Nada, de Mariano Cohn y Gastón Duprat

¿Qué queda cuando no queda casi nada?

Nuevamente es mi amigo J. Antonio quien me pone en la pista de otra serie argentina, de la que no tengo referencia alguna. El hecho de que le haya gustado, y de que yo disfrutara como un cosaco con El encargado, ya comentada aquí, ha hecho que nos lanzáramos de cabeza a verla. También nos animaba saber que era una mini serie de apenas cinco capítulos, de media hora cada uno. Se trata de Nada, creación de un tándem con mucha experiencia previa, Cohn y Duprat ejercen de creadores y de guionistas. Se puede ver en Disney+

De esta dupla de directores y creadores argentinos ya he visto con anterioridad las películas El hombre de al lado (2009) y El ciudadano ilustre (2016). En ambas me lo pasé muy bien con su humor ácido y el retrato inmisericorde que suelen hacer de personajes cotidianos y de la sociedad argentina, al menos de una parte. Bien es cierto que ha sido la primera citada más arriba, y la última vista, la que nos ha decidido del todo. Y de nuevo estamos ante un proyecto que se sustenta en la figura de su protagonista, Manuel Tamayo Prats (Luis Brandoni, toda una institución actoral en la Argentina; además ha formado parte como político de la Unión Cívica Radical secundando a Ricardo Alfonsín; tuvo que exiliarse bajo las amenazas de la Triple A). Tan es así que, de no ser por su trabajo, tal vez la serie no hubiera funcionado. Es cierto que la presencia pespunteada del gran De Niro también ayuda.


Tenemos a una vieja gloria de la sociedad porteña, un crítico gastronómico de altos vuelos, acostumbrado a comer sin pagar gracias a sus comentarios, pero al que parece que se le secó la pluma. Como ya es incapaz de escribir, la editorial de sus trabajos amenaza con demandarlo. Al tiempo, la señora que se encargaba de mantener en pie el casoplón donde vive, fallece repentinamente y lo deja a la intemperie, incapaz de valerse, sin móvil, sin tarjetas de crédito, sin fondos en la cuenta. Se ve forzado a contratar a Antonia (Majo Cabrera, una auténtica revelación), una muchacha paraguaya que lo ayuda a surfear en la vida de una gran ciudad como Bs. As. Se niega a realizar cualquier tipo de cambio en su estilo de vida. Y, a pesar de toda la misantropía que destila el tipo, de sus arranques de mal genio, de su intolerancia, incluso del tono caricaturesco con el que se nos presenta, acaba por ir haciéndose un hueco en el ánimo del espectador. Diré por qué. 


Una de las razones es el trato que tiene con la chica paraguaya, con la que llega a establecer una cierta complicidad, que se traduce en la preocupación por ella, conforme se afianza en su puesto. Los platos que ella le prepara, la comida en el exclusivo restaurante al que van, las clases de conducción... El ingenio del vejete, que tiene su gracia, puede acabar por ser impertinente, incluso desagradable en ocasiones. En cualquier caso resulta muy humano. La presencia de Robert de Niro, que introduce cada capítulo en inglés sin subtítulos, llega a ser desternillante, por su manera de explicar dichos en español argentino. La naturalidad con que lo hace, en inglés americano, en italiano, o con destellos en español, es de lo más convincente por la humanidad que muestra, por la solidaridad con su amigo, por su fobia a los lugares cerrados... De hecho es él quien se encarga de cerrar la historia. En definitiva, un divertimento para un finde.

José Manuel Mora.






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