Sapiens, de Yuval Noah Harari

¿Sapiens?

En esta ocasión fue un comentario escuchado en el " A vivir", en sus charlas dominicales entre Pino y Millás, lo que me hizo acercarme al que según la faja de propaganda es "el ensayo más leído del mundo". De hecho se conmemora este año su décimo aniversario de edición, traducido a 65 idiomas, pero publicado inicialmente en hebreo. Es cierto que ya había curioseado en el libro de su colega de correrías, Arsuaga, reseñado aquí no hace mucho: Nuestro cuerpo. Ambos trataban de cómo los humanos, mediante el desarrollo del lenguaje, hemos ido evolucionando hasta llegar a ser lo que somos. Se trata de la obra de  HARARI, Yuval Noah. Sapiens. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Barcelona: Ed. Penguin Random House, 2023, en la edición Debolsillo, que es la que he manejado. Trad. Joan Domènech Ros, muy acertada, 456 págs. De donde se deduce que lo de "breve", puede tener cierto tono irónico. El autor la escribió en 2013, con lo que algunas de sus previsiones casi se han quedado cortas. Es considerado un libro de divulgación científica. Ha sido tal su éxito que hay quienes lo consideran el oráculo de Delfos.


Harari (distrito de Haifa, Israel, 1976) nació en una familia judía secular, lo que es interesante señalar dada la religiosidad extrema de parte de aquella población. Es historiador medieval y doctor por Oxford. En 2015 ha seguido publicando, ahora  con el título Homo Deus: Breve historia del mañana, y también 21 lecciones para el siglo XXI (2018), con los que al parecer pretende ponerse al día en sus predicciones. Ahora que está tan de moda el "relato" para simplemente intentar explicar lo que sucede, da la impresión de que el escritor pretende resumir la historia de la humanidad en la capacidad de los sapiens para cooperar y coordinarse entre un gran número de individuos, y en una serie de "relatos" que los humanos hemos inventado y que sólo existen en nuestra imaginación, como dioses, naciones o dinero. Pero no quiero adelantarme.  


Cosas que me han sorprendido por su manera de formularlas. Que nuestro origen parta de la Física (Big Bang) para, pasando por la Química básica, llegar a la Biología molecular, que en su evolución daría paso a la Historia, desde los australopitecos hasta los sapiens, que llegan así a la cima de la cadena alimentaria. Del mismo modo, en el curso de la misma se produjeron una serie de revoluciones: la cognitiva, que comporta el lenguaje, se completa con "la cooperación social, que es nuestra clave para la supervivencia y la reproducción" (pág. 36) y la capacidad de "hablar sobre ficciones" (pág. 38), sobre mitos comunes; la revolución agrícola trajo consigo el dejar de ser cazadores-recolectores con dieta variada, para convertirse en agricultores con monocultivos como base de su alimentación: arroz, trigo, patata..., lo que permitió "mantener a más gente en peores condiciones" (pág. 101), con lo que se pregunta si el éxito evolutivo no supuso un mayor sufrimiento individual, ya que "surgían gobernantes y élites que vivían a costa de los excedentes de alimentos de los campesinos" (pág. 121), y que establecían " normas sociales basadas en mitos compartidos" (pág. 124), como el código de Hammurabi, o siglos después la Declaración de Independencia de Estados Unidos: "los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". Catálogo de buenas intenciones que no se cumple ni en aquel país que lo inventó.





















Para procesar esos excedentes se hizo necesario "el manejo de enorme cantidad de información" (pág. 138), lo que dio lugar a la aparición de los números y la escritura. Con todo ello el autor tiene la impresión de que "las sociedades humanas complejas parecen requerir de jerarquías imaginadas y discriminación injusta" (pág. 156). La más evidente, la que padecen las mujeres. Y señala la contradicción existente entre el par libertad, frente a igualdad, un conflicto cultural. Completa el análisis con la aparición del dinero, "un constructo psicológico [...], un sistema de confianza mutua" (pág. 203). Para Harari, las religiones, los imperios y el dinero son los unificadores de la humanidad. Para un ser secular como el autor, la religión es "un sistema de normas y valores humanos que se basa en la creencia en un orden sobrenatural" (pág. 234). Él cree que "los monoteístas han tendido a ser más fanáticos y misioneros que los politeístas" (pág. 243).













Con la tercera de las revoluciones, la industrial, que arrancó en el s. XV con la revolución científica, hasta llegar al s. XVIII con las primeras máquinas, surgieron nuevas "religiones": el liberalismo (individuo en libertad), el socialismo (especie igualitaria) y el nazismo (evolución de los más fuertes).  Hemos pasado de unos tiempos en los que la Biblia, sus relatos, aportaban todo el conocimiento necesario para vivir, a las culturas modernas que aceptan la ignorancia en tantos campos y que usan las matemáticas para sus trabajos. El último paso ha sido "la creencia casi religiosa en la tecnología y en los métodos de investigación científica" (pág. 282) como base de cualquier avance. Ello unido al credo capitalista según el cual "los beneficios de la producción han de reinvertirse en aumentar la producción" (pág. 344), ya que el crecimiento como bien supremo puede llevarnos a la catástrofe ("¿acaso el pastel económico puede crecer indefinidamente? pág. 366), nos va mostrando a Harari como un tecnopesimista. 


De hecho, hay quien lo considera alguien que con hilos sensacionalistas y un lenguaje persuasivo, sencillo, emocional, está situándose en una postura de catastrofismo científico, frente a quienes creen que la ciencia es una fuerza de progreso para las sociedades. Y es en la última parte, donde aparecen las elucubraciones futuristas que pueden considerarse más discutibles. Piensa que "el potencial real de la tecnología futura es cambiar el propio homo sapiens" (pág. 450). Y aunque lo expresa como hipótesis, los científicos consideran que no nos podemos mover en la auctoritas, sino en argumentos informados y comprobados. Este "relator", que no científico, opina desde una óptica agnóstica que "la vida humana no tiene en absoluto ningún sentido, los humanos son el resultado de procesos evolutivos ciegos que operan sin objeto ni propósito" (pág. 428), lo que para los creacionistas y gente religiosa no dejará de ser un auténtico despropósito, rayano en la blasfemia. Yo creo efectivamente que la vida no tiene más sentido que el que cada uno quiera darle. Y es verdad que algunos de esos "sentidos", no dejan de ser más que meros sinsentidos. En cualquier caso. El libro me ha resultado entretenidísimo y me ha aportado puntos de vista que yo no había tenido en cuenta y que me han parecido curiosos, cuando no acertados, como el ejemplo de la "invención" de la fábrica Citroën. 

José Manuel Mora.


















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