Perfect Days, de Wim Wenders

Minimalismo ritual

¡Qué extraña sensación, cada vez más frecuente, la de ver anunciada una película dirigida por alguien cuyo nombre resulta familiar, casi mítico, y sin embargo tener que recurrir a la wiki como aide-memoire para recordar los títulos que lo hicieron famoso! Sé que vi en su momento, hace ya una vida, Alicia en las ciudades (1974), En el curso del tiempo (1976), El amigo americano (1977). No guardo memoria de ninguna de ellas, tal vez una niña en un coche con un señor mayor, o unos ángeles viendo desde una azotea el discurrir de los mortales. Naturalmente no he olvidado París, Texas (1984), dada la convulsión emocional que me produjo la mirada de la Kinsky hablando a través de un espejo con el conmovedor H. D. Stanton.  Así que, cuando empecé a ver anunciada Perfect Days, sabía que tenía que ir a verla.


No dejaba de sorprenderme y de intrigarme que Wenders se hubiera embarcado en una aventura que lo ha llevado a un mundo tan lejano en kilómetros y cultura de su Alemania original. Además de dirigirla, ha coescrito el guión junto a Takuma Takasaki, quien seguramente le habrá proporcionado claves sobre aquella sociedad, tan distinta  a la nuestra, que a pesar de haber sufrido una occidentalización espectacular desde el final de la IIª Guerra Mundial, mantiene ritos, costumbres, maneras de relacionarse completamente diferentes a las nuestras. Dados los 78 años de edad de Wenders, puede que suponga su último trabajo.  Parece que la simbiosis con el actor ha sido lo que ha ayudado al resultado.

Lo primero que me ha sorprendido ha sido lo sucintamente que el director es capaz de mostrar los diferentes mundos que existen dentro de Tokio, rascacielos imponentes junto a casas humildes, autopistas que sobrevuelan el río y callejones tranquilos. El protagonista trabaja en la compañía encargada de limpiar los retretes público diseminados por la ciudad. Y esa es otra de las cosas que me han llamado la atención, el diseño de cada uno de ellos, modernísimo, su originalidad arquitectónica. Los días se suceden para él en una rutina calma que lo hace inspirar una bocanada de aire y luz al salir de casa y mirar los árboles que luego fotografía. Es eficiente y cuidadoso en su trabajo y tiene gustos especiales: la música escuchada en las casetes de su coche, con canciones que me han acompañado desde mis veinte años, y la lectura de Faulkner o de la Highsmith. Cultiva plantas con esmero y cumple rituales de aseo o de visitar bares, lavanderías, tiendas de fotografía analógica donde compra aquello tan antiguo que usábamos, carretes de película.  Hombre de pocas palabras, con todas las pinceladas que señalo, se hace uno idea del tipo de persona que es. Para completar el retrato, se muestra el contraste con su colega joven y con los familiares que aparecen, su sobrina y su hermana.

Como dice el tío a la sobrina, hay muchos mundos y algunos no son compatibles entre sí. Hirayama parece tener bastante con su trabajo, su libro nocturno, su música y sus paseos en bicicleta o sus comidas en el parque. La habitación donde duerme es otra muestra de su ascetismo. Vive con lo mínimo, y le es suficiente. Es su opción de vida. Pues bien, todo este mundo de contrastes, este retrato de personaje nos es presentado por Wenders con la misma economía de medios que la que lleva el protagonista en su vida, a través de una impactante fotografía. No sucede casi nada. Nada más que el sereno fluir de la vida. A medida que avanza el metraje, la figura del protagonista se agranda, hasta llegar a un inmenso primer plano final que el actor Kôji Yakusho aguanta dejando que penetremos en su interior, mientras escuchamos el tema Feeling Good, cantado por la increíble Nina Simone. Ha recibido premio a mejor actor en Cannes, merecidamente. 



Su elegida soledad, tal vez elegida como medio de protección, acaba resultando conmovedora. "Ahora es ahora", parece ser su lema. Casi todo es analógico en su mundo y eso parece mantenerlo cerca de la vida, de la suya y de la de los demás. El final es de los más conmovedores que he visto últimamente. Abstenerse los amantes de las pelis de acción. 

José Manuel Mora.




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Quiero ir a verla.