Nuovo Olimpo, de Ferzan Ozpetek

¿Amor convencional?

La encuadro bajo la etiqueta de "La película de la semana", aunque no la he visto en el cine, sino en la plataforma Netflix. Surgió en ella como novedad y decidí empezar a verla al darme cuenta de que se trataba de una cinta italiana. Además, su  director me resultaba familiar a pesar de lo extraño de su nombre,  Ferzan Ozpetek. Al bucear en la wiki, descubro que ya vi un filme suyo, Hamam, el baño turco, de 1997 nada menos. Esta vez se trata de Nuovo Olimpo, nombre de un cine romano de los años setenta, momento en el que arranca la peli. El guión también es suyo.

Ozpetek, de origen turco (Estambul, 1959), se naturalizó italiano tras mudarse a Roma en el 77 para estudiar cine, rasgo que comparte con uno de los protagonistas, Enea (Daminano Gavino). Abiertamente gay, ha tratado la temática también en Tengo algo que deciros (2010), cinta que me descubrió la ciudad de Lecce, en la Puglia. No paré hasta que pude pasearla maravillado hace unos años. Ahora nos cuenta la historia de dos hombres que se conocen en el cine del título y se enamoran perdidamente. Un incidente inesperado les impedirá seguir viéndose, pero nunca se olvidarán el uno del otro y esperarán siempre la posibilidad de reencontrarse. Aparentemente un asunto muy manido. Sin embargo el director-guionista decide retrasar el final de la historia hasta treinta años después, cuando ambos, Enea ya director cinematográfico, y Pietro (Andrea di Luigi), convertido en cirujano de prestigio, tienen sus vidas rehechas. Y es ese final el que a mi parecer la salva. Eso y que toda la cinta es un homenaje al cine. Desde el conocimiento inicial en el Nuovo Olimpo, con una taquillera, Titi (extraordinaria Luisa Ranieri, peinada a lo Mina), que ayuda y protege a quienes allí se acogen, y donde se proyecta cine italiano clásico, con la Magnani en pantalla, hasta la película que Enea acaba rodando para filmar su historia de amor interrumpida, para salvarla así del olvido.


No es por tanto sólo la consabida historia romántica, incluso melodramática, lo que me ha atrapado, con esa frase que pretende unirlos para siempre ("así el tiempo y el espacio no nos separarán"), sino el modo en que el director retrata la Roma que lo cautivó y lo convirtió en romano, con una elección perfecta de las localizaciones, y también cómo presenta un lugar de encuentro de varones gais, como espacio de solidaridad homoerótica, en un viejo cine, lejos de los posibles golpes y de la policía, amparados por la increíble taquillera. Un homenaje nostálgico a unos cines que desaparecen (de hecho la peli sólo se puede ver en plataformas), y a unos recuerdos personales del director, ya alejados en el tiempo. El tono tiene a veces tintes almodovarianos.


Los actores, para mí desconocidos, están convincentes, todos, aunque a ellos dos sea un poco difícil creérselos con treinta años más, y la música elegida es otro de los grandes aciertos del filme, la Vanoni  y su Se ci sarà domani, Aznavour con su mítico Je t'attends, y que culmina con Mina cantando E se domani, para acabar con el tristísimo Povero amore. Un regalazo. A pesar de lo convencional que puede parecer es una buena opción para una tarde de domingo si se tiene la plataforma disponible.

José Manuel Mora.








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