Agosto, de John Wells

 El Medio Oeste

Curioso experimento: ir a ver una peli de la que uno conoce el argumento. A veces pasa cuando se ha leído la novela que precedió al filme. En este caso lo que ya había visto era la obra de teatro del mismo título en la que se basa la historia. Tracy Letts escribió el dramón que arrasó en Brodway en 2008 y luego le ofrecieron redactar el guión (no me acostumbro a la falta de tilde; para mí sigue siendo bisílaba y aguda acabada en n). La puesta en escena que yo vi en Madrid, dirigida por G. Vera, supuso la despedida de la Baró, a la que seguía los pasos desde los tiempos de Estudio Uno en la tele en B/N. La réplica se la daba la Machi, a ver quién ponía más adrenalina en las réplicas. Escenario único con la "carpintería" a la vista y todos los personajes en escena prácticamente todo el tiempo. Todo era suficientemente tortuoso y agobiante. El teatro se venía abjo al final. 


Me producía morbo ver en qué lo había convertido el tal Wells, John, que no Orson. Conocido como productor y guionista de series de televisión y de alguna peli que otra, yo sólo le recuerdo The company men (2010), de la que dejé comentario en estas páginas y que me sorprendió por la garra con la que presentaba a los tiburones de Wall Street.Y aquí había materia a la que clavar el diente: el escritor parece haberse planteado un tour de force, que decimos los franceses, y a fe que reunir a todos los miembros de una familia con motivo de la muerte del patriarca (no revelo nada que no se sepa a los cinco minutos del inicio; y no quiero dejar de citar a Sam Shepard, que además de gran dramaturgo oficia de excelente actor de vez en cuando) ya supone estrés emocional suficiente como para que cualquier chispa incendie el ambiente. Es éste un elemento recurrente, como cuando los personajes se reúnen con motivo de la fiesta de Acción de Gracias, ritual familiar creo que incluso más potente que el de nuestras Navidades. 


















He querido dejar los dos carteles porque muestran el antes y el después del desmelene. Si todo ello sucede en medio de ninguna parte, las llanuras de Oklahoma, territorio del Medio Oeste de interminables horizontes donde se enclavan esas casas unifamiliares que albergan tantos secretos como una buena dacha rusa, el cóctel está servido. Ya decía Tolstoi en A. karenina que "todas las familias son felices del mismo modo, pero son desgraciadas cada una a su manera". Pues, si a este precedente clásico se le suma algún antecedente estadounidense, léase Tennesse Williams o también E. O'neil y caulquiera de sus dramones familiares,  empezaremos a estar cerca de la desmesura que preside la historia. Como si quisiéramos viajar un poco más al sur, al universo de W. Faulkner.


 Dicen los psicoanalistas que la familia es el origen de todos los conflictos. Una serie de personas se ven forzadas a compartir historia y vida por tener genes comunes. A los amigos se los elige y se los deja si se produce una crisis en la relación de amistad. Pero en la familia hay una serie de cargas afectivas, unas veces colmadas, otras insatisfechas, en la que es fácil recurrir a las culpas ajenas para enmascarar las propias. La carpintería teatral es aquí demasiado evidente. una cosa son los secretos que se han guardado bajo siete llaves y otra toda la información que los personajes se dan unos a otros, como si no hubieran vivido los mismos antedentes. Es verdad que la distancia los puede convertir después en auténticos desconocidos, pero lo que cada uno sabe del otro, esta madre y sus tres hijas, es suficiente para destrozarse mutuamente si la chispa salta. Y si no, ya está ahí el autor para hacer que salte y para ir graduando la tensión y los secretos de manera muy sabia. De todos modos, tanto en el teatro como en la pantalla, todo me parece demasiado salido de madre.

 
Y sin embargo el reparto es tan de campanillas que quería ver cómo se destrozaban mutuamente la Streep y la Roberts, que están soberbias, carne fresca para los oscar, tan amigos de las desmesuras interpretativas. Los actores de reparto que las acompañan son también magníficos y están a la altura de las réplicas necesarias. Me lo he tomado como un recital interpretativo, puesto que las tracas argumentales ya las esperaba. Hay que decir que la dirección se mueve en planos cortos en muchas ocasiones, lo que arranca de las intérpretes hasta el más íntimo de sus temblores. A todo ello se le añade una ambientación casi tenebrista de interiores, que es lo que la obra señala en sus acotaciones. Para amantes de emociones "fuertes".

José Manuel Mora


P.S. Yo no he podido escuchar sus voces, así que ahí va el tráiler, sin subttulos ni nada, directo en vena.













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