En mitad de tanto fuego, de Alberto Conejero

De la guerra, del deseo, de las patrias...

De nuevo la Sala Arniches viene a salvarnos y programa algo que sería difícil de ver en el Teatro Principal, a pesar de venir patrocinada por el Festival Grec y cargada de premios de enjundia: el Godot de 2024 y el finalista de los Max para su protagonista. En mitad de tanto fuego es un monólogo de apenas hora y cuarto, dirigido por Xavier Albertí y escrito nada menos que por Alberto Conejero. Esto último fue razón suficiente para reservar entradas con dos meses de antelación. De su calidad literaria habla el Premio Nacional de Literatura de 2019. Palabras mayores. Del actor, al que no conocía, hablaré después, porque lo que me subyugó desde el principio fue la belleza del texto. Me parece un claro ejemplo de literatura dramática, de la que se podrá seguir disfrutando mediante la lectura sosegada. Ya creo haber dicho aquí que escribo para no olvidar, ya que estas líneas no pueden animar a ver algo que duró sólo un día, pero la obra sale de gira. Recomiendo estar al tanto. 


De Conejero, (Vilches, Jaén, 1978); lleva escribiendo desde el año 2000, aunque yo lo descubrí en Madrid, ya en 2015, con La piedra oscura. Es evidente su formación en dirección de escena y dramaturgia, pero es sobre todo un gran escritor. Lo volvió a poner de manifiesto  escribiendo al alimón con X. Bobés, en El mar: una visión de unos niños que no lo habían visto nunca (2022), que me emocionó hasta las lágrimas. Lamento no haber podido asistir al coloquio que la sala organizó con los espectadores en corro, en el escenario, escuchando al autor. 

Oscuridad total. No hay música, no hay decorados. Dos focos potentes iluminan al protagonista, descalzo sobre las tablas, con unos vaqueros y una camiseta caqui con aires soldadescos. Las luces oblicuas de Toni Ubach consiguen que el cuerpo del actor tenga por momentos volúmenes escultóricos de la estatuaria griega. Se dirige al público con voz temblorosa, como buscando las palabras. Pronto descubrimos que lo que intenta decirnos es el canto primero de La Ilíada. Patroclo, el compañero de armas y amante de Aquiles, es quien habla: "Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles". Y lanza una frase que de algún modo tiñe toda la representación: "El recuerdo de un cuerpo es el recuerdo de una ausencia". Es la remembranza de un tiempo en el que ambos, desertores, fueron felices en la cueva del centauro, en la que se amaron sin tasa. Pero la guerra los hizo volver al campo de batalla, la guerra que, según Homero "es fuente de todas las lágrimas". No es la única referencia; andan por medio Safo, Lemebel, Cernuda...

Y, sin casi darnos cuenta, el personaje comienza a hablar de fusilamientos. Estamos pues ante cualquier guerra, esas en las que se defienden banderas inútiles y se pelea por intereses que no son los propios, pero en las que la violencia, la sangre y la muerte lo invaden todo. Al final, incluso los vencedores salen derrotados para siempre. En algún momento me parecía escuchar ecos de Paths of Glory. Acaba siendo un oratorio por las víctimas. La lírica del poema homérico es sustituida por el drama del personaje, un marginado desde la infancia, rechazado incluso por su padre, que encuentra en su amor por Aquiles, correspondido, la plenitud que siempre buscó. Y su deseo es que el héroe se olvide de serlo y que muera viejo y feliz junto a él. Acaba gritando que es más importante que las personas se amen que acaben matándose.     


Al ser un monólogo es importantísima la actuación del protagonista, un tal Rubén de Eguía, desconocido para mí al no ver las telenovelas, pero que no voy a olvidar. Lejos de la épica de Homero el director ha preferido dirigir al actor desde la intimidad, que se rompe a veces a través del grito a los gerifaltes que mandan a los jóvenes a la muerte, o que susurra enamorado al oído de Aquiles. Un auténtico tour de force corporal y mental.  Hablar desde el Hades y hacerlo con convicción, es todo un reto que pasa con nota. Es capaz de acelerar la prosodia o ralentizarla para que la podamos saborear. "No estoy aquí para hablar del 'más querido entre los soldados', yo estoy aquí para reventar los eufemismos, para hablar del amante insaciable". Y con eso nos quedamos, con el contraste entre las guerras y el amor. Memorable.

José Manuel Mora.


    



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