Viejo amigo
No sé si los más jóvenes y siempre improbables lectores de este blog han tenido la ocasión de experimentar la sensación de la relectura. Por edad empieza a llegarme el momento en que no es tan necesario "estar a la última" por exigencias profesionales y puedo volver sobre libros antiguos que dormitan bajo el polvo de mi estantería. Y resulta curiosa la sensación de reencontrarse con un viejo amigo: la materialidad de aquel libro que compré a la Editorial Sudamericana en 1970 (¡hace ya tanto tiempo de casi todo!); los títulos que integran esa edición y sobre todo, las palabras de Julio Cortázar que me acompañaron tanto en mi etapa de Burdeos, cuando yo iba a redactar mi tesis doctoral sobre los problemas del lenguaje en su obra. Como siempre cito aquí lo más reciente: CORTÁZAR, Julio. Cuentos completos. Alfaguara: Madrid, 2010.
Vuelvo a descubrir hasta qué punto no han perdido su vigencia las narraciones de aquél enorme cronopio que casi no podía envejecer (Bruselas 1914-París 1984). Se han editado agrupadas por temática semejante, o de forma cronológica. El propio Julio decía que la diferencia entre un cuento y una novela era semejante a la existente entre una fotografía y una película. El cuento y la fotografía son sintéticos, seleccionan un aspecto de la realidad y los elementos que lo integran han de ser armónicos. Todas sus piezas han de encajar y el grado de intensidad tiene que ver con la condensación de lo narrado y con un final sorprendente.
Aquella realidad cotidiana que él veía tan poco coherente, en la que el absurdo se entretejía con lo habitual (Casa tomada o Circe) de forma natural; la realidad y la ficción tan sin un límite claro (Continuidad en los parques); la voz del narrador que podía pasar de uno a otro personaje con una facilidad pasmosa (La señorita Cora, Lejana o Axolotl); o sus personajes saltar de un lado al otro del charco, tan porteños ellos (Una flor amarilla) como franceses (La autopista del Sur). Todo ello teñido de una melancolía que venía de tardes de lluvia y jazz (El perseguidor), o de la nostalgia de la infancia perdida (Final del juego), fruto de una mirada poética, de un lirismo basado en el adjetivo justo e inesperado. No quiero convertir la reseña en un índice de títulos. Los cuentos tienen la ventaja, sobre los novelones, de su brevedad. Si uno no te gusta, puedes dejarlo y tal vez en el siguiente se produzca la epifanía. Para animaros podéis entrar en la página siguiente y así podréis escuchar su voz, tan particular, en una entrevista en París.


Además, su última mujer, Aurora Bernárdez, decidió legar su biblioteca personal, 3894 ejemplares dedicados, anotados, primeras ediciones... que en mi último viaje con el Módulo tuvimos la suerte de que nos enseñaran, a la Fundación Juan March de Madrid, que los tiene expuestos. Lo digo esto para ratones impenitentes de ídem. http://www.march.es/bibliotecas/cortazar/cortazar.asp.
Os animo pues a descubrir a este argentino internacional, tan inagotable. Os aseguro que será una sorpresa para muchos por su actualidad y su rabiosa novedad a pesar del tiempo transcurrido.
José Manuel Mora
Comentarios