A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales

El horror

No es mucho lo que haya podido leer sobre nuestra "guerra incivil" en  libros de Historia propiamente dichos. Naturalmente, el conflicto se ha colado en diversos títulos del género literario al que me suelo dedicar, algunos de ellos referenciados ya aquí: El corazón helado, de Grandes, La guerra de nuestros antepasados, de Cercas, Capital de la gloria, de Zúñiga, Campo de los almendros, de Aub, pero tal vez sea cierto por una vez lo que reza la faja que publicita el libro: "Ningún relato o novela sobre la guerra civil puede compararse con este título". CHAVES NOGALES, Manuel. A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. Barcelona: Libros del Asteroide, 2013, con introducción de María I. Cintas, prólogo del propio autor en el París de 1937, y ya en su decimocuarta edición, con 311 págs. 


Chaves Nogales (Sevilla, 1897 - Londres, 1944) es de esos autores que se citaban de pasada cuando estudié la carrera, y que acabó formando parte de los escritores exiliados, perdedores de una guerra en la que no combatieron. Periodista, cronista, autor teatral, masón, y de talante "pequeñoburgués liberal", próximo a Azaña, habiendo viajado a la URSS, se declara en el prólogo "antifascista y antirrevolucionario por temperamento" (pág. 4), y además experimentaba "un odio insuperable a la estupidez y a la crueldad" (íbidem). Consideraba que había "idiotas y asesinos [...] en los dos bandos que se partieron España" (pág. 5). Era consciente de tener méritos bastantes "para haber sido fusilado por los unos y por los otros" (íbidem). Protestaba "contra todas las dictaduras, incluida la del proletariado" (pág. 6), aunque supo apostar por "defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados" (íbidem). El Gobierno salió de Madrid, y dice "me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido" (íbidem). Marchó con su familia a París, de donde tuvo que viajar a Londre,s al estar en el punto de mira de los nazis, y el presente libro lo publicó en Chile en 1937. Confiesa: "Cuento lo que he visto y lo que he vivido" (pág. 10). Tal vez por ser contrario a los totalitarismos, su obra quedó relegada hasta los años noventa. Los Libros del Asteroide ha publicado ahora su obra completa.


En una nota introductoria el escritor señala que los once relatos que componen el libro no son fruto de su fantasía, que todos parten de personajes definidos, que sólo por la cercanía de los hechos quedan velados en sus identidades. El primero de ellos, "¡Masacre, masacre!", nos sitúa in media res, en un Madrid bajo las bombas, amenazada desde dentro por los quintacolumnistas y por las represalias que las "escuadrillas de la venganza" se toman tras cada bombardeo, enfrentando a padres con hijos. En estas situaciones de conflictos los individuos viven contradicciones íntimas, más al no ser los personajes de una pieza. Y así, en "La gesta de los caballos", en una finca del Sur,  vemos enfrentados al "señorito con el maestrito rojeras", amigos que fueron en la infancia. En "A lo lejos, una lucecita" aparecen anarquistas, comunistas, enfrentados entre ellos y falangistas, militares facciosos, quintacolumnistas que se hacen señales en la noche... 


Hay poco adorno en la prosa de Chaves. Por eso, cuando surge la imagen, de enorme fuerza expresiva, su belleza aún conmueve más. "Sembrando la nieve que pisaba con las amapolas de sus esputos sanguinolentos" (pág. 98); o esta otra: "Afuera, en el cuenco negro de la noche" (pág. 189). En el siguiente, "La Columna de Hierro", traslada la acción a Valencia, donde las luchas entre anarquizantes, socialistas, comunistas, republicanos ponen de manifiesto que fue una guerra dentro de otra. Cuando aparece alguien con una sensibilidad para el arte, por ejemplo, el encargado de poner a salvo "El tesoro de Briesca", acaba confesando que se siente "el asco y la vergüenza de vivir y ser hombre" (pág. 148).  


También hay espacio para traer a colación a los moros que Franco acaudilló, "Los guerreros marroquíes", igual de feroces que los republicanos en el combate, pero tratados algunos de ellos como "aquel puñado de valientes" (pág. 180).  Otro de los títulos es emblemático, "¡Viva la muerte!, grito de falangistas y legionarios, situado en el momento del levantamiento militar. En la sierra madrileña luchan los fascistas contra las gentes del pueblo serrano. En esa ocasión "aquellas tropas de moros y renegados fueron casa por casa rompiendo [...] y matando [...] Y tras los moros y los renegados, los hijos de los señoritos" (pág. 204). No hay cuartel, ni siquiera para unas pobres camareras de hotel,  una de ellas "se nos derrumbó y hubo que llevarla junto a la pared a puñados" (pág. 213). 
 

Una de las figuras que se alza en estos relatos con fuerza inusitada es la de "Bigornia", "un ogro jovial y arrabalero" (pág. 217), que participa en el asalto terrible al Cuartel de la Montaña y que, como era obrero metalúrgico, acaba convertido en un tanquista heroico. En el titulado "Consejo obrero", queda de manifiesto el conflicto entre el PC y la CNT, y cómo un carné podía salvar una vida. También la calaña de algunos: "La revolución ha triunfado para que yo, ¡yo!, pueda vengarme de esa canalla" (pág. 272), y además "el miedo odioso  del sectarismo al hombre libre e independiente" (pág. 278), que era como Chaves se sentía. "El refugio", con el bombardeo sobre Bilbao (ese padre con su hija, extraída de los escombros en brazos, no se me va a olvidar), y el último, "Hospital de sangre", entre heridos destrozados por la metralla, son muestra perfecta del horror que se vivió en aquella confrontación fratricida, convertida aquí en alta literatura, que deja honda huella en el lector. Libro de lectura que debiera ser obligatoria entre los estudiantes de Bachillerato, ahora que en Ukrania se mata y se muere entre gentes que hasta hace nada habían formado un país, a pesar de ser un pueblo mixto. Malditas guerras.

José Manuel Mora.








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