La reina Carlota, de Shonda Rhimes

¿Reina regente?

He estado tan atareado con el relato del viaje a Roma-Nápoles, que no he tenido tiempo de dejar constancia de una serie con la que he disfrutado mucho. Se trata de una precuela (me encanta el neologismo, ya integrado por la RAE, aceptable dentro de la línea de formación de palabras proveniente de "secuela", lo que sigue, por lo que hay que entender aquí que es lo que antecede). Hablamos de Los Bridgerton (I y II), que tan buenos ratos me hicieron pasar con amores y desamores en una corte llena de cotilleos. Netflix ha colgado una serie que hace referencia a la misma época de la nombrada, a su universo, pero en la que hay pocos personajes que se repitan. La reina Carlota: una historia de los Bridgerton es un proyecto de la afamada guionista, directora y creadora estadounidense Shonda Rhimes. Son tan sólo seis episodios, con lo que uno se la puede beber de tres tragos.


Empezaré aclarando el título que le he dado a esta entrada. Ya conocíamos a la Reina Carlota (que vivió en la realidad entre 1744 y 1818) de las dos temporadas previas, pero aquí la creadora de la serie se retrotrae a su juventud en Alemania, donde nació, y a su concertado matrimonio con Jorge III de Gran Bretaña en 1761. En el primer capítulo la voz de Lady Whistledown, Mme. Cotilla, nos advierte de que el personaje está inspirado en hechos reales, así como que la relación de los contrayentes fue feliz mientras la salud mental del rey no se deterioró, lo que supuso su posterior y fatal aislamiento. De ahí el título al que me refería, ya que, sin nombramiento oficial, Carlota ejerció como tutora de su hijo mayor, el auténtico regente, y tuvo a sus numerosos hijos bajo su tutela. La guionista se concede una pequeña licencia: se la imagina negra, por sus al parecer remotos orígenes africanos. Su presencia hizo que tuviera lugar un "experimento", que nunca se produjo en realidad: que las personas de raza negra se integraran en la corte y ascendieran en la escala social, cosa que quedaba ya plasmado en la serie de origen. 
 

La inteligencia de la guionista ha hecho que, más que de la tormentosa historia de amor de la pareja, haya estado pendiente del dibujo de personajes, el de la joven reina (la británica India Amartifio, a quien habrá que prestar más atención, ya que no la recordaba de Sex Education ni de Line of Duty), de su fuerte carácter, de su inteligencia para ir consiguiendo lo que cree que le es debido. Y además de la pasión por las estrellas y de la enfermedad de su marido el Rey Jorge (un nada edulcorado Corey Mylchreest), cruelmente tratada según los conocimientos médicos de la época, ella ha de bregar con las intrigas de poder y con la reina madre (severa, puntillosa, contenidísima, Michelle Fairleyquien, a pesar de saber cuál es el papel de la mujer en aquella corte de poder masculino, es capaz de mantener firmes a los miembros del gobierno, con tal de defender a su hijo y, lo que para ella es vital, pelear por lograr un futuro nieto y heredero. Los enfrentamientos entre ambas son de antología. 



El otro gran asunto es el de la situación de la gente de color en una sociedad tan clasista y racista como la británica, si eso hubiera sido posible. El modo en que luchar por hacerse un hueco entre los pudientes, apoyándose en exitosos éxitos comerciales, o cómo han de pelear para mantener lo conseguido. El papel de Lady Danbury joven (la genial, desprejuiciada y bellísima Arsema Thomas) es fundamental en la lucha por sus derechos una vez que se queda viuda, para lo que le conviene ganarse el afecto de la joven reina. Resulta ser la que ya conocimos con bastón (estupenda Adjoa Andoh) en la serie primigenia y aquí la tajante, desprejuiciada, y liberal consejera y amiga de la madre los Bridgerton (la siempre en su sitio Ruth Gemell), quien tiene además acceso a la Carlota adulta (impecable Golda Rosheuvel), que se desvive por que sus hijos hagan matrimonios convenientes para que den un heredero legítimo a la corona.




























A la vista de las fotos que he dejado, queda claro que Rhimes ha doblado la apuesta en lo que a diseño de producción se refiere. El vestuario y las localizaciones son fastuosos, el lujo y la ostentación parecen retratar la corte a la perfección, así como la banda sonora, con adaptaciones de canciones actuales. Con todo ello, creo que habrá quedado claro que me ha parecido un excelente entretenimiento visual y unas agudas reflexiones, aunque sean anacrónicas, en el sentido de no correspondientes a la época que retrata. 

José Manuel Mora.



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