Capitani, de Christophe Wagner

Pueblos pequeños, misterios grandes

Luxemburgo es un pequeñísimo país europeo, famoso por que sus bancos almacenan gran parte de las finanzas oscuras de muchos de los grandes tiburones del mundo dada su favorecedora fiscalidad. Como consecuencia, posee un nivel de vida altísimo, que se percibe en cuanto uno pasea por su capital. No es frecuente que nos lleguen producciones desde allí. En 2019 se colgó esta serie en Netflix, que tiene el atractivo de que sus doce capítulos duran tan sólo media hora cada uno, con lo que es perfecta para ver casi de tirón, o de a poquitos. Capitani está dirigida, y en parte también escrita, por Christophe Wagner, del que naturalmente no había oído hablar con anterioridad.


En un pueblo del norte de aquel territorio aparece muerta una quinceañera, y llega para investigar el asunto un inspector, el tal Capitani (Luc Schiltz), proveniente de la región del sur, capitalino, lo que despierta toda clase de reticencias entre los habitantes del lugar, donde todo el mundo parece conocerse, y donde también, según se va descubriendo pronto, todo el mundo miente. El puesto de policía sólo tiene dos agentes, uno de ellos, Elsa (Sophie Musel), que es ascendida de inmediato a ayudante del inspector, quien tiene un carácter de lo más huraño. Ella es más empática. Ya tenemos dos investigadores, varón y mujer, de carácter contrapuesto, lo que siempre da mucho juego. Y se inician las pesquisas.


Pronto veremos cómo la cosa se va complicando, puesto que la muchacha muerta es una de las dos gemelas hijas de alguien con mucho poder allí, alcalde y maderero potente. Un suicidio, un turbio asunto de drogas, un pasado oscuro en la carrera policial de Capitani... Y no voy a desvelar más. Un thriller llevado de manera diferente a como lo suelen hacer los estadounidenses, o los nórdicos, más cercano al estilo de los vecinos franceses, aunque la serie esté rodada en una variante del alemán vecino. El microcosmos del lugar da para que los secretos y las interrelaciones existentes creen una madeja en la que el recién llegado tiene dificultades para desenvolverse.


La historia está contada con buen pulso, las sorpresas se suceden llevando el cuento de unos a otros, dado que nadie parece querer decir lo que sabe de verdad. Los finales de cada capítulo siempre quedan en alto y los episodios se pasan en un suspiro. No conozco a ninguno de los actores, pero la pareja protagonista combina bien en su diferente modo de actuar. Los del pueblo son más reconcentrados, más oscuros en sus miradas, sobre todo Jill Devresse, la hermana sobreviviente. No tiene más trascendencia la historia. Tampoco creo que lo pretenda. Otra historia, con una perspectiva diferente a la habitual. 

José Manuel Mora.



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