Lo que mueve el mundo, de Kirmen Uribe (entrada nº 500 de este blog)

 De héroes solidarios

De nuevo mi amiga Isabel ha puesto en mis manos una obra que no por su brevedad es menos intensa. Es estupendo tener quien te oriente en esta selva cada vez más insondable de la letra impresa. Le estoy muy agradecido. Y de nuevo se trata de un Premio Nacional de Literatura (Narrativa) en euskera de 2009, por su novela primera (es escritor de poesía y de literatura infantil desde mucho antes) Bilbao-New York-Bilbao, de la que leí críticas elogiosas. Si ya se me escapan los premios en castellano, excuso decir los de otras lenguas peninsulares. Así que con este préstamo mi amiga consigue llenar otra de mis insondables lagunas. URIBE, KIRMEN. Lo que mueve el mundo. Barcelona: Seix Barral, 2012 (aunque la edición que he tenido entre manos es de su colección Booket, de 2014, en bolsillo, para compensar el peso de la anterior).


Uribe es un ondaorrutarra u ondarrés, que de las dos maneras puede y debe decirse, nacido en 1970, licenciado en filología vasca, que empezó a publicar muy joven y que ha sido traducido a catorce idiomas nada menos. Ha sido también invitado en repetidas ocasiones a festivales literarios por todo el mundo. La novela que ahora comento está en la línea de las que últimanete han publicado muchos escritores en castellano: Muñoz Molina, Cercas, Vargas y parece que también en otros idiomas, como Nooteboom. Se trata de construir ficción a partir de sucesos y personajes reales. El escritor se debe ajustar a datos ciertos, pero a partir de ellos construye su entramado novelesco. Uribe confiesa la atracción que sentía por el asunto de "los niños de la guerra", aquellas 19.000 criaturas que salieron en 1937 de los puertos del norte hacia otros países, Francia, Bélgica, la URSS, o México, para escapar del desastre patrio. Iban solos, acompañados únicamente de algún maestro. Conocer a Carmen Mussche, hija de uno de los que acogieron a los exiliados y escuchar la historia de su padre de los labios de la mujer fue lo que lo puso en el disparadero de la escritura.


La historia se trenza a través del diálogo entre Carmen y el narrador, en su visita a Gante, donde ella le muestra todo lo que su madre fue guardando en una maleta para no perder del todo a su marido: cartas, fotos, objetos, libros... Y toda esa historia la escribe para dedicársela a un amigo suyo recientemente fallecido. La historia de un héroe anónimo, el escritor y traductor flamenco Robert Mussche quien, al acoger a una niña bilbaína en su casa, cambió su vida, la de él (la niña volvió a Bilbao una vez terminado el conflicto), y su escala de valores, dedicándose luego a participar en la guerra de España y a colaborar con la Resisitencia durante la ocupación de su país por los nazis, lo que lo llevaría a su detención y encierro en un campo de concentación. Es curioso que la Guerra Civil vuelva a aparecer como motivo literario, aunque dé paso luego a algo mucho más amplio. Pero es cierto que las imágenes que dejo más abajo de los niños que subían en los barcos que los separarían de sus padres, con los ojos llenos de lágimas por la separación y el miedo a lo desconocido, y con los de sus padres, más desgarrados al saber lo que se jugaban dejándolos ir, siempre me han conmovido hasta los tuétanos. 


El autor confiesa que la pergeñó en un par de meses gracias a una beca, aunque luego siguió perfilándola hasta que quedó como quería, pero parece que es ese impulso inicial lo que él considera que le da a la novela la frescura que él cree que tiene. Parece una obra menor, puesto que en ella se nos cuenta una gran amistad entre dos amigos a sus 17 años, sus discuiones ideológicas, sus gustos por la música, que sobrevivirá a la separación, aunque estuviera a punto de naufragar en algún momento: "Las rupturas no llegan de repente, acostumbran a ser consecuencia de una herida que lleva tiempo abierta [...] Los amigos no se enfadan de repente; por el contrario, la vida de cada cual tira hacia uno y otro lado y son esas fuerzas las que desgarran la amistad" (pág. 84). Hay un momento en que se asiste a un concierto de un coro vasco en 1938 del que dejo una muestra.



Se nos presenta por supuesto la historia de amor entre Robert y Vic, su mujer, que también sobrevivirá a la guerra a través del diario que ella lleva y a través de la hija de ambos. Carmen y el narrador van juntando las piezas del puzzle para darle forma a la historia. Aquello de lo que no hay testimonio oral o documentos, es llenado por la imaginación del escritor. Las escenas del campo de concentración me han traído a la memoria las páginas de Si esto es un hombre, de P. Levi, que tanto me impactó. La heroicidad de Mussche es cuasi secreta, la de un hombre normal que cree que debe cumplir con su deber solidario con los niños españoles, o con su ayuda contra el fascismo español junto a la República, o finalmente colaborando con los resistentes al nazismo. No hay alharacas, ni palabras rimbombantes, tan sólo actitudes de franca hermandad. Lo de la bahía de Lübeck, con el bombardeo aliado sobre los barcos alemanes me ha conmocionado.

José Manuel Mora.




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