La fotógrafa de Monte Verità, de Stefan Jäger

Terapia comunal

Nuevamente la peli escogida por el diario Información para su prestreno me ha resultado sorprendente por ser desconocida y por su calidad. No abunda el cine que llega de Suiza. La fotógrafa de Monte Verità es un título anodino, a no ser que se sepa que ese lugar se encuentra en el cantón del Ticino, cerca de Locarno, al borde del Lago Maggiore. La ha dirigido Stefan Jäger, de quien no conocía nada anterior, con guión de Kornelija Naraks, lo que se nota en la escritura y la perspectiva, y la bellísima fotografía de Daniela Knapp. Un 77% del equipo técnico eran mujeres. Parece que la historia está basada en hechos reales transformados en ficción, pero con mucha información contrastada. 


Hanna Leiter (interpretada por la para mí desconocida Maresi Riegner), personaje ficticio, es una señora burguesa bien asentada en la sociedad vienesa de fin de siglo. Tiene dos hijas y su marido se dedica a la fotografía. No le falta nada material pero es una mujer profundamente insatisfecha, razón por la que una noche decide escapar de su hogar, abandonando posición e hijas, actitud poco frecuente en una madre. Ya en el tren se le vuela el sombrero, símbolo de estatus, y se le deshace el historiado moño, dejando suelta su cabellera; ambos signos de liberación. Es la historia de un empoderamiento femenino, simbolizado por su deseo de poder respirar libremente, lo que también es literal, ya que padece ataques de asma. 


Su viaje la encamina a una comuna naturista en las montañas del cantón del sur suizo. Había sido fundada por dos mujeres, Ida Hofmann (Julia Jentsch) y Lotte Hattemer (Hanna Herzsprung) y estaba dirigida por un médico, el doctor Otto Gross (Max Hubacher, a quien no he reconocido tras verlo en Mario, 2018), psicoanalista progresista, que usa métodos muy particulares: la meditación, el desnudismo, el contacto con la naturaleza, el esoterismo, la vuelta a la sencillez, incluso la relación íntima con sus pacientes. Por la comuna pasaron Hesse, I. Duncan, Rilke, Klee, Mann, Kafka, D.H. Lawrence, Trotsky y Freud, mentor de Gross. Lo más granado de la intelectualidad de la época. Desde Hanna es desde donde se nos cuenta la historia y de su logro de autoafirmación a través de una actividad que su marido le prohibió, la fotografía. Las que se exhiben al final, auténticas, son de autor desconocido. Algunos han visto en esta figura la de la escritora Daphne du Murier, autora de Los pájaros y de Rebeca, ambas llevadas a la pantalla por Hitch y que ideó un cuento sobre su recuerdo.


La historia, ambientada en 1906 con una puesta en escena cuidadísima tanto en interiores como en exteriores, y bellamente fotografiada, no está narrada linealmente, hay saltos atrás que tratan de explicar la reacción de la mujer. Presenciamos su descubrimiento de una naturaleza desbordante y de que las relaciones con mujeres pueden aportar mucho más que la brutalidad y el maltrato de su esposo, así va siendo conquistada por la montaña y por ese grupo humano adelantado a su época. Maresi Riegner actúa a base de primeros planos, combinando muy bien el sufrimiento con el asombro, la mala conciencia por haber abandonado a sus hijas, con el descubrimiento de la posibilidad de realización autónoma. Y así se hace creíble la evolución que se produce en su interior en contacto con una realidad tan alejada de la suya.

José Manuel Mora




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