La famosa Recherche...
¿Se puede de verdad recuperar el tiempo ido?
"Cada día trae su afán"...Ecclesiates, III-5 (Que nadie se moleste en comprobar la cita. Como casi siempre es apócrifa). ¿A qué viene, pues? Es probable que las sesudas mentes pensantes que afirman lo necesario de volver a los Clásicos (caso de que se hubiera ido a ellos antes, claro) al llegar la jubilación estén en lo cierto. En mi caso era más la sensación de una tarea pendiente desde mis veinte años. Casi con seguridad, dada la intensidad de los descubrimientos a esa edad, me habría deslumbrado entonces. Hay temas, como el de la homosexualidad, que hace cuarenta años podían ser todavía rompedores. Sin embargo, al concluir su lectura, después de varios meses, he decidido incluir el comentario en el blog, aunque no vaya a ser forzosamente elogioso. Caigan sobre mí los anatemas necesarios.
Cuando recibí el regalo de mi hermano mayor, Antonio, quedé deslumbrado. PROUST, Marcel. A la busca del tiempo perdido. Madrid: Valdemar, 2007. (À la recherche du temps perdu, en el francés original) al cuidado editorial de Mauro Armiño, traducción, prólogo y notas. Tres suntuosos volúmenes en tapa dura dentro de un magnífico estuche. Más de 3000 páginas (subrayo, tres mil) de limpia y apretada prosa.
No pretendo con estas líneas elaborar un juicio crítico de enjundia, sino conformar un eslabón más en la sarta que va urdiendo este blog con mis "impresiones" (tal vez nunca más adecuado el término) tras la lectura, exasperante para mí en muchos momentos, de la que es considerada una de las obras cumbre de la literatura del s. XX. Et pourtant, que decimos los franceses...(Cortázar, una vez más: Los premios). Don Marcelo dedicó sus últimos nueve años de vida a la confección de su obra. Era un espíritu culto, leidísimo, había seguido los cursos de Bergson en la Sorbona, pertenecía a la buena burguesía de París, contra la que arremete sin piedad en su libro. La conocía bien. De hecho, y entre otras cosas, la novela supone el acta de defunción de una clase social, de una civilización, de una realidad llamadas a desaparecer tras el final de la I Guerra Mundial, que transformó, no sólo el mapa de Europa, sino toda la sociedad de la época.


Estoy seguro de que habrá otros lectores que queden fascinados aún hoy. No ha sido mi caso. No dejo sin embargo de recomendarla a quien disponga de unos cuantos meses libres y se reconozca como emperdernido lector. Espero no ganarme la enemiga de los improbables seguidores de este blog.
José Manuel Mora.
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