La fractura, de Catherine Corsini

Cine político 

Los preestrenos de los cines Aana siguen deparando sorpresas. He llegado sin saber lo que iba a ver. Tan solo conocía el título, La fractura, término en este caso polisémico, puesto que hace referencia a una de carácter óseo, a otra de relaciones interpersonales y la que lo engloba todo, la social, provocada por la revuelta en Francia de los famosos "chalecos amarillos" (les gilets jaunes, 2018). La dirige Catherine Corsini, de quién no conozco nada de lo rodado por ella con anterioridad. 


La película se desarrolla casi íntegramente en las urgencias del interior de un hospital de la seguridad social francesa. La noche promete ser complicada, pero lo acabará siendo mucho más, al verse ese ámbito presionado por quienes huyen de la represión policial. Raf (Valeria Bruni Tedeschi) y su pareja, Julie (Marina Foïs), al borde de la ruptura, se ven obligadas a permanecer juntas y a convivir con uno de los manifestantes heridos, Yann (Pio Marmaï) encolerizado por la represión sufrida y pendiente de la entrega que ha de hacer con su camión al día siguiente, con una anciana grave, con un paciente psiquiátrico... La jefa de enfermeras, Kim (una extraordinaria Dialo-Sagna), en su sexta guardia de semana, está sobrepasada por las circunstancias y aún así intenta atender a todo el mundo con humanidad y profesionalidad absolutas, reflejo de los profesionales que defienden el sistema sanitario público contra viento y marea. Todo es una metonimia de un país roto por el ascenso de los precios, las protestas subsiguientes, la respuesta policial y por la incapacidad del Presidente de la República de escuchar a los manifestantes. 


La directora ha optado por el tono tragicómico, al borde del histrionismo en algunas interpretaciones, para presentar situaciones y personajes, siempre al borde del despeñadero, cerca del absoluto caos. Me ha traído a la cabeza la serie ya comentada aquí, Esto te va a doler, que ponía en solfa a los hospitales británicos públicos de gestión privada, por no hablar de lo vivido en los hospitales públicos españoles durante la pandemia y con los recortes posteriores. Es cierto que, al ser una especie de Huis Clos sartriano, la película puede resultar repetitiva en algún momento, pero la fuerza de las imágenes es tan brutal que uno llega a necesitar que acabe.


Los caracteres pueden resultar algo esquemáticos, pero la Tedeschi, magnífica en su histerismo, puede representar perfectamente a aquellas personas que se creen el centro del universo y que piensan que el dolor sólo les afecta a ellas. Marmaï está en su papel de currante desesperado, capaz sin embargo de tratar de ayudar cuando es necesario. Quien se lleva sin embargo la palma en la actitud que mantiene a lo largo de la interminable y conflictiva noche es Dailo-Sagna, que debe tomar constantemente decisiones arriesgadas y luchar con la carencia de medios y personal y sus propios problemas familiares. Hay un personaje que pregunta "¿Cuánto me va a costar esto?". Y Kim le responde, "Nada, esto es la Seguridad Social". Conviene que no olvidemos que ese sistema de salud universal es justo y necesario. Hay que defenderlo a toda costa. 

José Manuel Mora.
 






 

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