Intouchables


Cine muy "francés"...
Es posible que sea necesario recordar que la palabra "chovinismo" es de origen francés (chauvinisme) y que, si el lenguaje se asienta en la realidad, los franceses sean los más chovinistas del mundo. Viene esto a cuento de cómo saben vender el cine que hacen, y cómo la gente llena las salas durante semanas. Valga como otro ejemplo, entre muchos, el despiporre que se montó con Bienvenidos al norte. Y también que he acabado sucumbiendo a ambas, no en balde viví dos años en el país vecino y eso deja poso. En ambos casos salí del cine encantado.

Los directores/guionistas E. Toledano y O. Nakache, que trabajan en támdem desde su inicio en los cortos y en sus tres películas anteriores (que no he visto) nos ponen sobreaviso al inicio de la peli con esa frase que suele levantar suspicacias o adherencias, según a quién, "basada en hechos reales". Frase que se completa con unas imágenes de los protagonistas reales de la historia al final. Anagrama no se ha roto la cabeza y ha colocado en la cubierta de su edición la misma foto que va en el cartel del filme. Total... El tal Pozzo es, en la realidad, el aristócrata que se queda tetrapléjico practicando parapente y que establece una relación muy estrecha con su cuidador, lo que relata en su libro. Con estos mimbres como antecedentes nadie que vaya a verla se llamará a engaño.

¿Es creíble que alguien de la nobleza, con dinero a expuertas, lo que incluye jet privado, y unos gustos exquisitos en música, arte y demás, consiga trabar una relación de amistad casi fraterna con un sudanés, francés de segunda generación que proviene del extrarradio parisino, con historial delictivo a cuestas y una familia problemática por decir lo menos? Pues, aunque parezca imposible, la película hace que lo creamos. Las necesidades de los seres humanos siguen curiosos caminos hasta que consiguen satisfacerse. Pero, aparte de eso, tal vez no resultara tan verosímil si no fuera por la química que establecen los dos intérpretes.

F. Cluzet es toda una institución en el cine francés, con una carrera plagada de grandes éxitos, aunque es posible que aquí sea un desconocido para mucha gente. La sopresa la da el tal Omar Sy, un auténtico animal escénico, arrollador, divertido, rompedor de esquemas y capaz de la solidaridad que demanda otro ser humano, tal vez porque él haya experimentado esa necesidad desde otros ángulos. LLena por completo la pantalla. Si la peli la hubiese visto en V.O., hubiera sido mucho más expresiva, ya que el argot, que en francés es riquísimo y cambiante, se enfrenta con el habla culta del ricachón. Y ambos se van permeando. El transvase en castellano queda muy mermado.

Y los guiños culturetas, tan franceses, son aquí desternillantes: el cuadro de la foto y el análisis que hace el cuidador, así como sus pinitos con los pinceles; su desconocimiento de la música clásica, salvo que sea el fondo de una anuncio televisivo o la sintonía de espera en el teléfono del paro son todo un hallazgo.
Tratando un tema dramático, los directores/guionistas han logrado darle el toque de humosr suficiente para que todo suceda sin demasiada estridencia. Al final uno sale del cine habiendo pasado dos horas que han transcurrido sin sentir. No hablamos de cine trascendente, ni de una comedia inteligente de corte clásico, sino de un pasatiempo bien llevado, elegantemente filmado, con una banda sonora excelente y dos actores en estado de gracia, el tal Sy obtuvo el César de ese año por su trabajo. Nada de qué avergonzarse.

José Manuel Mora

P.S. Una última cosa: no sé por qué los distribuidores españoles, siempre tan creativos han traducido el plural original por el singular, ¿tal vez por seguir el del libro de Pozzo?


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