Close, de Lukas Dhont

Coleguis

Como ahora el cine se puede ver en diferentes medios, ayer comenté un documental al que accedí a través de una plataforma y hoy he ido a una sala oscura, casi completamente vacía. Al encenderse las luces he visto que éramos cinco personas. No es de extrañar cuando las pelis, si no vienen lanzadas por las majors y no gozan de una publicidad extraordinaria, no atraen al gran público. Menos, si se trata de una cinta belga, Close, escrita y dirigida por Lukas Dhonten compañía de Angelo Tijssens, de quienes ya vi y comenté aquí conmocionado su anterior título, Girl. La de hoy fue Gran Premio del Jurado en Cannes de este año. 


Dos críos, que se han criado juntos toda su infancia, que han compartido juegos y aventuras infantiles, se ven abocados al llegar al instituto, con trece años, a hacer frente a comentarios maliciosos sobre su estrecha relación. Las chicas verían más que aceptable que fueran pareja; los chicos, más crueles, se ríen de ellos. Y, lo que era una forma natural de estar, se convierte en algo que los va distanciando para evitar ser objeto de burlas. Y como el que toma la decisión es Léo (Eden Dambrine), al pobre Rémi (Gustav De Waele) no le queda otra que  intentar aceptar la separación del amigo del alma. Todo ello tendrá consecuencias. Y no iré más allá para no destrozar la historia.


El director, de sólo 31 años, ha construido la cinta estructurada en torno a las cuatro estaciones,  a base de primeros planos que retratan la hondura de los sentimientos de los chiquillos: la alegría de lo compartido, la sorpresa de las insinuaciones, la rabia de la reacción, el dolor de la ruptura... Debe de ser terriblemente difícil trabajar con críos tan pequeños, en este caso actores excepcionales, y llevarlos a ser capaces de expresar sus sentimientos con tanta verdad, con tanta intensidad. Tal vez los jovencísimos actores hayan entendido el miedo al rechazo, a la posibilidad de sentirse excluidos. Si ya es un drama que no te dejen jugar, que se rían de uno pasa a ser algo doloroso que cada quien intenta evitar como puede. Y a veces no se tienen las armas ni la madurez necesarias para hacerlo.  No hay melodrama, sino contención en cada mirada, imposibilidad de expresar los propios sentires, de formular las preguntas necesarias. Y sólo el paso del tiempo irá poniendo las cosas en su sitio, aunque el sentimiento de culpabilidad del rubiales puede que le acompañe toda la vida. La fotografía de colores saturados es todo un acierto, así como el bellísimo entorno de flores cultivadas, de campos vacíos. Muy acertada la opción de mostrar la incorporación al trabajo de los adultos al tiempo que se estudia, tan común en el mundo rural, como forma de ir consiguiendo la maduración. La peli me ha tenido durante toda la proyección con el corazón en un puño, conteniendo el aliento, como si algo no acabara de romperse, pero con el miedo a que se hiciera trizas en cualquier momento. Este Dhont demuestra que lo de Girl no fue un hallazgo fortuito. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. No debería pasar desapercibida.

José Manuel Mora.  



Comentarios