Como bestias, de Violaine Bérot

Interrogatorio

Es bueno tener diversas fuentes para orientarse uno en la selva de lecturas que se nos ofrecen, clásicos o actuales, en español o en otros idiomas. Cabe la posibilidad de llegar a agobiarse ante la abundancia de sugerencias. Lo importante es que las fuentes sean fidedignas: Pascual, Marta, las libreras de 80 Mundos, Merxe, Isabel, Josep, Clara, las reseñas, el azar, la intuición... Todo esto es para decir que, sin que me lo hubieran puesto en las manos, yo no hubiera llegado a saber de Bérot, Violaine. Como bestias. Barcelona: Editorial Las Afueras, 2022. Trad. excelente de Pablo Martín; 138 págs. Un librito de formato curioso, agradable y que se deja leer con rapidez. Veremos por qué. 

La autora ha nacido en la vertiente norte de los Pirineos (1967), y es en esos valles y montañas donde sitúa la historia que nos presenta. Y uso ese verbo, porque no hay aquí un narrador que cuente lo que sucede. Bérot, licenciada en Filosofía, es ingeniera informática y ha sido formadora en este campo. Luego ha cuidado cabras. Ahora se dedica a escribir. Lleva publicando narrativa desde 1994. El incesto, la maternidad, la violencia dentro del matrimonio, los lazos de familia, son los temas que aborda en sus novelas. Se dice que es el secreto mejor guardado de las letras francesas, además de ser absolutamente atípica en el panorama literario de nuestros vecinos, tan "académicos" ellos. 


Decía que la escritora "presenta" la historia a través de una pluralidad de voces, siempre en primera persona, que pronto deducimos que están declarando ante "la autoridad". No conocemos las preguntas, pero la sabiduría de la autora en las respuestas nos permite deducirlas, así como saber de quién se trata en cada caso. Cada una de estas declaraciones conforma un capítulo, en general breve. Con ellas nos vamos haciendo idea de lo sucedido. La maestra, un compañero del colegio, el vendedor de la casa, un vecino, un cazador, un vaquero, un montañero, el cartero, la farmacéutica... Entre todos van configurando el retrato de "El Oso", apodo que han puesto desde sus tiempos escolares a un muchacho de 12 años, que "siempre ha tenido una discapacidad mental" (pág. 15, dice la maestra), grande, fornido, que no es capaz de hablar, "Jugábamos a aterrorizarlo [...], gamberradas de mocosos. Éramos muy crueles" (pág. 21, confiesa un compañero), al que todos sienten como un ser extraño, distinto por diferente, por no responder a los estándares, que posee, valga la paradoja, "una fuerza aterradora, una ternura excepcional" (pág. 25) y, que como declara un alpinista que lo conoce por haberlo observado, "sería incapaz de hacerle daño a una mosca" (pág. 43). La madre se ha negado a que sea ingresado en un centro especializado y ha acabado fundido en la naturaleza, en absoluta libertad: "Mariette y su hijo no son unos salvajes, todo lo contrario, son unas personas estupendas" (pág. 63, dice uno que los visita). Al parecer el mozo tiene un don especial: es capaz de  curar a las bestias. "El gran Mudito no hace el mal, sino que lo cura" (pág. 73). Ese pacto de respeto mutuo y colaboración dura veinte años.


La inquisición comienza cuando se sabe que allá arriba, en una gruta, parece que vive también una niña. Se desconoce su procedencia ni qué relación guarda con madre e hijo. Han empezado las habladurías. "Se había organizado una emboscada para rescatar a una niña" (pág. 41), lo que tendrá consecuencias nefastas para El Oso y para su madre. Los cazadores declaran: "Pensamos desde el primer momento que tenía escondida a la niña en la gruta de las hadas" (pág. 49). Y he aquí que de este modo, unos hechos que se nos muestran con un tono naturalista, alcanzan un nivel casi mitológico. Esas hadas van cantando unas cancioncillas entre capítulo y capítulo. A través de sus reiteraciones, de su salmodia, sabremos que ven con ojos muy críticos las vidas de las gentes del valle. Ellas parecen encargadas de proteger. Son seres del folklore, pero también denunciantes.

Nosotras
las hadas
vemos
lo que algunos hombres
a veces
hacen a las mujeres
sin pedirles
permiso
                              (pág. 127)

El clímax dramático va in crescendo. Llega al culmen con la declaración de la madre. Y aquí es donde la óptica va cambiando y surgen las dudas. ¿Quiénes son los auténticos animales? ¿El Oso, curador de vacas y protector de la niña o quienes son capaces de saltarle encima "como bestias" (pág. 110)?  La sencillez en que todo se va presentando, incluso hechos reprobables, hace que se nos plantee a los lectores un dilema moral. ¿Qué está bien? ¿Qué está mal?  ¿Son creíbles las habladurías o lo son más las leyendas? El miedo desata el drama en un final brutal e impactante. Género negro y fábula se dan la mano en esta narración sorprendente, intensa, emocionante. Hacía tiempo que no encontraba nada tan novedoso desde el punto de vista narrativo. Muy recomendable.

José Manuel Mora. 







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