Vania x Vania, de A. Chéjov

Vidas pequeñas y absurdas

No es frecuente que los títulos importantes que triunfan en las grandes capitales de nuestro país acaben aterrizando en nuestros escenarios. Desde que leí la crítica de la obra que voy a comentar, sentí deseos de verla y compré entradas en cuanto supe que se representaría en el Principal de Alicante. Las revisiones de los clásicos pueden ser peligrosas, más si como en este caso, se trata de una propuesta que presenta la obra de Chéjov, Tío Vania, en dos días diferentes, con un título algo modificado, Vania x Vania, ambientada en dos momentos y modos distintos y con el mismo actor para encarnar al protagonista, el cada vez mejor Javier Cámara. Se trata de la rompedora compañía Teatro Kamikaze, a las órdenes de Pablo Remón, que es también el responsable de la reescritura, de la recreación más que la adaptación, y de quién ya vi con gusto Do Doña Rosita, anotada en el Arniches, que fue Premio Nacional de Literatura Dramática en 2021. En realidad serían dos obras independientes, dos versiones nuevas del original decimonónico ruso, ya que el director dice en el programa de mano que no sabe por qué visión apostar. Y ofrece las dos. 

Hace tantísimos años que la vi que, no habiendo vuelto a ella, lo que me quedaba en la mente era una levísima imagen ambiental de una burguesía decadente. Por ello, cuando me enteré de que en Filmin había una versión fílmica, decidí verla para ir preparado a la función. Se rodó en un teatro de Londres durante el confinamiento. Está protagonizada por un increíble Toby Jones. Dejo aquí la referencia porque me pareció un trabajo muy british, espléndido, conmovedor.

Y en la primera propuesta, al entrar en el teatro, vemos el escenario, con el telón alzado, seis sillas de plástico verde y unas planchas negras al fondo. En medio, un tajo que las separa, una herida de luz en medio de los paneles oscuros (iluminación de David Picazo). Los actores salen a escena con vestuario actual y se sientan en ellas. La obra se desarrolla con todos ellos en presencia, sentados de cara o de espaldas al público, según estén tomando parte en la escena o no. Y vemos sucederse la acción de la obra original, con adaptaciones al habla cotidiana actual, tacos incluidos y algunos personajes de la obra primigenia eliminados. Cada uno carga con su dosis de frustración, de amor desesperado, de vacua verborrea, de pasión oculta, de hastío, de soledad íntima, de toques de humor. Y de fondo estamos ante los miembros de una burguesía venida a menos, que no encuentra su lugar en el mundo. Se escuchan incluso ecos de un ecologismo avant la lettre que se toman en plan irónico por los que escuchan. Hay en toda la obra un desnudamiento de elementos teatrales, salvo un lluvia de flores o un disparo en lo oscuro, que hace que se apoye exclusivamente en la dicción de los actores, con mención especial para Javier Cámara e Israel Elajalde. Todo ello me produce un distanciamiento emocional que no acaba de compensar la belleza del texto. Hay también un uso escénico de los apartes dramáticos, a baso de un cañón de luz proyectado sobre el que habla/piensa, que resultan enormemente efectivos. 





















La segunda jornada se desarrolla ya al día siguiente y en dos momentos históricos distintos: en una dacha de la Rusia decimonónica y la Castilla de hoy en día, compartiendo el escenario gracias a la escenografía naturalista de Mónica Boromello. Los lugares y los tiempos aparecen "adosados". Se mantienen los personajes, cada uno con su carácter, pero hay modificaciones en sus acciones. Los anacronismos se suceden gracias a algunas piezas musicales, o a referencias televisivas. Los pasos de un lugar a otro, de un tiempo a otro, provocan situaciones cercanas al absurdo.























Y ahí es donde el recreador  de la obra, Remón, se mueve con más soltura, y la ironía y el humor suavizan el dramatismo de la angustia que viven algunos personajes. La frustración de Vania, consciente de que ha desperdiciado su vida, la amargura de su presente sin futuro, sin amor posible, se mezclan con el cachondeo puro y duro. Y vodka, mucho vodka. La pasión del médico por la joven esposa del "académico" insufrible, un Elejalde intenso como suele, así como la respuesta oculta de ésta antes de partir. El amor tardoadolescente de Sonia, la sobrina poco agraciada de Vania, que será la que acabe sosteniendo a su tío en la esperanza desesperanzada del final. Y la figura del ama, que consigue estar a bien con todos con su afán protector y su distanciamiento de quien ya lo ha visto y vivido todo, que los conoce muy bien. 


La interpretación de Cámara va de la línea cómica, que tan bien domina, al dramatismo momentáneo, en transiciones que no siempre me resultan creíbles. Es cierto que quienes han visto la obra desde la segunda fila del patio de butacas me han hablado de la emocionante encarnación del personaje. Mi localidad en palco corrido hacía que todo me resultara más distante. Creo que me quedo con la versión que Remón hizo de la Dª Rosita, antes citada. En cualquier caso, una experiencia teatral interesante, porque pocas veces podemos ver dos versiones de un mismo texto planteadas por el mismo creador. 

José Manuel Mora. 

Dos tráileres breves de cada una de la piezas.


 


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