La edición en España: 2012

¿El principio de la debacle?...

Como recordarán quienes estudiaron el Módulo, cada año solía dedicar al menos un par de clases a analizar la situación del mercado editorial en nuestro país, a la luz de los datos publicados por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), datos que no solían coincidir con los del INE (Instituto Nacional de Estadística), que son los que pretendo comentar hoy aquí brevemente, con reflexión posterior.

Parece que, a tenor de lo leído, imágenes como ésta irán quedando poco a poco obsoletas. Hacia 2002 comentaba en clase la disparidad entre las excesivas novedades publicadas en nuestro país y las pocas ventas, lo que era normal al constatar que el porcentaje de lectores y de libros leídos por mes o año era exiguo y lejano de los que se anotaban otros países europeos. Por entonces se podía seguir creyendo en el potencial de los libros y en su fisicidad, tal como los llevamos entendiendo desde hace siglos.

Aún me dio tiempo a comentar, antes de jubilarme, cómo las librerías iban perfeccionando su conexión a la red para trabajar en ella y desde ella con editoriales y clientes. Ello les permitía alamacenar menos en sus exiguos espacios de trastienda, y a distribuidores y editores les evitaba tener que llevar cada poco los excedentes a la guillotina, con las consabidas pérdidas, por no hablar de las consecuencias en el medio ambiente con tala de árboles para la fabricación de pasta de papel, etc.

Los datos de 2011, a los que me refería más arriba, indican que la tirada media de cada título se queda en unos escasos 1.345, lo que se suaviza un poco cuando se habla de ficción, 1.657. Con todo, uno se pregunta si merece la pena la inversión que supone, y el esfuerzo en cada uno de los tramos de la producción de un libro, para tan magro resultado. Es verdad que la tecnología de imprenta permite ahora afinar cantidades, pero no cabe duda de que los gastos revierten entre menos compradores, con lo que los precios suben, la demanda se contrae y seguimos descendiendo. Estamos hablando de una reducción de tirada, con respecto a ese 2002 de más arriba, del 22%. Es verdad que esta reducción elimina almacenamientos excesivos y menos devolución y guillotina. Pero no deja de ser llamativa.

La reflexión anunciada antes llega ahora: ¿No tendrá que ver este descenso a lo largo de esta década con la multiplicación de pantallas desde las que leer? Ordenadores, teléfonos móviles, libros electrónicos, "tabletas" (del inglés tablets, cuánta comodidad en los préstamos lingüísticos)... Lógicamente no hay tiempo de atender a todo. No digo que se lea menos, no tengo datos, pero sí que parece que se leen menos libros en el formato tradicional. Si hasta yo, que como sabéis soy del Pleistoceno Superior, tengo ya mi aparatito, con tantos libros dentro que no me queda vida suficiente para leérmelos todos! De cualquier modo, por el momento, sigo prefiriendo el papel. La pantallita quedará para los viajes, por lo poco que ocupa. Y en el colmo de las contradicciones, me apresto a realizar un expurgo en mi biblioteca personal, al no caberme un volumen más. Alguna biblioteca pública se beneficiará con todo aquello que desde luego no pienso releer, aunque me produjera buenísimos ratos mientras di un primer repaso.

José Manuel Mora

Comentarios

hiparco ha dicho que…
Habrá que analizar el dato de la lectura literaria digital, si supone un sustituto o un incremento respecto de la tradicional. El poder de difusión de lo digital esta del lado del posible incremento, pues ya no se necesita el doble de tiempo para leer un periódico y un libro dada la inmediatez de su búsqueda, con un enlace basta.