Libros únicos

Ahora que sé que me leen en Finlandia, aunque por azares laborales del creador de este blog, y aunque sé también que con la red uno puede estar informado de cuanto acontece, por si acaso no hubiera llegado el "suceso" tan lejos, quiero hacer sobre ello un pequeño comentario. Si se atiene uno a la información en prensa, el suceso no deja de parecer digno de Eco y de su monasterio, digno también de ser investigado por otro Guillermo de Baskerville.

Se trata, como supongo que habréis adivinado, de la desaparición del museo de la catedral de Santiago, del Codex Calixtinus, así llamado porque fue el papa Calixto II quien confirmó la importancia de los restos que allí se habían encontrado, allá por el s. XII. Un conjunto de relatos conocido como Liber Sancti Iacobi (para los de ciencias: Libro de Santo Jacobo, también llamado Santiago) que, con una visión digna de un ministro de turismo actual, el obispo Gelmírez hizo copiar. Su autor era un monje peregrino francés, Aymeric Picaud. Incluía no sólo las historias cortas, sino otra más extensa sobre el obispo francés Turpín y la crónica de las conquistas de Carlomagno, (había que cuidar a los peregrinos/turistas del territorio vecino, de los más numerosos), una especie de "guía de trotamundos" para que los andariegos supieran por dónde transcurría la ruta jacobea, cuáles eran las posibles y convenientes etapas y dónde comer, cómo eran sus gentes, que zonas eran más peligrosas por los posibles asaltantes; libros de música eclesiática, textos nada menos que de Beda el Venerable y de Anselmo de Canterbury , y que concluía con una descripción de Santiago y de su catedral, en construcción por entonces, 1135. Todo ello en 225 folios de pergamino escrito a dos caras (29 x 21 cm.), maravillosamente iluminados con miniaturas hermosísimas. Una joyita, vaya.


Se trata, como supongo que habréis adivinado, de la desaparición del museo de la catedral de Santiago, del Codex Calixtinus, así llamado porque fue el papa Calixto II quien confirmó la importancia de los restos que allí se habían encontrado, allá por el s. XII. Un conjunto de relatos conocido como Liber Sancti Iacobi (para los de ciencias: Libro de Santo Jacobo, también llamado Santiago) que, con una visión digna de un ministro de turismo actual, el obispo Gelmírez hizo copiar. Su autor era un monje peregrino francés, Aymeric Picaud. Incluía no sólo las historias cortas, sino otra más extensa sobre el obispo francés Turpín y la crónica de las conquistas de Carlomagno, (había que cuidar a los peregrinos/turistas del territorio vecino, de los más numerosos), una especie de "guía de trotamundos" para que los andariegos supieran por dónde transcurría la ruta jacobea, cuáles eran las posibles y convenientes etapas y dónde comer, cómo eran sus gentes, que zonas eran más peligrosas por los posibles asaltantes; libros de música eclesiática, textos nada menos que de Beda el Venerable y de Anselmo de Canterbury , y que concluía con una descripción de Santiago y de su catedral, en construcción por entonces, 1135. Todo ello en 225 folios de pergamino escrito a dos caras (29 x 21 cm.), maravillosamente iluminados con miniaturas hermosísimas. Una joyita, vaya.

Los antiguos moduleros (digo antiguos, porque parece que la tradición ha quebrado) recordarán que en nuestros viajes "de estudios" (no quiero ni pensar en la última noche de Salamanca) teníamos el privilegio de ver en directo auténticas joyas bibliográficas. En la Biblioteca de la Universidad Vieja, se abría para nosotros una caja fuerte, de la que el bibliotecario extraía aunténticas joyas bibliográficas, que sólo tocaba él con sus manos enguantadas. En la de Valladolid, tuvimos el privilegio de ojear/hojear un ejemplar del Beato de Liébana y tantas otras reliquias del pasado libresco que nos permitían mejor imaginar cómo era aquél mundo en que los libros eran objetos únicos y por ello valiosísimos.


Por todo ello, y por saber que, ni con motivo de las exposiciones relativas a las Edades del Hombre, se había permitido al Códice salir del Archivo Catedralicio, no se entiende la sustracción. Además de que es tan conocido que no podrá ser vendido. ¿Será objeto de culto, veneración, admiración silenciosa por parte de algún muchimillonario? Lo que queda claro, además de los fallos de seguridad que se han puesto de manifiesto y de que no estuviera ni asegurado, es que este tipo de sucesos no tendrán lugar cuando los libros se lean en pantallas líquidas.

José Manuel Mora
Comentarios
La sugerencia de la "reventa" a la Xunta tendría su punto. Ahora si se trata de ub bibliófilo mitómano, tal vez no se recupere. Hélàs!