Decision to Leave, de Park Chan-wook

Amor imposible

Últimamente parece que me ha dado por las cinematografías exóticas. Hace poco Portugal, luego Austria, y ahora Corea. No es buscado, sino fruto de la "causalidad", que decía D. Julio. No pude asistir al preestreno del jueves pasado y la veo ahora con mucha menos gente. Ya adelanto que si se mantiene en cartelera la semana próxima, los que no la hayan visto deberían apresurarse a no perdérsela. Decision to Leave es la última película dirigida y coescrita por Park Chan-wook, junto a su colaborador habitual Jeong Seo-kyeong. Aunque parece que es muy reconocido en su país, yo no he visto su filmografía anterior, nada menos que once títulos, de la que parece sobresalir Old Boy.


Un hombre se despeña desde lo alto de un pintoresco promontorio que parece sacado de una lámina de papel de arroz pintado con tinta china, algo que vuelve a suceder en el viaje turístico a un templo o en las imágenes finales en una playa, llena de peñascos azotada por unas olas inmisericordes y una bruma que todo lo envuelve y que aparecerá en el maravilloso bolero que acompaña a los créditos finales. La policía investiga su muerte y surgen las dudas sobre la participación en el hecho de su joven y hermosa mujer (Tang Wei), de procedencia china, lo que en Corea puede suponer un plus de sospecha. El inspector (Park Hae-i), un  estupendo cocinero doméstico de finísimo paladar y perenne insomne, encargado de la investigación, a pesar de sus sospechas, se enamora perdidamente de ella, auténtica femme fatale, lo que enmascarará pistas y pruebas. De esta breve sinopsis se deducen las dos líneas argumentales, el thriller y la desatada y conflictiva historia de amour fou


A pesar de la atracción irresoluble a la que no le hacen falta escenas de cama, el director opta por la contención expresiva de ambos, miradas intensas de él, pero sobre todo por el hieratismo y la frialdad de ella, a la que le cuesta derramar una lágrima, lo que acrecienta el deseo de los dos, al que se opone la contundencia de la investigación y las pruebas. Todo ello en un mundo como el coreano, donde las novedades tecnológicas están a la orden del día, móviles, grabaciones de audio y vídeo, cámaras, que a veces más que ayudar, lo que hacen es complicar las relaciones, la vigilancia, los interrogatorios. La manera de filmar del director es pausada y sorprendente en planos en los que aparece un personaje que no está físicamente en el lugar, pero que está siendo pensado por quien se encuentra en escena. La naturalidad y la belleza de lo que capta la cámara y de sus movimientos, deja el asombro en los ojos del espectador. La hermosa fotografía de Kim Ji-yong  y una partitura conmovedora de Cho Young Wuk junto a la Quinta de Mahler, ayudan a crear el ambiente adecuado para que nos sumerjamos en ese torrente de emociones contrapuestas.


Ha habido momentos en que la pasión contenida de los protagonistas me ha traído a la cabeza la maravilla de  Deseando amar (2000), y las constantes dudas del protagonista de Vértigo (1958). Los personajes, servidos por dos magníficos actores, para mí desconocidos, que son capaces de trasmitir la tensión sexual en unas miradas profundas, incluso a través de la respiración acompasada, están llenos de aristas, sobre todo el de ella, lo que se añade a su dificultad con el idioma que no domina, aunque algún secundario pone una nota leve de humor en la trama, con pinceladas de buddy cop movie, que se va diluyendo conforme nos acercamos al dramático final, en el que la cursilería podría rozarse y que, gracias a la implicación del director con la moralidad y profesionalidad del policía, sin embargo, pone un nudo en le garanta ante esa puesta de sol definitiva y la canción que vuelve a sonar mojada por la bruma. Hacía tiempo que no veía un film tan apasionado, laberíntico y conmovedor.

José Manuel Mora.



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