Cantando bajo la lluvia, de Àngel Llàcer y Manu Guix

Puro teatro

Tengo sentimientos encontrados. La película de S. Donen, que vi en su momento (aunque se rodó en 1952), me resultó tan divertida y tan deslumbrante que se convirtió para mí en algo mítico. Tan es así que la he vuelto a ver cada vez que he tenido ocasión y siempre ha sido motivo de gozo. Por eso, cuando vi anunciado el musical aquí en el Teatro Principal hasta el domingo 28, tenía mis dudas respecto a ir o no a ver el espectáculo Cantando bajo la lluvia, creación teatral de Àngel Llàcer y Manu Guix, encargado de la dirección musical. Sin embargo el nombre de ambos fue lo que me convenció, dado el saber escénico de estos catalanes. También el haber leído una crítica elogiosa tras su estreno en Barcelona. 


Hay otro elemento que podía haberme disuadido, y era la duda sobre el resultado de la traslación a las tablas de aquellas imágenes tan deslumbrantes del color de los años 50. Y, como buen musical, el espectáculo arranca con una obertura a cargo de un grupo de nueve músicos en el foso, dirigidos por la mano sabia de A. Gallén, y uno en seguida reconoce los temas tan familiares de la peli. La escenografía, de E. Planas es dúctil y polivalente, de gran movilidad, con una iluminación adecuada  a cada momento de la representación, que permite que las transiciones sean a veces casi imperceptibles. Pronto se da uno cuenta de que la coreografía de M. Benedited, y la banda sonora son adaptaciones muy trabajadas. Las canciones son en castellano, con un acierto casi necesario en la decisión de que el Singing' in the rain sea cantado en inglés. El elenco está integrado por cerca de treinta actores, cantantes y bailarines, con una preparación física y baletística muy completa: dominan el claqué, a veces hay referencias a números de B. Berkeley, y del momento "C. Charisse" salen con éxito. 


Trasladar el rodaje de una película en el tránsito al cine sonoro, suponía un auténtico reto a mi modo de ver. Y sin embargo la tecnología permite que veamos las imágenes rodadas en B/N, y posteriormente la sincronización necesaria de la imposible voz doblada de Lina Lamont. El personaje viene encarnado con gran vis cómica por Mireia Portas. La escena de la logopeda intentando que pronuncie con precisión y voz "redonda" la famosa frase de "no pedo acetarlo", vuelve a desencadenar en el público risas sin cuento. Hay ruptura de la cuarta pared y cercanía con los espectadores del patio de butacas, con los que se llega a interactuar. Diana Roig hace el papel de la muchacha que intenta abrirse paso en el cine, Kathy Selden, y que acaba enamorada del famosísimo actor de cine mudo, Don Lockwood, en la piel anoche de Adrià García. Ambos desprenden buena química, cantando y bailando con precisión de profesionales, pero he de reconocer que Ricky Mata en el papel de Cosmo, se lleva la función de calle. En el número del Make'em laugh  está graciosísimo y la escena del trabalenguas queda clavada por parte de ambos.


La representación, con un pequeño entreacto, transcurre sin que ceda el ritmo y la diversión de actores y espectadores. Estoy seguro de que en el teatro había mucha gente joven de mi edad, que habrá gozado con un espectáculo que no pretende eclipsar ni copiar el original, porque es imposible. Llàcer ha decidido multiplicar la apuesta por siete, lo que da espectacularidad al número de los paraguas, necesarios, ya que llueve de verdad. 


Y quienes no conocían la película, tal vez hayan salido con deseos de verla, lo que los volverá a hacer disfrutar a lo grande. Cierran con un número final interpretado por toda la compañía vestidos de modo uniforme, como en una apuesta democrática, en la que no se distinguen los protagonistas del resto del elenco. Puro teatro lleno de vitalidad, un musical que anima seguir cantando mientras llueve. Y que caiga limpica.

José Manuel Mora. 







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