Libro para un ratito
BOYNE, John. El niño con el pijama de rayas. Barcelona: Salamandra, 2007; 207 pp. Traducción del inglés de Gemma Rovira.


Tal vez porque uno ha leído mucho, es cada vez más difícil valorar las cosas como novedosas. Ya decía el clásico latino nihil novum sub sole, en román paladino, no hay nada nuevo bajo el sol. Y así, al iniciar la lectura del libro de Boyne, se recuerdan aquellos textos en los que el autor sitúa la perspectiva de narrador desde la óptica del niño. Sin salir de casa, me vienen a la cabeza El príncipe destronado, de Delibes, o algunos de los cuentos de Matute ambientados en la posguerra civil española. Estoy seguro que mis referencias no son las del autor irlandés, pero él tendrá otras (¿El diario de Ana Frank?). Nada que objetar. Pero pienso que debe de resultar extremadamente difícil de lograr, no tanto la perspectiva infantil, casi un recurso retórico en la literatura para niños, como acertar con el tono. Lo que leemos está escrito en tercera persona, no es el niño el que escribe, pero casi como si fuera en estilo indirecto libre, el narrador adopta expresiones que sí son de Bruno, el niño protagonista. Gretel (su hermana) era tonta de remate; el despacho de Padre, donde estaba Prohibido Entrar Bajo Ningún Concepto y Sin Excepciones; Él estaba jugando con sus tres mejores amigos para toda la vida...De modo que no hay solución de continuidad entre escuchar la voz del narrador, o la de Bruno a través de los guiones de diálogo.
-Cuando sea mayor seré explorador...¿Qué tal se explora por ahí?¿Bien?
-Me habría gustado poder jugar contigo: Aunque sólo fuera una vez. Sólo para tener algo que recordar.
No hay disonancias. El clima que se crea recibe parte de su fuerza de la coherencia interna de todo el libro. Todo se hace más creíble. El retrato del protagonista no es nada esquemático; a pesar de lo infantil, el niño tiene una historia, aunque breve, un carácter definido, unas relaciones familiares perfectamente establecidas. Y así, de la mano de Bruno, de nueve años, vamos descubriendo un mundo que para él está sin estrenar, lo que nos obliga a "explorarlo", a la búsqueda de lo nuevo, lo distinto, del "otro", de un amigo al que tanto echa de menos y que luego resulta ser su alter ego. El distinto, el que está al otro lado, acaba siendo un niño como él mismo. Y surge el sentimiento de la amistad, la posible ayuda, el "explorar" juntos. Y hasta aquí puedo leer, que decía el otro...
No es un libro complaciente. Los adultos, como los más jóvenes, no dejarán de sorprenderse con el avance de la historia, perfectamente graduado, en un crescendo emocional nada tremendista pero que nos va sobrecogiendo de forma progresiva, tal es la tensión de algunas de las escenas. Uno no puede dejar quieta la imaginación para que las imágenes no acudan a la mente.

Y cuando se concluye el libro y se lee: Todo esto, por supuesto, pasó hace mucho, mucho tiempo, y nunca podría volver a pasar nada parecido. Hoy en día, no , cómo no pensar en las noticias que nos llegan de Italia, de ahora mismo, de los campos de gitanos o de rumanos asaltados por escolares que participaron en la quema de sus barracas... Este libro muestra que la literatura es algo vivo, que nos habla de nosotros, de ahora mismo, ya digo.
José Manuel Mora
José Manuel Mora
Comentarios
Saludos.
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Alee, saludos!!
Fran