Holy Spider (Araña sagrada), de Ali Abbasi

Fetua

A veces una referencia, incluso breve, puede predisponernos a no ver una película. Esto es lo que me sucedió en esta ocasión. Sin embargo quienes la vieron en el prestreno me dijeron que, a pesar de la dureza, era algo que había que ver. Es cierto que confluían algunos elementos de extrañeza en Holy Spider (Araña sagrada). Se trata de un film danés dirigido por un iraní nacionalizado allí, Ali Abbasi (Teherán, 1981), aunque conserva el pasaporte iraní. Se trata de su tercer largometraje (Border tuvo buena acogida), escrito en colaboración con Afshin Kamran Bahrami a partir de un suceso real ocurrido en 2001, lo que se contextualiza en el filme a partir de unas imágenes de la televisión. El director todavía vivía allí cuando sucedió todo y debió de dejarle huella.  Dada la situación de su país, no pudo rodar allá y hubo de recrear la ciudad santa de Mashhad en Jordania, tras la negativa de Turquía.


Un probo ciudadano, Saeed (Mehdi Bajestani)casado y con tres hijos, excombatiente, decide comenzar a asesinar a prostitutas por considerarlas impuras. Y lo hace con 16 de ellas. La decimoséptima frustra su acción y a ello le sigue el encarcelamiento y subsiguiente juicio. Todo esto que cuento no supone un destripe del argumento, ya que la carga de la cinta no recae en la tensión policial (conocemos al asesino y lo poco interesada que está la policía en descubrirlo), sino en el retrato social de aceptación de esos crímenes,  y en la búsqueda de la periodista que viene de la capital con ánimo de investigar lo que sucede en una barriada del extrarradio, de callejones oscuros, donde es fácil hacer desaparecer a alguien y esconderse después en el anonimato de la "normalidad". Si ya es terrible la violencia ejercida contra unas mujeres que se ven abocadas a la prostitución, la motivación del fulano, como si hubiera recibido una orden de "arriba", aún resulta más incomprensible a ojos occidentales. En su vida de albañil no da la impresión de haber un sentido, más allá de mantener a su familia. Él necesita convertirse en un mártir de la fe. Y al parecer la opinión pública da la impresión de apoyar su "limpieza".  


Lo que se inicia como un thriller terrorífico en el que se muestran con crudeza los asesinatos de las mujeres, se convierte pronto en la investigación periodística de Rahimi (Zar Amir Ebrahimi) ayudada por un colega, y sobre todo en la última parte, en la que se radiografía lo sucedido desde el punto de vista religioso, político y social. La misma actriz de telenovelas, exiliada en París tras su condena a diez años de prisión por la difusión de un vídeo íntimo sin su permiso, ha sido capaz de encarnar aquí a un personaje que se debate entre la obcecación de su cometido y el peligro en el que sabe que se está metiendo. 

Lo sucedido en 2001 parece rimar tristemente con la condena de 26 años hace una semana al futbolista que se atrevió a criticar la persecución de las mujeres por parte de la "policía de la moral" (¿qué moral? ¿la impuesta por los clérigos? ¿qué hay de la que se ajusta a las propias necesidades o convicciones?), al estar llevando a cabo una protesta desde la muerte de Mahsa Amini en comisaría, donde fue conducida por llevar mal puesto el velo. Y lo que hace que uno salga del cine totalmente derrotado es ver cómo esa misoginia, ese desprecio por la libertad de la mujer que subyace en todas las religiones del Libro, acaba trasmitiéndose y heredándose. Es evidente que la cinta no se verá en el país que retrata, dado el fundamentalismo de sus gobernantes y el ajuste de cuentas que supone por parte de su director. Sociología y denuncia van unidas aquí, en esta película oscura, desgarradora, terrible, que duele de tan real como es. 

José Manuel Mora.


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