Reina, de Lukasz Kosmicki y Árni Ásgeirsson

De la paternidad ¿responsable?

Cuando un fenómeno comienza a generalizarse, acaba afectando a casi todo el mundo. Llevamos un tiempo en que dedicamos media hora a elegir alguna de las piezas de los abrumadores catálogos que las plataformas nos ofrecen. Y parece que eso le pasa cada vez a  más gente. Se habla de agotamiento de la fórmula o de la pérdida del genio creador de sus responsables. Quedaron atrás títulos de series míticas aquí comentadas. Sin embargo, cuando la recomendación viene de mi amiga Carmen, que está muy atenta, y además su origen no es el consabido y dominante audiovisual estadounidense, sino que procede de Polonia, la curiosidad nos puede. Voy a dejar sin comentar la cuarta temporada de Stranger Things. Tenía casi olvidada la trama y los personajes han perdido su aura inocente. La historia acaba siendo repetitiva y confu, y las imágenes tan tenebrosas que casi cuesta ver lo que sucede. Así que hemos optado por Reina (Królowa) compuesta por apenas cuatro capítulos de cincuenta minutos cada uno y que está colgada completa en Netflix. Puede ser incluso una manera de visibilizar el Orgullo que hoy se celebra.


Un modisto parisino, de modales y aguja exquisitos, vive una doble vida. Por las noches se trasviste y se convierte en una imponente drag queen, imponente a pesar de los años, tal es la experiencia acumulada y el conjunto de bailarines, luces y vestuario del que se sabe rodear para actuar haciendo play back con canciones que son míticas. Está decidido a jubilarse, cuando recibe una carta de su Polonia natal, donde dejó una hija a la que nunca volvió a ver. La petición de auxilio lo hace ponerse en marcha hacia su antiguo pueblo, lleno de reticencias y temores.  Lo que sigue es la historia de un reencuentro difícil y un intento de ajustar viejas cuentas impagadas. En ese sentido la anécdota no tiene mayor trascendencia y vale para pasar un rato de entretenimiento amable, donde todo entra dentro de lo esperable.

Sin embargo son otros los aspectos que han hecho que me resulte curiosa y también que me haga algunas preguntas. Polonia y su gobierno de extrema derecha es hoy, junto con Hungría y Rusia, uno de los países donde más se combate la homosexualidad amparándose en un posible contagio que pondría en peligro a inocentes criaturas por el simple hecho de ver en la calle, en la escuela, en las pantallas, otros modos de afecto y relación. Está por tanto fuertemente penalizada y prohibida. ¿Qué ha podido hacer que una miniserie con la temática señalada se haya convertido en un auténtico éxito social allá? Probablemente la presencia de Andrzej Seweryn (1946), actor fetiche de los escenarios y televisiones de aquel país, que aquí encarna con una contención exquisita y un extraordinario savoir faire que le viene de su militancia en la Comédie Française, el doble papel de sastre y reina, la gran Loretta. De su empaque actoral da idea el hecho de que haya trabajado a las órdenes de Wajda, Zanussi, y otros grandes. 


También Maria Peszec, en el papel de la furiosa hija abandonada, ha debido de tener su parte responsabilidad. Es una cantante, compositora y actriz de enorme fama en su país. Que tenga semejante proyección en Polonia, tan profundamente católica, considerándose públicamente atea, no deja tampoco de sorprender. Julia Chetnicka es la tercera en discordia, la nieta, con un papel sin excesos. Sin embargo quien a mi modo de ver se lleva el agua a su molino es Corentin, el ayudante drag de Loretta,  un negro estilizado, femenino hasta caerse, frágil y fuerte a la vez, inteligente y divertido, quien anima a su maestro a dar el paso y reencontrarse con su pasado. Kova Rea es además de actor, cantante de éxito y bailarín. Sirve de perfecto contrapunto desmelenado de su medido mentor. 


Un último elemento que me ha parecido curioso es la posibilidad de adentrarse en la Polonia profunda, azotada por la crisis de los pozos de carbón abocados al cierre y donde el machismo y la homofobia tienen su campo de acción bien abonado. El final, con todo lo increíble que resulta, acaba siendo un fin de fiesta espectacular. No es pues una serie esencial para la supervivencia, pero se deja ver y supone otro ladrillo arrancado al muro de la intolerancia que parecen estar queriendo levantar nuevamente. Contra esa deriva, orgullo, visibilidad, espíritu combativo para conservar lo logrado en nombre de los derechos humanos.

José Manuel Mora. 



 


Comentarios

Gonzalo Mora ha dicho que…
Interesante le echaré un vistazo. Coincido con el comentario sobre stranger things, pero creo que uno de los momentos más bellos de la saga es la conversación entre Will y Mike donde Will está intentando calmar a Mike porque cree que está perdiendo a 11 pero al mismo tiempo está confesando su amor por él, todo ello observado por el retrovisor de la furgoneta por el hermano de Will y luego la posterior conversación entre los dos hermanos. Hace mucho tiempo que no veo en pantalla algo tan hermoso y sutil. Punto para los guionistas.