El Rey de Bastos, de Alberto Cardín

Cuentos contraculturales 

No suelo escoger los libros por su cubierta, aunque en ocasiones ésta sea de lo más atractiva, como sucedía en la novelas de J. Marías sin ir más lejos. Sin embargo, el colorido y la sencillez del trazo de la imagen de la tapa del que voy a comentar picaron mi curiosidad, aparte del hecho de que la editorial me era por completo desconocida, como su autor. CARDÍN, Alberto. El Rey de Bastos. Antología de relatos escritos con pluma. Madrid: Ed. Asociación Cultural Amistades Particulares, 2023. Prólogo de Augusto F. Prieto. 158 págs. Las de respeto en negro y el ex libris del colofón, de Aubrey Beardsley, son auténticos touch of class. La editorial, sin ánimo de lucro, presume de editar pocos ejemplares de cada título y de intentar rescatar obras olvidadas. 

Cardín (Asturias, 1948 - Barcelona, 1992), profesor de antropología, escritor, traductor, editor, poeta (Indículo de sombras), y enorme polemista, ejerció de intelectual, incómodo por heterodoxo, en los años 70. Fue pionero en estudios sobre disidencia sexual. Fundó junto a Jiménez Losantos (¡!) y Biel Mesquida la revista Diwan y colaboró en El Viejo Topo y Ajoblanco. Creó la colección "Rey de Bastos", dentro de la editorial Laertes, especializada en literatura homosexual. Consideraba la promiscuidad una forma de emancipación sexual y social.  Y los cuentos que aquí se incluyen podrían ser la crónica de una época y de una ciudad, Barcelona, que yo visitaba por entonces, y que me parece reconocer en el deambular de sus personajes y colegas de promoción, Ocaña, Nazario, Terenci, Goytisolo y tutti quanti, en el momento en que se produjo la primera manifestación de homosexuales visibilizándose en 1977. Partidario además de la convivencia del castellano y el catalán, eso lo desterró de aquel territorio. Su muerte por el sida, enfermedad que confesó padecer en 1985, lo convirtió en un posromántico con aire de malditismo. Su formación de antropólogo lo hizo transitar en sus análisis, desde la cultura homosexual, el homoerotismo de origen griego, a la abiertamente gay, proveniente de los USA, más rompedora. 


Los ocho relatos que aquí se incluyen podrían ser considerados pornográficos según la mirada de quien lea, como sucedió en la época de la transición, cuando se publicaron con otro título, Detrás por delante (1978). De hecho, y como su intención era épater les bourgeois, el primero de ellos, "Pasión y vida de Renata Saldaña", trasunto del Ocaña antes citado, es de una crudeza explícita muy potente, que pretende subvertir el discurso dominante entonces, profundamente machista y homófobo, con el relato del final de una orgía. En una época en la que Internet no existía, el autor derrocha referencias culturetas a porrillo: literatura, filosofía, cinematografía, arte..., lo que muestra su formación y su acervo de lecturas. "El expreso de mediodía" es una parodia metaliteraria, en cuanto que el que escribe, Álvaro Sologaitas, trasunto ahora de Goytisolo, "era él mismo y no eso que los estructuralistas llaman el yo de la enunciación" (pág. 47). El título hace referencia a la famosa película: "qué hijoputa este Parker, ¡cómo se recrea! [en el cuerpo de Brad Davis]" (pág. 49). 


"Aschenbach en Berbería" tiene ecos irónicos de la novela de Mann y de la peli de Visconti. "Ahora el joven moro se volvía de espaldas al sol y recortándose sobre el sendero de luz naranja se presentaba ante él como una estatua desnuda" (pág. 64). Escrito en tercera persona omnisciente, el narrador introduce incluso algunos de los diálogos: "Es Santiago quien ahora habla" (pág. 61). El relato se continúa con el mismo protagonista en el siguiente título: "Un nuevo Charles De Foucauld". Hay aquí disquisiciones políticas entre redactores de una revista afines al PSUC, perfectamente instalados en el sistema, con la inclusión de elementos de la estética gay: "El pelo rubio-cobrizo de los eslavos arabizados, las facciones 
nobles de los nativos del Atlas, los ojos azules heredados de algún colono alemán de Carlos III, y el cuerpo duro y cimbreante de la raza calé " (pág. 79). La descripción no puede ser más tópica. En "La americana insaciable" se traslada al México de su infancia, para dar rienda suelta a sus fantasías eróticas, mezcladas por su pasión por las culturas indígenas en un viaje iniciático por el Yucatán, perseguido el protagonista por la americana del título. Curiosamente hay en este cuento toda una serie de diálogos en inglés entre personajes que lo hablan, que quedan si traducción, ni explicación alguna a través del contexto. En "La guerrilla de Macías" hay reverberaciones del proceso independentista de la Guinea del dictador, hacia donde parece dirigirse Manolito Pedrosa, alias Silvia, "depilada a la cera hasta el esternón" (pág. 117). El típico travesti de los bajos fondos barceloneses que Nazario conocía tan bien, al igual que Cardín: el café del Ópera, la calle Escudillers, la Plaza Real, el tramo inferior de las Ramblas, donde encuentra a quien lo introducirá en el corazón de las tinieblas, en un viaje iniciático que relata por carta a su amigo Llibert. 


El último de los relatos, "Sauna", dedicado a su amigo Nazario, es un retrato crudísimo del submundo de las saunas gais, todo muy sórdido, tan desesperado como quienes a ella acudían. Y toda esa sordidez viene enmarcada al principio y al final, como por una película en tecnicolor ambientada en Hawái, brutal contraste. Hay en todos ellos una mirada paródica, corrosiva e irreverente, que estalla en una carcajada inmisericorde ante tanto personaje que poblaba aquella Barcelona cuyo ambiente, anterior al sida y a la movida madrileña, anticipaba los vientos de cambio por los que se peleaba en plena transición, también desde la comunidad gay, antes de que se convirtiera en un batiburrillo de siglas elegetebeiplus... No me cabe en la cabeza pensar que algunos pretendan ahora  retrotraernos a los años previos a todo aquel movimiento de auténtica libertad, que se respiraba rambla amunt, rambla avall. Muy divertido y muy representativo de lo que fue aquel tiempo.

José Manuel Mora. .   


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