Todo esto te daré, de Dolores Redondo

En la Ribeira Sacra

Intento, al viajar, llevar en la maleta algún libro relativo a la zona que voy a visitar. En este caso mi compa de coral, Antonia, sabía de mis intenciones y me pasó uno que a ella le había gustado. REDONDO, Dolores. Todo esto te daré. Barcelona: Ed. Planeta, 2016, tercera impresión, noviembre del mismo año; 614 págs. Mi memoria flaquea y no me di cuenta de que ya había leído en 2013 algo de la autora, ambientada en el Baztán. El guardián invisiblePero en esta ocasión yo me dirigía a la Ribeira Sacra después de visitar la Marina Lucense. Galicia en lugar de Navarra.  


La autora consiguió con este libro el Premio Planeta, que como es bien sabido logra una enorme difusión entre los lectores de este tipo de literatura. Yo no soy muy amigo de seguir lo que me parece más un acontecimiento social que literario. La última "ganadora" resultó ser un trío de varones. Sin embargo, que la novela se adecuara a mi viaje, me hizo cargar con su voluminoso peso en la maleta y he conseguido leérmela en quince días. Y eso ya dice algo. La escritora es de San Sebastián (1969), pero parece que ha sido su hermana la que la ha animado a desplazar la acción del libro a otras latitudes. Después de dejar inacabados los estudios de Derecho y de dedicarse a la cocina profesionalmente como chef, parece que no se arredra ante nada. Ha seguido escribiendo en la línea bestselleriana que le caracteriza y que tan buenos resultados le da. Ella, por boca de su protagonista se hace una pregunta retórica adelantándose a posibles críticas: "¿No era acaso el número de ejemplares vendidos la prueba irrefutable de que no era más que un compositor de pastiches vendibles?" (excusatio non petita, acusatio manifesta).


La historia tiene un arranque que atrapa: Manuel, un escritor cincuentón, recibe la noticia de que su marido, Álvaro, de 44 años, acaba de fallecer en accidente de tráfico en una carretera de Galicia. Anonadado, viaja hacia allá para reconocer el cadáver y, al ponerse en contacto con el teniente de la Guardia Civil que lleva el atestado, descubre que todo puede ser más complicado de lo que pensaba. La familia a la que el marido pertenecía es poderosa en tierras e influencias.  Y quienes trabajan para ella son conscientes de que "no pasamos de ser criados, sirvientes, y si a alguno se le olvida cuál es su lugar, ellos se encargan de recordárselo rápidamente" (pág. 306). A ese pazo no parece haber llegado la modernidad. La dueña y matriarca del clan recibe el apodo de "el Cuervo".  He aquí uno de los elementos criticables del libro, ya que es un personaje de una pieza, mala malísima. 


El otro personaje que me chirrió fue el del guardia civil, homófobo declarado desde el primer encuentro con Manuel, que reivindica su elección con naturalidad y firmeza. Manuel, para quien "leer fue la fortaleza en la que defenderse mientras se batía en una guerra perdida contra el instinto exultante de su sexualidad" (pág. 41). Manuel, que acabaría transformado la fortaleza de la lectura en el palacio de la escritura desaforada, cuyos resultados leía siempre en primer lugar, Álvaro, su más estricto crítico. Sin embargo Nogueira, el teniente, de una pieza al principio, va evolucionando a lo largo de la historia. No sé si, alguien tan contrario a los homosexuales, podría evolucionar como éste lo hace. Da la impresión de que ello responde a la necesidad narrativa de la autora, para lo que hace que oculte un secreto desgarrador que lo martiriza. Con todo, me ha molestado menos que la dueña de As Grileiras, el pazo mencionado. El tercer vértice en el triángulo que investiga la muerte de Álvaro, y otras que se producen, es Lucas, sacerdote y antiguo compañero de éste. La búsqueda de la verdad de lo ocurrido causará un dolor extremo en Manuel, "huérfano de su aroma, roto de su ausencia" (pág. 124), que se da cuenta de que su marido le había ocultado media vida mientras él se dedicaba a escribir, y había levantado un emporio del vino en esa comarca orensana que se despeña por laderas imposibles hacia las aguas del Sil. 


Como en cualquier novela de corte policiaco, las sorpresas se van sucediendo y las pistas van llevando al lector hacia donde la autora quiere, para no desentrañar el misterio de forma inmediata. Es una especie de whodunnit que obliga a estar pendiente de cualquier detalle que nos ofrece y que seguro que nos despista más que nos orienta. La perspectiva es mayoritariamente la de Manuel, aunque salta a veces a la de Nogueira o a la de Lucas, en esos casos en modo de narradora omnisciente. La riqueza verbal, la variedad de su juego metafórico cae a veces en frases demasiado "literarias", un sólo ejemplo: "ser carcelero de su propio miedo" (pág. 406). Y es evidente la óptica " de parte", contra los explotadores, contra los ricos por cuna, contra los desmanes de la Iglesia, contra la homofobia latente y expresa. Todo un catálogo que sitúa a Redondo en el lado correcto de la Historia. En cualquier caso he de confesar que, consciente de los trucos de la escritora, la he leído con gusto y he conocido cantidad de detalles respecto al proceso viticultor de la zona. La anécdota y mi recorrido han viajado de la mano, envueltos en una niebla misteriosa, o en un orbalho que a veces se convertía en una auténtica cortina de agua que dejaba los campos como espacios habitados por trasgos, meigas y caminantes de la Compaña, llenos de humedad, musgo en los troncos, helechos secos, oxidados ya de otoño. 


La autora no engaña. Sus lectores ya saben qué es lo que van a encontrar. Planeta sabía también lo que hacía al concederle el galardón. Buena lectura a quienes se aventuren por estas tierras de belleza barnizada por un agua insomne que la vuelve más hermosa todavía.

José Manuel Mora. 
 














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