafael Matsson, de la misma calaña que Berlusconi o Epstein, quien tiene un casoplón cerca del cabo citado, donde lleva, engañadas, o drogadas, a chicas menores, de las que después abusa, en compañía de magnates invitados a sus aquelarres. Todo ello se produce al amparo de policías y jueces comprados y corruptos, que permiten que todo sea olvidado o sobreseído, dado el absoluto poder del dinero, que suele significar impunidad. Marín se pone en marcha iniciando una investigación por su cuenta, en la que le ayudan su antiguo jefe, Blai, y un guardia civil expulsado del cuerpo. Lo que late en el fondo de la narración como pregunta no formulada al lector, "¿Es legítima la venganza cuando la justicia no nos hace justicia?" sobrevuela toda la historia. Y a mí me ha venido a la cabeza un caso delictivo en Palma, de uno de los grandes empresarios de la noche, al que todavía no se ha podido acabar de juzgar porque al parecer "todo el mundo tiene un precio" (pág. 161).
Hay entreverados en la narración sutiles juegos metaliterarios, como el que de alguno de los personajes, la sargento Paca Poch, que también participa en el operativo, se diga: "Apuesto a que ha leído los libros de ese Cercas y se ha tragado todas las gilipolleces que cuenta sobre ti [...] tu leyenda te persigue, españolazo"(pág. 42), cosa que Melchor no ha hecho. O bien el hecho de que Rosa Adell, la pareja del bibliotecario, sea amiga de Abad Faciolince. Y como suele suceder en las policiacas, la acción es lo que prima. Los personajes son un poco de una pieza, sobre todo el malísimo de Mattson. Y es cierto también que la parte final se resuelve con rapidez tal vez excesiva. Cercas en esta ocasión no se preocupa demasiado de florituras estilísticas, aunque hay algunas breves descripciones que son expresivísimas: "La superficie del mar parece una plancha de aluminio tenebrosa y deslumbrante" (pág. 114); o bien: "Los roquedales de la sierra de Cavalls devoran los últimos restos de un sol enorme" (pág. 261). Con todo, creo que prefiero al escritor que en anteriores ocasiones se ha puesto a investigar sobre hechos reales y los ha trasmutado en literatura.
José Manuel Mora.
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