Freedom (Libertad), de J. Franzen

Comedia humana estadounidense

No, el título de la entrada no es un grito libertario desde el fondo de las clases oprimidas, sino una posible, y creo que magnífica, síntesis de la última novela de FRANZEN, Jonathan: Libertad. Barcelona: Salamandra, 2011 (667 págs). Por una vez, y sin que sirva de precedente, puedo hablar aquí de una cuasi novedad, gracias a la recomendación de mi hermano Vicente y al préstamo generoso de mi compañera y, sin embargo, amiga, Clara.

Ya he comentado en algún otro lugar de estas "páginas", que no puedo presumir de ser un buen conocedor de la literatura estadounidense de los últimos años. Beloved, de T. Morrisson (1987), por aquello de ver a quién habían dado el Nobel y que me encantó; de T. Wolf, su desternillante y de tanto éxito en su momento La hoguera de las vanidades, también del 87; o, por no pecar de prolijo, P. Auster y su Trilogía de nueva York (1996). El autor que nos ocupa es de la generación siguiente a la mía; con 53 años y unas cuantas novelas, ha logrado con ésta un montón de premios y gran notoriedad en su país, lo que le ha llevado a ocupar la cubierta de la revista Time, cosa poco frcuente para un literato.

Ambienta su novela en el medio oeste estadounidense, en Minnesota (léase Minesora), en algún lugar perdido cerca de los Grandes Lagos, zona de vegetación casi alpina, de crudos inviernos y donde fauna y flora convivían en cierto equilibrio hasta la llegada de la tala inmisericorde, de las explotaciones carboníferas a cielo abierto, de las ocupaciones residenciales tipo urbanización de los 80, que han ido deteriorando el mencionado equilibrio. Y en ese entorno vive la familia de Walter y Patty Berglund, un matrimonio (el padre recto y cariñoso que trabaja por el conservacionismo de la naturaleza y la madre dedicada de lleno a la maternidad y a"sus labores", con dos hijos, Joey y Jessica, a punto de ingresar en la Universidad, durante el periodo del nefasto (para el que esto escribe y para la pareja) G. W. Bush. Se trata pues del característico grupo familiar de clase media estadounidense. Para completar el dibujo está también la figura del tercero en discordia, el rockero desastrado y seductor R. Katz, que tanto tentará a Patty y por el que Walter siente una amistad casi fraterna, no exenta de su puntito de competitividad. La competitividad como uno de los motores de los individuos de esa sociedad, a nivel familiar o comunitario.

Lo interesante del escritor es cómo va presentando las vidas de sus personajes, las relaciones que tejen entre ellos y quienes los rodean, en la línea del realismo norteamericano, sin demasiado adorno, sin un juego metafórico que merezca recordarse, pero con una capacidad para la ironía, y la crítica a través muchas veces del humor despendolado, que sí queda en nuestra memoria. A ese respecto, la treta del narrador de recurrir a la autobiografía de Patty (Se cometieron errores), a través de la cual se nos presentará la etapa de juventud de los personajes narrada en tercera persona(¡!) no deja de ser una broma estupenda. No llega a caer en la parodia, pero sí ayuda a marcar distancia con lo narrado. Y son esos errores que los personajes van cometiendo, con sus mentiras, sus frustraciones, sus anhelos de libertad que al poner en práctica no hacen sino "joderles la vida", los que van definiendo cada vez mejor no sólo a ese grupo familiar con sus pequeñas miserias, sino a toda una sociedad (y aquí es donde veo lo balzaquiano del asunto) con la que el autor no se muestra demasiado complaciente. La trama permite pasar de la zona de naturaleza a la capital del país, Washington, D.C., donde anidan la política y la corrupción en tan perfecto maridaje como aquí mismo.

Sin embargo, contrariamente a lo que podría desprenderse de lo dicho hasta aquí, no es una visión amarga del ser humano la que tiene Franzen. Al final no dejan de ser conmovedores en sus contradicciones, tan iguales a nosotros mismos, lectores del "lado de acá", que decía Cortázar, tan reconocibles. Tiene un punto de humanismo, como el que usaba Tolstoi con alguno de los personajes de la Karénina, de optimismo vital, entendido éste como voluntad de seguir adelante, "de rastrear lo que no es infierno y darle espacio", que decía I. Calvino. La edición está servida en una traducción de lujo de I. Ferrer. Y, a pesar de su extensión, se lee de corrido. El final de la novela, que por supuesto no desvelaré, no ha dejado de sorprenderme y permite un excelente sabor de boca, por lo redondo y coherente. Una buena opción para cuando se disponga de tiempo suficiente.

José Manuel Mora

P.S. Seguramente Franzen no ha oído hablar de M. Azaña, y tampoco conocerá su frase: "La libertad no hace al hombre feliz, lo hace simplemente libre". Creo que es perfectamente aplicable a los personajes de esta novela. Vale.

Comentarios

Basi ha dicho que…
Lo tengo pendiente para el verano, en esta época del año me dedico a novelas menos ambiciosas y mucho más cortas. Clara ya me lo había recomendado y, ahora, si tú también lo haces, ya no tengo excursa.