La caza (The Fall), de Allan Cubitt y Jakob Verbruggen

De poder a poder

Esta vez sé que llego tarde, pero no siempre los serieadictos comparten descubrimientos. Mi sobrino Julio la recomendó y por fin le hemos dedicado unos cuantos ratos a esta serie colgada entre 2013 y 2016, La Caza, aunque su título original en inglés sea The Fall, que es como uno se la encuentra en Netflix, no sé el porqué del cambio. Son tres temporadas, diecisiete capítulos en total que, por lo absorbentes, necesita uno verlos al menos de dos en dos. Dos son también los responsables de esta producción para la BBC Two, Allan Cubitt quien ya escribió y dirigió Death and Nightingales (2018), miniserie que vi con agrado y Jakob Verbruggen, de quien vi The Alienist (2018) y, bastante antes, la estupenda  London Spy (2015). Las tres tiene algo en común, la búsqueda sin descanso de un asesino. Aparentemente un tema manido, aunque como veremos no lo sea tanto en este caso.



Hay sin embargo una diferencia capital. Lo más frecuente en estos casos es que el asesino se desconozca y que haya que intuir, a través de las pistas que la historia va dando, de quién se trata. Pero aquí vemos desde el principio al que comete las atrocidades, un aparentemente honrado padre de familia, Paul Spector (Jamie Dornan). La conmoción es tanta en Belfast, sobre todo en la zona limitada donde se producen los asesinatos, ambientados en 2012, que envían desde Londres a una experimentada detective, Stella Gibson (Gillian Anderson). Estamos pues ante un duelo entre dos seres de gran inteligencia, cada uno con sus traumas, que van a poner todo su empeño en proseguir con sus aberraciones el uno, y con su investigación implacable, la otra. La misoginia del asesino, que se vuelca en mujeres adultas, independientes, hermosas y solteras, se contrapone con la visión feminista de la detective. Ella tiene las cosas muy claras, lo que le permite poner en su lugar a los varones con los que se encuentra, tanto profesional como afectivamente. De una sexualidad desprejuiciada, actúa como suelen hacerlo los varones, tomando la iniciativa, pero sin violencia ni engaños, a las claras. Él ha sido muy bien elegido en el casting, porque su innegable atractivo físico se contrapone con sus terribles acciones, lo que no deja de crear una inquietud íntima en el espectador. Su trabajo como orientador familiar le permite expresar empatía con las personas a las que ha de ayudar, a la vez que su figura como padre amoroso todavía crea mayor desasosiego  ante la violencia que es capaz de desplegar, para la que se prepara a conciencia físicamente, a pesar de ser un hombre atormentado por sus vivencias anteriores. Es su debilidad íntima lo que le lleva a cometer las atrocidades. La "caza" es pues, doble: la que él ejerce buscando y persiguiendo a sus posibles víctimas y la que ella, de modo casi obsesivo, despliega con toda su lógica analítica, en cuanto deduce que se trata del mismo asesino.













Quienes rodean a los personajes forman parte de la sociedad irlandesa, tan conservadora, en la que los varones suelen ser duros, y posesivos, como sucede con el jefe de policía, Jim Burns (John Lynch). Los condicionantes políticos también están presentes desde el primer capítulo, así como la presión que la prensa ejerce, ante la que las autoridades están obligadas a dar explicaciones convincentes, así como la supervisión de las acciones por parte de los superiores. Se muestran también las actividades de forenses, personal sanitario, policías de a pie... En todos ellos se pone  de manifiesto la carga psicológica que sus tareas comportan. 


La personalidad de los dos protagonistas es atrayente, cada una por razones distintas y conforme avanza la trama vamos conociendo lo que los empuja y los desvela, lo que los angustia y los conmueve. Y en ello, la carismática Anderson, a quien no vi haciendo de Scully en Expediente X, pero con quien me divertí a lo grande en Sex Education, y que me provocó auténtico rechazo en su papel de M. Thatcher en The Crown mostrando su versatilidad, tiene una responsabilidad especial, su mirada ejerce un magnetismo imponente entre sus subordinados y en quienes la vemos actuar. Bellísima en sus casi cincuenta. Los primeros planos parecen taladrar su interior poniendo al descubierto sus más íntimas heridas, sus deducciones, su empatía con quienes la necesitan, su deseo incontenible. Dornan (estupendamente dirigido en Belfast y en las antípodas, literales y metafóricas en su papel The Tourist), está espléndido en su doble papel de esposo y padre cariñoso, y asesino meticuloso, que todo lo prepara al detalle, con una frialdad pasmosa. También aguanta los primeros planos con hondura, sobre todo en la tercera temporada, en la que uno no sabe verdaderamente a qué carta quedarse ante su amnesia. Los interrogatorios son de enorme intensidad, pero todo se sigue desarrollando con la misma calma que se ha mantenido en las dos temporadas anteriores. El cuelgue emocional que experimenta la cuidadora de los niños, Katie (Aisling Franciosi, la Lyanna Stark de Juego de tronos) casi resulta entendible, al igual que el sufrimiento de la mujer del asesino (Bronagh Vaugh), tan perdida ante lo que va descubriendo del hombre con el que ha vivido. Todo un derroche de profundización en actos y motivaciones, no sólo un thriller al uso. Angustiosa por momentos y atrapante. Muy recomendable para quienes como yo se la perdieron en su momento.

José Manuel Mora.






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