Alí & Ava, de Clio Barnard

Multiculturalidad

En esta ocasión ha sido el cartel anunciador lo que me atrajo. Decidí que vería la peli, aunque no tuviera ninguna referencia. Ya adelanto que, si se mantiene en cartelera una semana más, quienes vivan en Alicante podrían ir a verla, con la seguridad de presenciar una  hermosa historia de amor con una banda sonora impactante. Se trata de Alí & Ava, dirigida y escrita por Clio Barnard, muy prestigiada en Gran Bretaña, pero completamente desconocida para mí. Parece que su peli The Arbor, en 2010, supuso un referente dentro del cine social al que nos tiene acostumbrados Ken Loach.


La manera en que la directora presenta a sus dos protagonistas es definitoria al ubicarlos en el extrarradio gris, monótono, feo, de la ciudad de Bradford, en la que hay barriadas habitadas por grupos étnicos diferenciados y bastante excluyentes. Alí es bangladesí, con familia extensa, casado pero con la relación rota, lo que oculta en su casa. Vive de los alquileres de quienes ocupan algunas de sus propiedades y es un antiguo DJ y un loco del rap. Ava es profesora en una escuela, viuda, con cuatro hijos y cinco nietos. Le gusta la música country y el folk, lo que la sitúa en las antípodas musicales de la persona con la que entabla una cuidadosa relación, llena de inseguridades por ambas partes. También ella lo ha de ocultar, en este caso por razones de pertenencia, dado el racismo existente en la sociedad británica, que muchos atribuyen a una multiculturalidad mal gestionada. Están todos los mimbres de lo que conocemos como cine social británico. 


Lo que resulta emocionante es ver cómo estas dos personas, heridas por un pasado que les ha dejado cicatrices, profundamente solos, aunque estén rodeados de gente, se encuentran a pesar de provenir de mundos distintos, primero a través de una amistad incipiente y luego acaban unidos por una pasión madura, intensa. La música es un nexo de unión inicialmente insalvable, pero que acaba por permitirles intercambiar canciones y entender al otro desde el respeto mutuo y la pasión que sienten por lo que escuchan. La evolución que los va acercando es uno de los aciertos de la guionista/directora. Da igual la edad, las trabas que han de superar. La escapada de finde en tren es una auténtica delicia.


La peli no sería lo que es si no fuera por la presencia de esos dos protagonistas actoralmente antitéticos y que tan bien acaban casando. Claire  Rushbrook (que ya me sorprendió en Secretos y mentiras,1996) trasmite bondad, generosidad familiar, capacidad
para tratar con los niños en su trabajo y es divertida, a pesar de las terribles vivencias que lleva a cuestas. Adeel Akhtar parece un adolescente con trastorno de hiperactividad, expansivo, vibrante bajo sus cascos musicales, tierno en el trato, un tío legal. Ambos dan lo mejor de sí a base de primeros planos. Son de una enorme verosimilitud. Dos perdedores capaces de intentarlo de nuevo.


En definitiva, una historia de amor inteligente, nada sensiblera, sutil, en la que las palabras están muchas veces de más y la música es la que une dos corazones rotos, sangre irlandesa de ella, cosmovisión oriental de él. Y conviene permanecer sentados al final de la proyección, porque se escucha una canción que puede resumir esta historia y que además es bellísima.

Si has de amarme, que sea solamente
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, el modo
de hablar o por un rasgo de carácter
que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices...
Porque, amor mío, todas estas cosas
pueden cambiar, y hasta el amor se muere

Si has de amarme que sea solamente...

José Manuel Mora.




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