Total control, I y II, de Rachel Perkins

"Puta negra"

Uno sabe que Australia es un inmenso continente en las antípodas. Poca cosa más. Que llegue una serie desde tan lejos provoca, cuando menos, curiosidad. Ya hay aquí reseñados un par de títulos que no me defraudaron. El turista y Please Like Me. Se trata de una serie de dos temporadas, de seis capítulos cada una. Total Control es una creación de Rachel Perkins, de 2019, y que se encuentra en Filmin.  Perkins tiene un largo historial en su haber como guionista, productora y directora de series, películas y documentales, aunque para mí sea una completa novedad. Está muy comprometida con los aborígenes de su país, lo que aquí se pone claramente de manifiesto.


Australia fue durante siglos, debido a su aislamiento geográfico, un mundo aparte, con sus tribus, sus diferentes idiomas, su cultura y su modo de ocupar un territorio en gran parte desértico, por el que sentían un respeto ancestral. A finales del XVIII los británicos  lo "descubrieron", lo ocuparon y colonizaron y lo convirtieron en un penal inmenso donde extraditar a los indeseados. Fueron llegando colonos blancos y fueron eliminando las poblaciones originarias, o bien las fueron sometiendo a condiciones de vida imposibles, siendo arrasadas también por infecciones ajenas al continente. Hasta 1967 los aborígenes no fueron incluidos en el censo. Ahora es un estado federal en el que los partidos se disputan los sillones de un parlamento bicameral. Esta larga introducción la dejo porque tal vez ayude a entender mejor lo que algunos califican de thriller, elementos que están presentes, pero que para mí es más bien una serie profundamente política. 


Alex Irving (Deborah Mailman) es una indígena a la que, tras mostrar su coraje en un incidente callejero de violencia machista, la Primera Ministra, Rachel Anderson (Rachel Griffiths), le ofrece un puesto en el senado de Camberra, ante su gran potencial, lo que daría un impulso al partido. Pero Alex no quiere ser el florero oscuro que atraiga a la población aborigen, sino que acaba entrando en el juego político de luchas por mejorar la situación de su pueblo, y peleas y traiciones para lograr su propósito. Las diferencias entre la capital y el interior, casi desértico, son sangrantes. El sistema bipartidista se pone en peligro ante la aparición de miembros independientes, que pueden hacer cambiar el signo de un gobierno, lo que me suena muy familiar aquí y ahora. Todo ello me ha traído a la cabeza, salvando las distancias, otra serie de carácter político de más al norte, la danesa  Borgen. El título que le he dado a la entrada es el insulto con el que se refieren a esta mujer que hace de la política una lucha en favor de su pueblo y de otro modo de hacer las cosas. El racismo sigue muy presente en aquella sociedad.


Además del político, hay otro componente importante, tal vez fruto de la directora y de la coguionista y también protagonista, Griffiths, y es el hecho de que la mujer tenga un papel fundamental en el devenir de la sociedad, gracias a su presencia en primera línea partidista y de gobierno. Y eso que ha de pelear por conciliar su lucha por defender los derechos de su comunidad con las obligaciones maternales complicadas por su soltería, que quedan algo descuidadas muy a pesar suyo. Su madre y su hermano (Rob Collins, de mayor importancia en la segunda temporada) completan el entorno familiar. A ello se añade que la actriz, un intensa y auténtica Mailman, (¡Qué fuerza tiene en los primeros planos! ganó el premio a mejor actriz en su país), no responde a los cánones de belleza establecidos, por su redondez de formas, por su odio a los tacones, por su manera de vestir. La diferencia con las formas y las perlas de la Primera Ministra, son definitivas. El trato de la homosexualidad de su asistente (Harry Richardson) no viene en absoluto subrayado.


A todo ello se une una fotografía magnífica de Garry Phillips, tanto por su técnica y color, como por los paisajes infinitos cuyo horizonte no parece acabar nunca. Y una banda sonora con unas canciones para mí desconocidas, pero que están maravillosamente elegidas. Las dos temporadas mantienen el interés, acrecentado por el peligro que acaba corriendo Alex y su hijo por su implicación en la defensa de los derechos de su gente. A pesar de no ser una novedad, pienso que sigue siendo muy recomendable.

José Manuel Mora.




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