Malí Twist, de Robert Guédiguian

Programa doble

El otro de los estrenos, presentes una semana más en la cartelera de los Cines Aana de mi ciudad, tiene un título de dos palabras tan sólo. Cada una de ellas me ha atraído por un motivo diferente. De Malí es Sákari, un amigo que emigró de allí y que se ha asentado aquí con bastante éxito, lo que no siempre sucede. El twist es el baile de mis dieciséis años, enormemente evocador por tanto. Y además soy fan declarado de su director, todo lo cual me ha llevado a ejercitarme en algo que hace tiempo que no practicaba, ver un "programa doble", como los del cine Roxy de Benalúa, adonde íbamos los jueves por la tarde. Malí Twist es la última peli rodada por  Robert Guédiguian, quien ha dejado esta vez de lado a su equipo marsellés habitual (Las nieves del Kilimanjaro), con su mujer/musa/actriz fetiche incluida y ha buceado en rostros jóvenes, enérgicos y desconocidos por estas latitudes, yéndose a rodar a un territorio que no tiene nada que ver con los estándares europeos. 

Ambientada en Bamako en 1962 (aunque rodada en Senegal, dada la situación actual de Malí), el país acaba de lograr la independencia de la metrópoli francesa, aunque las personas formadas siguen manejándose en francés. Cuando el protagonista, un joven socialista, lleno de fervor ideal, tiene que ir a las comunidades del interior habrá de expresarse en bambara, si quiere ser entendido por los locales. Volvemos a una historia de perdedores, porque los enamorados tienen muy difícil combatir contra las tradiciones que permiten la poligamia asumida por las mujeres, como el vender a una chica para obligarla a un matrimonio no deseado. El honor de la familia está por encima de los sentimientos y de los deseos de cambio que laten en la joven sociedad. Las nuevas leyes de familia parecen estar pensadas tan sólo para mujeres universitarias de la capital, ya independizadas. Las demás deben seguir sometidas a la voluntad de los varones del clan. Y no importa que la música traída de la metrópoli, símbolo de libertad, valga la paradoja, los haga bailar hasta la extenuación y les plantee otro mundo de valores. Cabe señalar como curiosidad que el propio director y su esposa, fueron los que enseñaron a bailar el twist a la joven pareja protagonista. Samba (Stéphane De Bak) y Lara (Alice Da Luzy) deben plantearse luchar por sus sentimientos, sus ideales y los de su país o bien darse por vencidos y escapar. Terrible disyuntiva. El baile se convierte en algo subversivo, para los viejos del lugar y para las autoridades revolucionarias. Ambos actores están muy creíbles en la lucha por su amor y sus ideales.

Al tiempo que la historia de amor, hay otro componente, y es la lucha entre la nueva política, preocupada por los derechos sociales y las condiciones laborales, frente a modos asentados de la explotación de sus propios conciudadanos, tratados como auténticos esclavos por los potentados de siempre. El conflicto acabará convirtiéndose en un intento de asalto al poder por parte de los comerciantes bien establecidos y acostumbrados a trabajar con el antiguo franco francés. Y me da igual que al director se le vean las costuras ideológicas, presentes siempre en su cine, porque el retrato del Malí de aquella época es algo vivo, intenso, arrastrado por una soberbia banda sonora con clásicos de mi época y una estupenda fotografía de Pierre Milon. Que sesenta años después aquel país esté viviendo una auténtica guerra civil en la que quienes poseen armas pretenden hacerse con el control de todo, no deja de ser trágico, porque sigue expulsando de allí a los más capacitados, que deben intentar saltar la valla o evitar ahogarse en su intento de llegar a Canarias. Con todo, yo me quedo con la explosión de vitalidad colorista y rítmica de estos locos del twist.

José Manuel Mora.


 









 



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