Fellow Travellers, de Ron Nyswaner

Compañeros de viaje, compañeros de vida

Suelo decir cómo llego a libros, series, pelis... En esta ocasión ha sido el algoritmo, que empieza a conocerme bien, dado el historial de búsquedas que voy realizando, el que me ha dado la idea. En la página principal del feisbu me apareció un tráiler, seguido de la promoción de la plataforma que lo lanzaba al mercado, SkyShowtime. Se trata de una miniserie de ocho capítulos, de final cerrado, Fellow Travellers ("Compañeros de viaje"), firmada en la dirección y el guión por Ron Nyswaner quien, según me chiva la wiki, escribió también Philadelphia (1993), My Policeman (2023), y una serie que me tuvo atrapado varias temporadas, aunque no la llegué a terminar, Homeland (2011-2020). Aquí adapta un libro de éxito de Thomas Mallon. La correctísima ambientación de la serie que voy a comentar, en la época de McCarthy, me la hizo atractiva. No sabía lo que había detrás, el activismo del director a favor de los derechos de la comunidad LGTB, que aquí se ponen claramente de manifiesto, a la par que su posicionamiento político. Nyswaner cree firmemente en la libertad de expresión y aquí lo demuestra.


Washington, años cincuenta; dos hombres trabajan para la poderosa Administración estadounidense, aunque en distintos departamentos y sirviendo a grupos políticos distintos. Estamos en plena guerra fría y la caza de brujas en la que se ha embarcado el senador McCarthy (Chris Bauer) está haciendo estragos entre funcionarios de ideas izquierdistas y homosexuales desviados, lesbianas incluidas, con interrogatorios durísimos, despidos inmediatos y a veces suicidios subsiguientes. Las delaciones son constantes. En medio de todo ello salta la chispa de la pasión entre el veterano condecorado Haukins Fuller (Matt Bomer, del que no vi ni White Collar, ni American Horror Storyy que aquí ejerce de productor), resolutorio funcionario con contactos demócratas, y Tim Laughlin (Jonathan Bailey, a quien recordaba de Los Bridgerton), un católico y reprimido idealista que trabaja en el despacho del senador. La serie sigue el recorrido de esa relación y transita por los años de la guerra del Vietnam, la época jipi de los '70 y la llegada del sida, en la que el gobierno dejaba morir sin tratamiento a los infectados. Los saltos temporales se siguen al estar claramente marcados por el vestuario, el atrezo, la caracterización de los actores. 


Alguna crítica ha señalado la explicitud de las escenas eróticas entre los dos protagonistas, pero sin ellas no quedaría de manifiesto lo que les supone vivir en la contradicción permanente del in & out, lo tormentoso de mantener las apariencias, las relaciones de poder que se establecen entre ellos... El que ambos actores sean referentes para la comunidad gay aporta autenticidad a las tórridas escenas, que siempre están al servicio de hacer avanzar la trama. También el carácter de ambos proporciona complejidad a la relación: uno es manipulador, mentiroso, egoísta, calculador; el otro es ingenuo, idealista, de los que creen en el amor romántico, lo que lo pondrá en manos del primero. "¿A quién perteneces?", le pregunta a Tim. A pesar de sus diferencias, se complementan porque se aman.


La relación de estos compañeros de viaje (expresión de doble sentido para nombrar a los filo comunistas) no es la única que trata la película. Hay un reportero negro y gay, Marcus Gaines (el desconocido para mí, contenido y emocionante Jelani Alladinque vive una doble represión. También está muy bien tratada la contradicción íntima de la esposa de Fuller, Lucy (Allison Villiams), a quien aconsejan no mirar hacia donde no debe y dedicarse a su familia. La conmovedora historia de amor está muy bien tratada, no cae en excesos melodramáticos; con todo, los aspectos de lucha política, terribles, me han interesado mucho porque ponen de manifiesto la similitud entre la persecución inicial y el abandono final. 


En definitiva, un recorrido condensado por ese periodo de la historia estadounidense que no conviene olvidar y cuya banda sonora encierra diamantes de mi época: Billie Holiday, Nancy Sinatra, Stevie Wonder, y Freddie Mercury cantando The great pretender, algo que todos se veían obligados a ser, grandes simuladores. Con ser emocionante la historia de amor, alcanza mayor fuerza la segregación que se vivió en aquellos años. No les preocupa "con quién dormimos, sino a quién amamos" dice Tim, y la lucha que arrancó con los disturbios en el pub gay de Stonewall de Nueva York en 1969 se prolongó en el tiempo. La reivindicación ya no paró, a pesar de los caídos en la pelea, como Harvey Milk  (1977). Esta serie es un buen recordatorio. 

José Manuel Mora.




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