Castilla la Vieja: Burgos

 Pegant a fugir

Como ya hicimos el año pasado en estas fechas de Fogueres, varem pegar a fugir de la "quema", o de la cremà. No hay quién descanse con una barraca a cien metros de casa. Viajamos hasta Valladolid, donde nos recogía  Mariaje en su coche. Teníamos pendiente un viaje a Burgos a dar un abrazo a nuestra amiga Asun, ahora ya definitivamente sola. Se nos hacía rara la casa sin Jesús. Buena anfitriona como ha sido siempre, nos llevó a dar un paseo vespertino por el centro de Burgos. A la derecha quedaba el Museo de la Evolución, que merecerá una visita exclusiva.

Recorrer la ribera del Arlanzón es siempre un gusto, aunque nada comparable con la llegada a la plaza de la catedral. Ya no era hora de visitas y lo dejamos para el día siguiente, pero vamos dándole la vuelta hasta llegar a una puerta trasera que ha estado casi oculta por las obras todo el tiempo, la llamada de Pellejería, al dar al barrio de los pellejeros. Es un retablo pétreo, ejemplo precioso de plateresco,  más recargado tal vez que el de Salamanca y que da paso a uno de los ramales del Camino de Santiago.


Detallista como ha sido siempre y sabedora de mi dedicación a la biblioteconomía, hace que nos fijemos en una especie de placa en piedra, que señala el primer taller de imprenta establecido al alimón por uno de Basilea y otro de Burgos en la ciudad, allá por 1435. Tenían ojo para elegir qué llevar a la prensa, porque de él salió nada menos que la primera edición de La Celestina. Seguramente ello pasará desapercibido a la mayoría de visitantes, pero yo no puedo dejar de consignarlo.


Por aquí anochece más tarde, pero está a punto de entrar el verano y las calles siguen repletas de paseantes y gente que llena bares y terrazas disfrutando de una tarde no demasiado calurosa. Nosotros también tomamos una copa con una charla que no se acaba nunca, llena de recuerdos tudelanos. Al salir, comprobamos que las agujas de la catedral iluminadas son todavía más impresionantes. Y me va llamado la atención que, a pesar de lo tradicional que es la ciudad, se encuentren decoraciones sorprendentes, de las que no se veían en mis primeras visitas hace más de treinta años.



 







El viernes, cuando ya Mariaje ha tenido que volver a Pucela, llega en tren otra queridísima amiga desde Pamplona, Maru, lo que renueva las conversaciones y el intentar ponerse al día después de tanto tiempo sin coincidir. La nueva estación del AVE, lejos del centro de la ciudad, tiene aires de modernidad, aunque está algo desangelada a esta hora. 

Es este viernes una fiesta local en la ciudad, en la que hay costumbre de salir al campo, al estilo de nuestra "mona". Es difícil encontrar un lugar donde comer tras la procesión del Corpus. Sin embargo nuestra amiga ha sido previsora y ha reservado. La cecina, los pinchos de chorizo y morcilla de Burgos, la ensaladilla, todo está exquisito. Y vuelve a llamarme la atención la decoración, en este restaurante cercano al monasterio de las Huelgas. O las piezas escultóricas que encontramos en el paseo hacia el centro, como una magnífica de Alfaro.


La entrada a la catedral cuesta ahora diez euros. Con motivo del 800 aniversario del edificio se ha restaurado a conciencia y, como podré comprobar en el interior, pagar el estipendio vale realmente la pena. Sin proponérnoslo, la visita acaba durando dos horas y media, tal es la envergadura del recorrido. La portada del Sarmental fue la primera que se construyó para dar entrada a la iglesia allá por el s. XIII, en estilo gótico monumental, agrandado por la escalinata que salva el desnivel con la plaza. En la foto que dejo, queda fuera el fastuoso rosetón que la corona y que sí se ve en la que puse al principio. Bajo el arco apuntado, en el tímpano, se encuentra la figura del Cristo in maiestas, mayestático, como se solía representar en el Románico. Lo rodean los cuatro evangelistas escribiendo en sus pupitres, como personajes de la época. Bajo ellos, el grupo de apóstoles en estilo naturalista.


Y una vez dentro las sorpresas se suceden: la puerta que da entrada al claustro inferior, con el bautismo de Cristo en el tímpano, tiene bajo él dos hojas en madera oscura, labradas  en el taller de Gil de Siloé. El dragón que arroja por su boca a los justos que murieron antes de Cristo es sobrecogedor. Más allá, un altar recargadísimo, plenamente barroco, representando la flagelación de Jesús.











Y lo que deja literalmente sin aliento es mirar hacia el cimborrio del crucero, ahora limpio, un encaje precioso de piedra blanquísima que parece levitar sobre nuestras cabezas. Se trata probablemente de la linterna catedralicia más hermosa de todo el Renacimiento español. La estrella de ocho puntas da la impresión de estar suspendida en el aire. Parece que la mirada pueda ascender a lo alto.


Se suceden las tumbas de obispos dormidos en piedra eterna y revestidos de pontifical. Hay incluso los que duermen en parejas definitivas. Y llegamos a la capilla de Santa Ana con un retablo estofado en dorados, de un gótico florido que, a pesar de lo recargado, desprende curiosidad por demorarse en los detalles. El tamaño ayuda al asombro. Lo minúsculo de nuestra medida humana lo hace aún más grandioso.


Otra de las sorpresas que proporciona la restauración es el realce que ahora tiene la escalera de doble rampa que daba a la portalada norte, muy elevada en superficie, la llamada "escalera dorada", que salva ocho metros de desnivel. Obra del de Siloé,  incorpora una barandilla de hierro forjado que la realza.


En el centro de la nave se halla el coro, al que no se puede acceder. Basta con ver el tallado de las piezas que lo adornan para imaginar el detalle de cada uno de los 133 sitiales tallados en madera de nogal sin dorar. Como suele suceder, junto a escenas de la vida de Cristo hay también iconografía profana.


El retablo mayor es de una suntuosidad absolutamente renacentista, con rasgos manieristas. Está dedicado a la patrona de la ciudad, Santa María la Mayor. Verlo desde el crucero resulta imponente. Los estucos que rodean su parte trasera, en el deambulatorio, también han sido restaurados. El calvario que dejo es de un detallismo paisajístico de fondo muy italianizante.




Antes de salir hacia el claustro superior, queda por ver la sacristía, ya del s. XVIII, en estilo rococó, con una bóveda semiesférica sobre planta rectangular que no había visto antes. La decoración profusa y colorista impide que quepa ni una figura más. 



Ya en el claustro se suceden los detalles ingenuos de la imaginería gótica, cuyo color original ha sido recuperado. Las vidrieras tamizan la luz que entra a esta hora de la tarde. Esculturas esquineras, tapices dignos de palacio, tallas de madera policromada con escenas de dragones,  santos y momentos de la pasión, como el delicado y polícromo descendimiento, que ya incorpora los escudos de Castilla y León. No puedo evitar dejar aquí alguna muestra, para que se entienda la duración de nuestra visita.


























Conforme vamos bajando hacia la salida, se suceden las capillas de nervadura gótica, ahora policromada, como seguramente estuvieron en su momento, y con una espléndida reverberación. En una de ellas comienzo a cantar a capella lo primero que me viene a la cabeza: Signore delle cime. Al terminar, un matrimonio italiano, ya veterano, se me acerca emocionado. Es la pieza que se les canta a quienes mueren perdidos en la montaña. Asun también se conmueve. Se la cantaron en el sepelio a Jesús. 


El paseo de vuelta hacia casa, con helado incorporado, lo hacemos bordeando el río, pausadamente, con amenaza de tormenta hacia el norte que no acaba de cuajar.


Con lo que hemos comido, yo no voy a cenar, y me subo a la habitación. En la cocina quedan quienes siguen teniendo tanto que contarse, más sabiendo que mañana es ya el momento de la partida. Los dos días se nos han pasado en un vuelo. Nos vamos tranquilos al ver a Asun llena de proyectos colaborativos, combativa y animosa, lo que seguro que le da fuerza para seguir.

José Manuel Mora. 


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Al leer los comentarios del viaje me ha dado entrado nostalgia por los viajes que hemos hecho por aquellas tierras en otros tiempos.