Tres bodas de más, de Javier Ruiz Caldera

 Comedia enloquecida

Si ayer fue un dramón, hoy tocaba compensar: comedia y además española. Seguramente los grupos humanos tienen un sentido del humor que depende de la historia que han vivido, de los modelos sobre lo que es gracioso o no lo es, aunque haya elementos bastante comunes. Creo que es difícil que la gente no se ría en cualquier parte del mundo viendo Con faldas y a lo loco, o bien El gran dictador, por poner dos ejemplos a bote pronto. Sin embargo la reflexión anterior viene a cuento del tipo de comedias estadounidenses con protagonistas jóvenes y descerebrados. Me producen urticaria en general. Por el contrario todavía puedo divertirme con las gracias carpetovetónicas si vienen engarzadas en un buen guión y servidas por un buen plantel de comediantes.


He pensado en lo anterior al ir a ver esta 3 bodas de más, que se anuncia como la peli del director de Spanish movie y de Promoción fantasma. No he visto ninguna de las dos pero imagino que si las promocionan así es porque hubo un público, quiero pensar que juvenil, que las aplaudió. He de confesar que el hecho de que la hayan seleccionado para los Goya me ha animado a ir; eso y que se ha implantado por fin el precio reducido los miércoles. Con el título que tiene, uno supone que la estructura del filme será trimembre y que la cosa se irá complicando. Lo que arranca como comedia romántica, se va desbocando hacia el gamberrismo y la escatología. 


Hay un punto berlanguiano en alguno de sus momentos (ese alcalde que oficia una boda y publicita un engendro); eso la hace muy nuestra. Hay golpes que son muy de aquí: la conga de la primera boda, el mantón de manila, y que provocan que uno suelte la carcajada. No es lo que predomina, la carcajada, digo, aunque a mí me ha tenido con la sonrisa en la boca la mayor parte del tiempo, lo que creo que es un síntoma de inteligencia por parte del director. Y aunque todo sea bastante previsible, uno quiere saber qué otra barbaridad se le va a ocurrir al joven Ruiz Caldera


Y como señalaba más arriba, el plantel de cómicos es aquí absolutamente necesario que sea de calidad. Inma Cuesta ya estaba magnífica en Primos y la volví a disfrutar en Blancanieves. Aquí le da la vuelta al papel de Cary Grant en La fiera de mi niña y resulta de lo más creíble escondida tras sus enormes gafas de pasta. Quim Gutiérrez está resultón en su papel de tímido, pero tengo la impresión de que lo están encasillando y su actuación me parece haberla visto ya. Y es una lástima, porque creo que es un estupendo actor .El casi debutante Martín Rivas, ya que no vi la serie televisiva, tiene el punto exacto de pícaro y buena gente. Pero quienes creo que están que se salen son Paco León, en su papel de sufero con rastas y acento vasco y la soberbia Rossy de Palma, a la que parece que le han hecho un traje a medida. Las escenas en el gimnasio son descacharrantes.


El hecho de que tanto la dirección como el guión vengan de mano de varones, no quita para que hayan sido tan inteligentes como para presentarnos a una protagonista treintañera, científica de altura, capaz de emborracharse, con agallas suficientes para volver a empezar cada vez que se queda sola; por no hablar de la madre de rompe y rasga, que contrata chulos y lo va diciendo a voz en grito. El brochazo de Bárbara Santa Cruz es muy almodovariano, pero resulta muy cómico. Aquí son los varones los que no salen demasiado bien parados. El novio del parlamento con el que arranca la peli es un auténtico gilipollas. Y toda la cinta está llevada con buen pulso y a buen ritmo, cosa esencial en una comedia. Así que, quienes quieran pasar un buen rato tienen en cartelera ya dos semanas esta peli española.

José Manuel Mora.









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