La infiltrada, de Arantxa Echevarria

Otra vida

A veces las pelis se le escapan a uno. Eso sucedió con esta, a pesar de las buenas referencias que me llegaban. Sin embargo a veces los amigos posibilitan la recuperación. En esta ocasión ha sido en Quintanilla de Abajo donde hemos tenido la ocasión de ver La infiltrada, que está colgada en Movistar+. El escribir la reseña ahora, a toro pasado, es por si acaso alguno de mis improbables lectores no la vio en su momento, y con estas líneas consigo despertar la curiosidad. Arantxa Echevarría es la directora y guionista de un filme que trata un tema en el que pocos todavía se atreven a adentrarse, el de los años de plomo del terrorismo etarra que tanto duró y tanto dolor causó. Se señala que está basada en hechos reales. Al final de la peli se citan los nombres de los personajes reales y lo que ha sido de ellos desde entonces.  



De esta mujer no vi en 2018 su primer largometraje, Carmen y Lola. Tampoco Chinas, en 2023. Sin embargo su trabajo había sido reconocido en Cannes, proyectándose la primera de estas dos en la Quincena de Realizadores. Se alzó por fin con el Goya a la mejor dirección en este año por la que ahora estoy reseñando. Su cine, desde distintos ángulos, acaba siendo político latu sensu, aunque la estructura de la historia acabe teniendo el aire de un thriller muy intenso. De alguna manera me trajo a la memoria la serie Patriaque tanto me conmovió, aunque aquí el panorama se observe desde la perspectiva de la Policía Nacional y del miembro del cuerpo, una muchacha de 20 años, que decide aceptar el reto de infiltrarse en el entorno abertzale para pasar información que permitiera capturar a los integrantes del comando Donosti. Para ello era necesario renunciar a su vida familiar, a sus amistades, a su mundo, para pasar a ser otra persona en la que los etarras con los que tuvo que convivir pudieran confiar. Y no sólo eso, sabiendo también que no podría ser ayudada sin que todo se descubriera. Debería actuar por sus propios medios durante ocho interminables años.


El papel de Arancha (una impresionante Carolina Yuste que se llevó el Goya a la mejor actriz), requería de una mujer capaz de vivir en una esquizofrenia salvaje y ser creíble en todo momento. Hace poco tuve ocasión de descubrirla en La canción encarnando a Massiel con un verismo lejos de imitaciones fáciles. Aquí ha de hacer valer su arrojo, su determinación, y a la vez su fragilidad íntima, sólo aplacada por la compañía de su gato. Ha de hacer frente al "inhumano", un jefe al que Luis Tosar retrata inmisericorde, pendiente casi exclusivamente de lograr sus objetivos, aunque consciente del peligro que la muchacha corre al convivir  durante dos años con un novato, Kepa (Iñigo Gastesi), con la cabeza llena de consignas y una necesidad de afecto y admiración; también con los pasos de la muga para traer y llevar mensajes sin ser descubierta ni por unos ni por otros, y sobre todo con el peligroso miembro de la banda (escalofriante en su dureza Diego Anido, lejos de su papel de disminuido físico de As bestas), dispuesto a cargarse a quien sea con tal de conseguir sus propósitos. 


La directora ha introducido un elemento de cotidianeidad que acerca la cinta al espectador: en la convivencia señalada más arriba se ponen de manifiesto los "papeles" que se esperan de cada sexo. Ellos son unos desastres y ella ha de hacer valer su igualdad para no tenerse que encargar de las cosas de la casa, aunque eso le pueda costar un disgusto a manos del recién llegado. La tensión se vive no sólo ante un control de la Guardia Civil, sino ante lo que puede suceder dentro de casa. Uno experimenta un apretón de ánimo ante lo que va sucediendo en la pantalla.   


Hubo que esperar hasta 2018 para escuchar que ETA desaparecía, derrotada por el estado democrático. No es una cinta de buenos y malos. Kepa tiene su corazoncito y entre las fuerzas del orden se muestra la falta  de coordinación entre Policía y Guardia Civil y se hable de las torturas en Intxaurrondo. La acción de la protagonista, cuyo nombre sigue sin conocerse, cobra así mayor relevancia ante su entrega y su valor. Ha valido la pena la insistencia de nuestro amigo Felipe para que nos sentáramos a verla. Si todavía no, es cuestión de no perdérsela.

José Manuel Mora. 





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