Un cuento perfecto, de Chloé Wallace

Pintar como querer, que decía mi padre

Empecé a verla sin ninguna referencia, ya que está recién estrenada en Netflix. Me atrajeron los dos caraguapas del cartel promocional. También el título, que anunciaba final feliz y un tono de comedia perfecto para estos días de calor.


Luego me enteré de que Un cuento perfecto estaba integrada sólo por cinco capítulos de 40 mi, lo que la hacía candidata a un minimaratón. Ítem más, Margot, la chica, es Anna Castillo, una minucia de muchacha cada vez más grande como actriz. Del pillastre de David, su compañero de aventura, Álvaro Mel, no tenía noticia, a pesar de lo influencer que dicen que es y de las series que ha rodado para TVE, de las que no he visto ninguna. Y del cameo de la Belén, desternillante y elegantísima, tampoco. Menos, de su directora, Chloé Wallace (Madrid, 1994), ni de la novela de la que parte el guión, obra de Marina Pérez, y que fue escrita por Elísabet Benavent, autora valenciana de bestsellers, que empezó autopublicándose en Amazon y de la que no había oído hablar por no consumir ese tipo de literatura, a pesar del éxito de sus novelas previas y de los cinco millones de ejemplares que ha vendido. Conocedor de su éxito, Netflix ya estrenó una serie en 2020, Valeria, adaptación del conjunto de novelas con esta protagonista y de la que ya se completó una segunda temporada. También se ha rodado una peli, Fuimos canciones, a partir de otras dos obras suyas.    


Chico conoce chica, pero es una amor imposible por las abismales diferencias de clase que los separan (ella es la rica y empoderada en este caso; él, un muerto de hambre, con tres trabajos, y obligado a compartir piso), y por  las historias previas que ambos arrastran y que se proponen solventar ayudándose mutuamente. Que decidan ir a Grecia (el Partenón, Mikonos, Santorini) a solucionarlas, forma parte de los clichés que integran la historia, como el hecho de ser todo bastante previsible. Sin embargo la directora juega a alterar el curso de los hechos para dar otra oportunidad a sus protagonistas, para permitirles desdecirse, lo que resulta divertido e incluso original.  


Hay buena química entre los dos protagonistas y eso siempre se agradece. Son naturales, espontáneos, divertidos, con réplicas a veces muy ingeniosas, de las que hacen reír. Y además la directora ofrece un final que no sé si se corresponde con el de la novela, ya que lo deja abierto, aunque todos los espectadores se inclinen por el más deseado y más feliz. No es esencial para la supervivencia, pero hacer una pausa entre tanto crimen de serie puede resultar oxigenante. Y auguro a quienes se animen un rato divertido. Además aparece Grecia en todo su esplendor de tarjeta postal, como aperitivo a nuestro posible viaje en octubre.

José Manuel Mora. 



P.S. Aunque también es "romántica", no es tan increíble como "Red, White and Royal Blue", que por cierto está arrasando, claro. Parece sacada del "Hola" la historia entre el príncipe Henry (G.B.) y el hijo de la presidenta de los U.S.A.

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