Memoria robada
Hacía mucho tiempo que no escribía ninguna entrada bajo la etiqueta de "Archivos", diez años me recuerda la pestaña. Y eso que desde que llevé adelante el Módulo de Biblioteconomía, Archivística y Documentación, suelo visitar los archivos de las ciudades que visito. Cada curso escolar llevaba al alumnado del Módulo a realizar el recorrido por sus dependencias, sabiendo que muchos de ellos elegirían luego el lugar para realizar las prácticas. Este año ha sido la Asociación de Alumnos y Exalumnos de la Universidad Permanente de la UA, la que me ha dado la ocasión de volver. El objetivo era doble, conocer el Archivo Histórico Provincial, y descubrir la exposición permanente que en estos momentos lleva el sugerente título de "Memoria Robada".
Pasamos luego al taller de restauración. Yo he tenido más suerte en ocasiones anteriores, puesto que lo pude visitar mientras los especialistas se dedicaban a su tarea, lo que resultaba sorprendente en muchos casos. Ahora no hay personal y todos los aparatos están dormidos. Hay piscinas donde se sumergía el papel para ser limpiado con un agua filtrada, vimos las rejillas que sirven para el secado y la prensa, los materiales para reponer folios carcomidos por los insectos o los ratones, pinceles, brochas... Todo es manipulado por nuestro guía con extremo cuidado.
Viene luego una tarea delicada, la clasificación. A esa zona llegamos tras pasar por una sala didáctica donde cuando son escolares quienes llegan, se les explica de manera más cercana todo lo que hemos ido viendo. Dejo aquí un panel explicativo con los diferentes soportes de la escritura a lo largo de la historia.
Hay catorce depósitos en el Archivo donde ir colocando lo clasificado, lo que llega, en función de su procedencia, localidad, fecha. Se guardan en unas carpetillas de cartulina, que van conformando los diferentes legajos y que se guardan en cajas de cartón fuerte que se ubican en los diferentes estantes. Se les asignan numeraciones que se conocen como signaturas, que serán las que posibilitarán luego la localización del documento en su lugar exacto, allá donde fue colocado. Esos depósitos no reciben luz directa del sol para preservar los materiales, hay poca luz y una humedad y una temperatura constantes, con mecanismos para descargar agua nebulizada caso de un incendio. Los estantes, conocidos como compactus, se desplazan sobre raíles sin esfuerzo alguno, para permitir el paso al experto que desea localizar un documento en concreto. El peso es considerable, por lo que la construcción del edificio requiere de refuerzos especiales en sus cimientos.
La difusión llega cuando el estudioso o un ciudadano de a pie, llega y solicita la consulta de un documento concreto. Se les hace llegar a la sala de consulta, ahora también vacía por falta de personal contratado para la labor. La Diputación y la Conselleria no parece que dediquen suficiente presupuesto a una tarea que para muchos puede ser vital caso de querer ejercer determinados derechos, como la titularidad de propiedad de una casa o un terreno por ejemplo. La institución está llevando a cabo un proceso de digitalización de los documentos, que es naturalmente lento, pero que evita que aquellos pasen por demasiadas manos para que no se deterioren.
Cuando llegaban al campo se les desposeía de todo lo que llevaran, fuera o no de valor. Todo ello fue a parar a los conocidos como Arolsen Archives, un centro de persecución de la barbarie nazi, situado en Alemania, fuera en forma de trabajos forzados, o de detención de personas que fueron desplazadas de sus lugares de origen. Contiene cerca de 30 millones de documentos. A todo ello se suma los objetos más personales de los prisioneros como relojes, cuchillas de afeitar, plumas estilográficas, joyas, fotos.... Muchos de esos objetos han podido ser recuperados por los familiares de los presos. Los españoles encerrados en los campos llegaron a los 7500 en el de Mauthausen. Hay una foto enorme y llamativa en la entrada que los retrata tras su liberación.
José Manuel Mora.
Comentarios