La novela de ajedrez, de S. Zweig

Para irreductibles del ajedrez

Los RR. MM. de este año, provenientes de Madrid, han sido pródigos, como siempre, pero esta vez, posiblemente conscientes de la crisis del sector (es broma), o más bien porque creen que nos hacen ilusión, se han volcado con los libros. En esta ocasión se trata de una preciosa edición, como casi todas las de la casa, cuidada, agradable al tacto y a la vista, y que me permitirá volver a un autor que ya he frecuentado y del que he dejado rastro aquí como memorialista y biógrafo. ZWEIG, Stefan. Novelas. Barcelona: Acantilado, col. Quaderns Crema, 2012, Trad. Manuel Lobo, 1550 págs. Que no se asuste nadie, ya que incluye toda su obra narrativa. He decidido empezar por la última que escribió: La novela de ajedrez (1941), de tan sólo 66 páginas, como algunas otras que conforman el volumen, lo que se conoce como nouvelle, o novela corta en castellano.


El tema del ajedrez está presente en la literatura castellana desde el viejo rey sabio, Alfonso, el décimo, ya que en su Escuela de Traductores, a buen seguro se jugaba, no en balde lo habían traído los moros desde Persia (la jugada definitiva, "jaque mate", viene de aquel idioma, "shaa mat"). Más cerca de nosotros, y por citar sólo a un nuestro contemporáneo, Pérez Reverte trató el asunto en La tabla de Flandes. 


 No he sido nunca demasiado aficionado al juego en cuestión, aunque mi padre nos intentó enseñar los fundamentos del asunto, figuras, valor, movimientos... Mi hermano Vicente, más tranquilo y más constante siempre me ganaba. En las partidas múltiples que se jugaban en el IES Virgen del Remedio, el experto me eliminaba a las primeras de cambio, y sin embargo había alumnos mucho más jóenes, más inmaduros y más templados que se devanaban los sesos intentando intuir la siguiente jugada del maestro. Cuento todo esto porque tal vez por ello no era por aquí por donde debía de haber empezado.


Sin embargo la novela tenía su morbo, sabiendo que la escribió con el pie en el estribo, aunque su viaje definitivo (J.R.J.) fuese marítimo, hacia Brasil, donde acabría suicidándose junto con su esposa, conscientes ambos de que el mundo en que vivían, y en el que los nazis aún no habían sido derrotados, no era ya el mundo en el que deseaban vivir (V. El mundo de ayer). La trama es nimia: en el barco viaja el narrador y en él coincide con un campeón mundial de ajedrez, de origen campesino y, al parecer dotado tan sólo para mover los escaques, además de su afán por acumular dinero. En una partida a la que lo reta un yankee orgulloso y cabezota, el europeo logra ganar sin despeinarse, hasta que un misterioso sr. B señala una jugada que logrará su derrota. No os preocupéis por el argumento, no es esta anécdota la importante, sino más bien el hecho de que el tal sr. B, como el narrador, sea de alta cuna austriaca y haya logrado escapar del territorio nazi, donde había sido encarcelado en un hotel para ser interrogado y donde se le privó de lo que le era tan imprescindible como el comer: libros, papel y pluma... tan torturantes como le hubiera sido al propio autor estas carencias. Lo apasionante del librito es la obsesión que alcanza a padecer el detenido, al no poseer más que un libro con partidas de grandes jugadores, que llega a memorizar para lograr llenar su tiempo. Es capaz incluso de jugarlas en su cabeza, manejando alternativamente las blancas o las negras, luchando en su obsesión contra sí mismo, lo que lo lleva al deterioro psicológico y lo pone al borde de la locura. Es ese análisis de desdoblameinto de personalidad el que resulta fascinante. El narrador nos lleva de la mano por ambos procesos, el pasado y el presente, con naturalidad y sin que decaiga nuestro interés, aunque ese mundo ajedrecístico nos sea ajeno.
  

Zweig deja claro lo grave de las secuelas que dejan las torturas mentales, no sólo las físicas, más cuando se producen en un contexto de ausencia de libertad. El pasado sigue presente en lo profundo del individuo, con todo su peso, con el peligro de recaer en la locura. Muy probablemente hay algo también de juego metafórico en la única partida que decide jugar el personaje, para poder derrotar, aunque sea in absentia, a los nazis que lo torturaron. Y puestos a metaforizar, ¿no habrá también un intento de revancha del propio autor a través de su personaje de ficción?


Mi amiga Manuela Gil, alumna que fue mía en el MBAD, de Algorfa (ya sabéis, Algorfa, París y Londres) conoce lo importante que puede ser este juego para mentes infantiles y otras, y le dedica espacio, tiempo y esfuerzo a promocionarlo en el pueblito donde despliega sus dotes de prestidigitadora/bibliotecaria, puesto que se ha ganado a purito pulso. Aquí dejo el enlace de uno de sus últimos "cuelgues" en el "feisbuk", para quien se interese en el asunto. http://www.clasesdeajedrez.net/2011/11/04/los-beneficios-ajedrez-ninos-adultos/

José Manuel Mora.





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