Desnudo integral
Vuelven los prestrenos patrocinados por el diario Información. Se nota que la gente va regresando de las playas, porque la sala estaba casi repleta. En el momento que supe quien la protagonizaba, sabía también que iría a verla. Soy fan inmemorial de Emma Thomson. El título sonaba algo extraño, Buena suerte, Leo Grande, pero se debe al nombre del coprotagonista, un desconocido Daryl McCormak, (aunque lo haya visto en Vikings y A very English Scandal no lo recordaba), que me ha supuesto un auténtico descubrimiento por su naturalidad. La directora, Sophie Hyde, es australiana y tiene una carrera consolidada de la que no tenía noticias. Se ha rodeado de la guionista Katy Brand, quien ha pautado la historia en cuatro ¿actos? que a mí me parece que están muy bien escritos, aunque haya quien los encuentre muy "teatrales" para ser vistos en pantalla. Luego diré por qué me ha parecido que la estructura hacia el clímax es redonda. Creo que la complicidad entre ambas ha debido de ser total.
Una mujer en los sesenta (Thompson tiene 63), viuda, con dos hijos emancipados, jubilada de su enseñanza como profesora de ética, decide contratar a un gigolo para intentar vivir algo de lo que se ha perdido con un marido, el único hombre de su vida, de sexualidad mecánica en sus relaciones, que no ha conocido un orgasmo en su vida y que necesita sentirse viva, aun a sabiendas de que el tiempo se le ha echado encima y que tal vez haya perdido el último tren. "Quiero jugar a ser joven otra vez", dice. ¿Se puede? Llega incluso con una lista de todo lo que desea experimentar. Pero pronto el experimento acaba desviando su trayectoria. Las barreras de su moral old fashioned van cayendo a medida que ha de confrontar con el treintañero desprejuiciado, profesional, que sólo pretende que ella se encuentre relajada para poder disfrutar. También él, a pesar del papel que juega en el mercado de carne en el que se publicita, guarda heridas íntimas que acabarán aflorando. Y a ese desnudamiento mutuo es al que me refería en el título de la entrada. Y de esa medidísima evolución es de la que hablaba antes, cuando señalaba lo bien escrita que estaba.
Y no creo que olvide al actor irlandés, el tal McCormak, que es capaz de que no le tiemble el pulso ante este pedazo de mujer y de actriz. Su elegancia, su frescura, su empatía y trato humano, tal vez no esperable en un gigolo, que se alegra de aprender palabras nuevas, y que es capaz de mostrar toda la fragilidad que la herida familiar le hace llevar escondida para mostrarse como un profesional. La reflexión sobre la prostitución es de pasada y está muy bien resuelta por los argumentos de él, más interesado en descubrir la belleza de un rostro en el orgasmo. No hay moralina. Hay humor en las réplicas, en las situaciones inesperadas para ambos. La secuencia del baile entre los dos es de las que quedan como un momento de perfecta conexión. Hay mucho de empoderamiento femenino sin consignas de pancarta en la actitud de ella y mucho de aceptación en él. Como está recién estrenada, animo a ir a verla a lo largo de la semana próxima. Creo que el divertimento está asegurado.
José Manuel Mora.
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