Querer, de Alauda Ruiz de Azúa

Maltrato

Sé que llego tarde. La serie es del año pasado y, a estas alturas, toda persona interesada en la temática tratada la habrá visto. Yo me he resistido todo lo que he podido, para no presenciar malos tratos, a pesar de que todas las referencias que me llegaban me decían que había que verla. Por fin anoche nos animamos y nos cargamos los cuatro capítulos de que consta, con una pausa a la mitad para una cena frugal. Querer es la serie colgada en Movistar+. Su creadora y guionista, Alauda Ruiz de Azúa, no me era absolutamente desconocida, vi sus Cinco lobitos, que me gustó, aunque no dejara reseña. Creo que no voy a olvidar su nombre ni su manera de trabajar. 


Hay una cita al pie del título que nos pone sobre aviso: "El amor es invisible. El miedo también". El arranque de la historia provoca enorme tensión en los espectadores. Miren (Nagore Aramburu) acaba de presentar una denuncia en comisaría contra su marido (Pedro Casablanc) por violación continuada a lo largo de treinta años por parte de él. Lógicamente debe marcharse de su casa antes de que él llegue y se entere. El mismo miedo que siente la mujer, su misma inquietud, es la que sentimos quienes presenciamos las escenas. Cuando sus dos hijos, Aitor (Miguel Bernardeau) y Jon (Iván Pellicer), se enteren se verán obligados a optar entre creer a su madre o tomar partido por el aita. Se desarrolla en Bilbao, donde vivía el matrimonio en una casa enorme, que da idea de la clase social a la que pertenecen. Miren se refugia en la humilde casa de su madre ya fallecida. No hay otro sitio donde pueda quedarse.

La directora combina géneros. Pasamos pronto del drama familiar, al conflicto judicial, y de ahí al psicologismo que tal vez explique la actitud de los personajes, cada uno con un conflicto latente que acabará saliendo a la luz sin estridencias, con tiento por parte de la guionista, y sobre todo con una contención extrema de los cuatro intérpretes principales. Las diferencias sociales pueden explicar también las razones del trato que recibe la mujer. Por no hablar de la ideología subyacente en ese ninguneo de quien debe permanecer en casa cuidando de los hijos, preparada pero incapacitada para nada más, y dependiente de la paga mensual que el marido tiene a bien ingresar en la cuenta común, a todas luces insuficiente. Un último elemento, la presencia de la abogada (Loreto Mauleón), que pronto será tachada de feminazi por animar a Miren a denunciar y por una defensa que pretende desmontar el relato del marido. Qué tremendo debe de ser declarar tras una mampara para sentirse protegida y poder exponer la intimidad más doliente, más cuando los hijos acaban teniendo que testificar.


Hay que ser muy valiente, y Aramburu parece serlo, para aguantar esos primeros planos en los que está a punto de quebrarse y sin embargo consigue contener emociones que brotan en su rostro de forma matizada siempre, con paradójica fortaleza. No la recordaba en Patria, me apetece ver algún tráiler para ubicarla mejor. No se me va a despistar, desde luego. A Casablanc sí que lo tenía en mente, tal vez por la contundencia de su rostro. Hay que ser muy inteligente para no cargar las tintas del malvado y no pasarse, para conseguir dar verdad a un personaje tan desagradable. Bernadeau está madurando actoralmente. Ya no es sólo el guaperas de Élite. Ahora es capaz de interpretar a un ser contradictorio, que en el fondo se parece a su padre más de lo que querría. A Pellicer lo descubrí en Sagrada familia. La fragilidad del personaje se muestra en su rostro, aunque su fuerza interior lo hace estar finalmente del lado de su madre. 


Al final he agradecido enormemente que no se presencien las agresiones que se denuncian. Bastante horror se muestra en el relato de las mismas. El sistema de familia patriarcal recuerda mucho a tiempos pasados, aunque se siga dando en el presente. Y el pater familias, y el resto de los suyos, ven normal el trato que dispensa a su mujer, aparte de que él esté convencido de ser un buen padre y un buen esposos. El miedo, el padecimiento quedan para ella. Por eso se redime de tanto sometimiento en la escena del hospital. La escritura de los diálogos ayuda a que todo sea terriblemente creíble. No hay banda sonora. La tensión se mantiene por las situaciones, por las declaraciones ante el juez, que van retratando a los personajes. Y queda claro que hay muchas maneras de ejercer maltrato, aunque no sea necesario ponerle la mano encima a la maltratada. Sin tener una finalidad didáctica, la serie resulta enormemente clarificadora y debería tener la mayor difusión posible. Otra de las razones para escribir estas líneas.

José Manuel Mora.  


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