45 Revoluciones, de R. Campos y G. Neira

R&R en tiempos de la dictadura

He aquí que no recuerdo por qué empecé a ver la serie. Sin embargo, que fuera de una única temporada (trece episodios), y que se ambientara en los años sesenta, los de mi incipiente juventud, acabaron por decidirme a comenzarla. 45 Revoluciones no parece ninguna novedad, es de 2019. Ramón Campos y Gema Neira son sus creadores y también dirigen, además de haber escrito un guión que se dice "basado en hechos reales". La serie se puede ver ahora en Netflix, aunque la produjera inicialmente Atresmedia. Ya adelanto que no me parece, como otras comentadas aquí, esencial para la supervivencia. Pero... 

Años sesenta. La música experimenta un cambio radical, debido a los aires provenientes de Gran Bretaña. Recuerdo en mi adolescencia haber oído llamar "melenudos" a quienes, empezando por su atuendo y aspecto, rompían con lo establecido por su forma de entender la música popular, lejos de las líneas melódicas predominantes, lo que se juntaba con el fenómeno de las fans (diminutivo de fanáticas aplicado a las seguidoras de los grupos que iban surgiendo), y a que  cantaran en un idioma  que entonces nadie entendía, el inglés, lo que  suponía un atentado para el nacionalismo franquista. Tres son los vértices fundamentales de la historia: Robert (Carlos Cuevas), un jovenzuelo que llega de Alicante dispuesto a triunfar, Guillermo (Iván Marcos), un cazador de talentos que ha creado un nuevo sello discográfico que pueda acoger este tipo de artistas, y Maribel  (Guiomar Puerta), pianista titulada, que se acaba convirtiendo en productora. Historia de amor y de lucha por alcanzar el éxito. Algo bastante manido.

¿Qué es pues lo que me ha llamado la atención y ha hecho que no abandone? Pues los apuntes sociológicos de la época. La madre de Maribel, Carmen Gutiérrez,  no puede abrir una libreta bancaria a su nombre y su única preocupación es casar bien a la niña. Tanto ella como su marido, un estupendo Pere Ponce, hace tiempo que se engañan mutuamente y que siguen juntos por mantener las apariencias. Es el mundo de la pequeña burguesía, en el que el hecho de que la hija quiera seguir sus inclinaciones y no ser un ama de casa que repita el patrón, resulta casi subversivo. También, en el mundo de la música, salirse del tiesto puede tener consecuencias. Robert acaba en el calabozo por no tener carné de artista ni estar sindicado; el compositor de los temas también termina entre rejas, por estar fichado al haber sido sorprendido en un bar de ambiente y haber sido denunciado por la madre de su pareja, como en O. Wilde. Las mujeres que trabajan en la discográfica parece que sólo pueden aspirar a ser secretarias... Y así con todo, incluida la censura de los temas y de las actuaciones, que me trae a la cabeza las que se están empezando a producir con los gobiernos de derechas que han surgido en las municipales y autonómicas. Se ponen de manifiesto las contradicciones inherentes a querer lograr objetivos a base de "bajarse los pantalones" ante el Régimen. 

Cuevas, a quien vimos hace poco en un papel muy divertido en la serie Smiley, está, espontáneo, fresco, tierno en un papel que le ha exigido cantar las canciones. No conocía a Guiomar Puerta, intensa, auténtica, aunque atropellada en la dicción, dado el ritmo que los directores han querido imprimir a la serie, como si se comprimiera un disco de 33 r.p.m. en uno de 45. Es la misma rapidez de la planificación con travelings rapidísimos por las oficinas ubicadas en las Torres Blancas, aunque éstas sean algo posteriores en su construcción. A Iván Marcos tampoco lo había visto antes, dado que no sigo las series emitidas en abierto. Pero se faja extraordinariamente bien con Israel Elejalde, al que conozco de sobra. Los jerséis de cuello vuelto, las minifaldas, la ropa de la madre de Maribel, el constante fumar en interiores, me han retrotraído a mis años de bachiller. La producción en general está cuidada y todo resulta muy creíble.  Es cierto que puede ser algo predecible por momentos, pero se ve con agrado y a mí me ha supuesto unos ratos en plan remember.

José Manuel Mora.


 





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