La RAE, la BN y las mujeres

La BN, la RAE y las féminas

Hace tiempo que tenía pendiente esta entrada. La exposición recientemente inaugurada en la Biblioteca Nacional (El despertar de la escritura femenina en lengua castellana) me proporciona la excusa para hablar del asunto. No es de extrañar que en un país como el nuestro, donde las tradiciones machistas vienen avaladas por tantos siglos de cristianismo (no hay que olvidar las exigencias de purificación de las parturientas p.e., o mulier in ecclesiam, taceat, de Pablo de Tarso, etc...), tradiciones que se vieron reforzadas por ochocientos años de convivencia con los musulmanes peninsulares, para los que la mujer no es más que un mal necesario (posibilidad de poligamia, repudio, castigos físicos, dificultades para la escolarización...), no es de extrañar, digo, que el papel de la mujer en el mundo de la cultura y de los libros haya sido escaso hasta bien entrada la modernidad. 


Hemos visto imágenes de lectoras desde la época grecorromana. Hubo una mujer al frente de la más grande biblioteca de la  antigüedad, la de Alejandría: Hipatia (pagó caro su atrvimiento y fue arrastrada y quemada por los barbudos de una secta cristiana de entonces, a principio del s. V). En la Edad Media, sólo entre las que pertenecen a la nobleza se da el fenómeno lector ( el Salterio de Blanca de Castilla, maravillosamente iluminado, da fe de ello) y, lógicamente, en monasterios y conventos, donde por estar encerradas es posible que consulten los libros de los anaqueles sin demasiado peligro para la sociedad. Por eso una de nuestras primeras autoras de nombre conocido es Teresa de Ávila (curiosamente, de ascendencia judaizante), que se pone a escribir por orden de su confesor. Libros de contenido edificante para sus monjas, pero también una autobiografía (Libro de su vida) y algunos emocionantes poemas de carácter místico.Un siglo después, entre las damas de alcurnia, aparece Dª María de Zayas, que escribe ensayo, ciencia y novela (Novelas amorosas y ejemplares). No tenemos demasiadas noticias de ella al ocultarse para mejor protegerse, se supone que de la sociedad entorno. Pensaba Dª María que las "almas no son hombres ni mujeres", moderna ella. Otra monja, Sor Marcela de S. Félix, hija de Lope de Vega, se dedicó a escribir comedias, (de casta le viene al galgo...). Y eso que en las propias comedias se ridiculizaba a las "cultas latiniparlas".


 Si saltamos el charco, en el mismo siglo XVII, nos encontramos en México a Sor Juana Inés, también noble, leída desde pequeñita, y que sólo vio la posibilidad del convento para seguir estudiando y escribiendo, lo que hizo que la censuraran severamente. No podía ser de otro modo para quien escribía "Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón [...] Queredlas cual las hacéis / o hacedlas cual las buscáis". ¡Qué atrevimiento....!


Así que, con este panorama, no resulta raro que, cuando Felipe V funda la Real Academia de la Lengua, se dé entrada en ella exclusivamente a los varones. Y que, cuando poco tiempo después crea el germen de lo que será la Biblioteca Nacional con los libros que trajo con él de Francia, no se permitan visitas femeninas hasta 1837, y sólo los sábados (¿hemos de suponer que el resto de los días "con la pierna quebrada y en casa"?).  Llama más la atención hoy en día cuando, de broma, se habla de "la cuerpa" de archivos y bibliotecas, debido al muy superior número de féminas que de varones que se ocupan de estos menesteres. Pese a ello hubo que esperar a 1990 a que se nombrara a la primera directora de la BN, Alicia Girón (justo hoy acaban de destituir a la que había sido nombrada por la ministra socialista Sinde, G. Pérez-Salmerón, para sustituirla por Ana Santos, directora general de Archivos del Aytº. de Madrid) y a 1978 para que la "ilustre casa", la que tiene el rubro propio de un producto sanitario ("limpia, fija...etc) diera paso a Carmen Conde como primera mujer académica. Ya se había quedado en puertas a finales del XIX, Dª Emilia Pardo Bazán, la Pardo, de la que se decía "es mucho hombre esa mujer". Tampoco la Coronado, poetisa romántica tuvo suerte.  


Digo que hubo que esperar hasta 1978 porque, sin quitarle el mérito a la Conde, antes que ella habían trabajado de manera espléndida Carmen Laforet, con su implacable Nada. O Carmen Martín Gaite, famosa por su Entre visillos, o Caperucita en Manhattan, por citar sólo dos títulos de principio y fin de su carrera. O Josefina Aldecoa, de su misma generación, o Gloria Fuertes por citar a otra poetisa que me encanta. O la Rodoreda y su Plaça del Diamant, o la Roig, o la Riera, catalanas ellas, que escribían en catalán o castellano. Y más cerca de nosotros, la Puértolas o Almudena Grandes, con una ya copiosa obra narrativa a cuestas. Candidatas, pues, no faltan. Pero estoy seguro de que, a pesar de que las lectoras abunden más que los lectores, mientras el territorio de la crítica esté en manos masculinas, será difícil que lleguen a ocupar el porcentaje que les correspodería como "miembras" de número. Queda mucho por hacer y habrá que seguir peleando por lo evidente.

José Manuel Mora. 




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