Causa própria, de João Nuno Pinto

Jueza

Son varias las motivaciones que me llevan a escribir estas reseñas: una de ellas es no olvidar lo que veo y recordar la impresión que lo visto me causó. En otras ocasiones el impacto social de una serie es tal que parece de obligado cumplimiento entrar en la corriente colectiva para formarse opinión propia. Sucede  a veces que lo que se descubre es tan peculiar, o tan poco frecuente, que uno desea compartirlo. Este es el caso de Causa própria, de João Nuno Pinto, con un guión escrito a ocho manos, en el que no ha entrado el director. Es tan poco lo que llega del país vecino que me produjo curiosidad asomarme desde HBO a una historia de tan sólo siete capítulos. El título en inglés Natural Law, ("Ley natural"), puede dar alguna pista.

Una jueza joven, divorciada y con dos hijos adolescentes, ha de enfrentarse al asesinato de un colega de instituto de su hijo, muerto en extrañas circunstancias en medio de la noche y de un parque, en un pueblo pequeño e innominado, lo que altera la tranquilidad de todos. El crimen tiene tintes homófobos, dado que el chico ya había padecido acoso por parte de algunos compañeros, dado su aspecto y su actitud. En la investigación participan una pareja de policías, concienzudos y serios. Al tiempo, vamos presenciando momentos de otras audiencias en casos diversos, en las que se ve a abogados que lo dan todo con tal de salvar a sus defendidos, y reacciones del público presente, lo que nos va dando una visión más cercana de nuestros vecinos, esos desconocidos. El conflicto que parece interesar al director es el íntimo de la jueza, al ver que sus decisiones pueden afectar a su familia. Los juzgadores no dejan de ser humanos. La acción es pues, doble. De un lado la investigación policial, noir a la portuguesa, lejos ya de los acostumbrados ambientes nórdicos. De otro, la trama judicial que va deparando sorpresas, como lo hace la búsqueda de pruebas y los interrogatorios policiales. Ese entrelazamiento de las dos líneas argumentales es uno de los aciertos


El otro está en la sobria realización, sin golpes de efecto, y en el reparto. Un grupo de actores para mí desconocido, vemos poco cine portugués, encabezado por una muy creíble Margarida Vila-Nova, Ana, la jueza que pasa de tener una vida asentada en sus años de oficio, en la crianza de sus dos hijos y en su pasión por la jardinería. La toga cambia a la actriz.  Mario, el policía, es Nuno Lopes, eficiente, correcto en el trato con los detenidos, sensible y solitario, que es ayudado por su compañera, Catarina Wallenstein, colaboradora fuera de los estándares aspectuales propios de una policía. Y el hijo de la jueza, Afonso Laginha, el oscuro adolescente, introvertido y brillante con el cello, y que parece guardar un secreto que no quiere compartir con nadie. 


Aunque la historia se cierra por completo, parece que se deja abierta la puerta  a una continuidad de casos juzgados por la magistrada. Otro modo de seguir conociendo a nuestros vecinos y de escuchar ese idioma musical que estudié en Salamanca durante dos años y que tengo por completo oxidado.

José Manuel mora.




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