Gravity, de Alfonso Cuarón

Impactante

He de decir que no soy aficionado a las pelis de ciencia ficción y menos si son "de impacto". A ello se añade que no había visto ningún filme en 3D, con las famosas gafas. Ni siquiera vi Avatar, hasta que no la pasaron por la tele (he de confesar que me dormí). Así que, llevado por la repesca de los próximos óscares (como el plural de "león", es "leones"...) que la ha traído de nuevo a nuestras pantallas, ayer me enfundé las gafitas de marras y me adentré con bastante escepticismo en la proyección. La primera sorpresa fue comprobar que las antiparras no me molestaban y que dotaban a las imágenes de profundidad (algo que ya se había intentado de modo tosco en tiempos de T. A. Edison). La siguiente sería comprobar que en algún momento temí que algún fragmento de la basura espacial se estampara contra mi cara. Pero vayamos a la peli.


No recordaba haber leído ninguna crítica, aunque sí sabía de la candidatura de su protagonista femenina así que, cuando vi al responsable de la dirección y de la escritura (en colaboración con su hijo Jonás y Rodrigo García, hijo de Gª Márquez, y también director de cine) de la historia, el mexicano Alfonso Cuarón, me quedé de una pieza. ¿Pero no era éste el director de la peli de carretera Y tu mamá también (2001)? ¿Qué tenía que ver una cosa con la otra? En principio la economía de medios dramáticos al parecer. Aquélla se sustentaba en los tres personajes que emprendían el viaje y ésta en sólo dos, en un viaje casi metafísico. Un auténtico tour de force, que decimos los franceses.


Pero vayamos por partes, que decía Jack. No dispongo de los conocimientos necesarios y no sé hasta qué punto la historia se ajusta a parámetros científicos. Viéndola recordé un dicho de mi padre: "pintar como querer". Sin embargo, conforme avanza la peripecia uno se da cuenta de la maestría con la que Cuarón y su equipo técnico han usado la esteroscopia, hasta conseguir un prodigio visual, no pensado precisamente para niños, una auténtica prestidigitación tecnológica. Y ya sabe uno lo de rodar con fondos neutros a los que aplicar luego la actuación de los intérpretes. Pero aquí llega un momento en que las nociones de arriba y abajo acaban por perder su sentido, como les sucede a los astronautas. El ritmo de la sucesión de las imágenes y su dramatismo me llevaron a estar agarrado a lo que más cerca tenía, como si de esa mano dependiera mi propia salvación. A eso se le llama intensidad.

 
 















Es verdad que el precedente de 2001 (1968) de S. Kubrick planea por muchas de las tomas, pero el espacio, que en el británico aparecía como algo majestuoso, casi estático, en el que las naves parecían bailar una danza etérea, aquí se convierte en algo amenazante, en el que la existencia del ser humano es precaria. La presencia de los dos únicos personajes convierte el filme casi en un pas de deux que terminará por ser un solo. El varón es casi un vaquero tejano que entretiene su paseo espacial con chascarrillos. La mujer, una científica, una persona de vida autómata desde que perdió a su hija. Ellos dos y una única situación, que de mecánica y previsible se convertirá en un subidón de adrenalina para ellos y para los espectadores que los acompañamos cuando se produzca el accidente de la lluvia de basura espacial (da igual esto que cuento, hay que verla).


El personaje de Bullock, actriz que no siempre es santo de mi devoción, pero que aquí está intensa en su angustiada soledad, tiene que hacer frente a la vida, decidir si quiere seguir viviendo, para lo que habrá de luchar y encontrarle un nuevo sentido. Le ayuda escuchar los ladridos de un perro y el llanto de un niño, sonidos que la harán conectarse con la existencia, como en un nuevo nacimiento; por eso hablaba antes de vacío físico y metafísico. Clooney está resultón en su pícara encarnación de su personaje (a pesar de que actúa practicamente todo el rato dentro de su escafandra), a la vez que con el dramatismo justo en el momento de abocarse al túnel negro del infinito. No parece haber nadie allá arriba para esperarlo. La científica no sabe rezar una oración porque nadie le enseñó. Estamos solos al parecer. Y la fuerza para actuar deberá nacer de nosotros mismos. Me sobra la música casi atronadora y grandilocuente del plano final, aquel que da sentido al título de la película, el único en el que de verdad hay gravedad, frente a la ausencia de ella en todo el metraje.  Creo que hay que eliminar prejuicios como los míos e ir a verla.

José Manuel Mora.

 

 



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